Andrea Arnold. Foto: Avalon

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Cine

Andrea Arnold estrena 'Bird': "Un bajo presupuesto hace que lo poético acabe siendo prosaico"

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Todos los filmes de Andrea Arnold (Dartford, Reino Unido, 1961) parten de una imagen que la obsesiona. Si persiste, la directora y guionista británica asume que su psique le está señalando interrogantes con los que lidiar.

En el caso de Bird, la estampa que la asaltaba era la de un hombre sobre el tejado de un edificio. Era de noche, había niebla, el desconocido estaba desnudo y tenía un largo pene. Empezaron a surgir preguntas: ¿Qué hacía allí arriba? ¿Por qué no llevaba ropa? ¿Quién era? A partir de esa anécdota, empezó a escribir el guion.

“Encontré semejanzas con Red Road (2006) por sus bloques de viviendas, el tipo misterioso y la intuición de una pelea”, comparte la realizadora sobre aquel thriller que le procuró el primero de sus tres Premios del Jurado en Cannes, junto a Fish Tank (2009) y American Honey (2016). “Dicen que los directores que escribimos volvemos una y otra vez sobre lo mismo”.

La siguiente imagen que tomó cuerpo en su mente fue la de una niña meando en el cuarto de alguien. No sabía la razón. Plano a plano, respuesta a respuesta, Arnold fue construyendo un coming of age que denuncia la negligencia de los adultos con los niños y la violencia que late en los márgenes, pero que también loa la amabilidad de los extraños.

Pregunta. Como Bailey, usted creció a cargo de una madre soltera y tuvo una infancia muy libre. ¿Hasta qué punto la considera su alter ego?

Respuesta. Ningún escritor desarrolla historias que no entienda o sienta como propias, pero esa es una respuesta que le dejo a usted. Además, prefiero no destripar el argumento. Mis películas favoritas son las que he visto sin saber nada. No me gusta leer una explicación de cuatro páginas sobre el significado de la presencia de un tronco en medio de una habitación, sino tener mi propia experiencia con el tronco.

P. Los ángulos de cámara son tan íntimos que resultan voyeristas. ¿Quería realzar las emociones de Bailey?

R. Tengo un estilo particular que ha ido evolucionando, pero siempre consiste en estar muy cerca de la persona cuya historia trato de explorar, de manera que puedas ver el mundo desde su perspectiva. Hace mucho que trabajo con el mismo director de fotografía, Robbie Ryan, que tiene una manera particularmente brillante de aproximarse sin ser invasivo. Es muy respetuoso. La altura de la cámara nunca está por encima o por debajo de los personajes, sino que siempre les acompaña. Es como si miraras el mundo junto a ellos.

Keoghan, pureza y naturalidad

P. ¿Por qué eligió a Barry Keoghan para interpretar a su padre, un papel tan alejado de los personajes turbios a los que nos tiene acostumbrados?

R. Cuando mi directora de casting, Lucy Pardee, me lo propuso todavía no era famoso. Me encantó su rostro. Resultaba genuino en el mundo que había creado, encajaba en el papel de Bug. Fue antes de que estrenara Almas en pena de Inisherin (Martin McDonagh, 2022). Después vinieron las nominaciones y Saltburn (E. Fennell, 2023), pero él siguió ligado a mi pequeña película. Es un actor que aporta una pureza y una naturalidad que siempre busco.

P. ¿Por qué ha calificado este filme como el más duro de su carrera?

R. En los rodajes siempre te enfrentas a obstáculos. Pero en Bird tuvimos que renunciar a mucho más de lo habitual. Así que hubo días que los viví como una pérdida personal, o con pesar. Terminé haciendo realidad mis intenciones en un 70 %, cuando mi aspiración era de un 80. Resulta divertido leer sobre la constancia de los directores del viejo Hollywood, que esperaban semanas hasta dar con la luz adecuada para filmar un atardecer con 80.000 caballos. Nunca he tenido ese privilegio, pero sí pequeños anhelos. Pueden ser cosas nimias, pero significar mucho para mí.

P. ¿Por ejemplo?

R. Mi principal toma en Cumbres borrascosas (2011) era un plano general iluminado por la última luz del día, ese momento en el que la que la tierra se confunde con el cielo y todo se vuelve borroso. Mi idea era filmar una gran bestia que sube por los páramos y al acercar la cámara mostrar que se trata de un hombre cargando a la espalda con conejos muertos. Pero cuando fuimos a rodar teníamos pocos conejos y lucía un sol brillante, así que el cielo era azul y el campo, verde. Además, el suelo estaba embarrado, así que no pudimos desplazarnos en coche sobre el terreno para hacer una panorámica. La imagen poética en mi mente terminó siendo prosaica. Con el tiempo, le quitas importancia. Cualquier director de bajo presupuesto es consciente de ello.

Nykiya Adams en 'Bird'

Nykiya Adams en 'Bird'

P. Las bandas sonoras siempre están muy cuidadas en todas sus películas. En Bird las composiciones originales de Burial se alternan con canciones comerciales de grupos como Coldplay y Blur. ¿Qué perseguía con la convivencia de estos dos universos musicales?

R. Cuando se acerca el rodaje, asigno una playlist a cada personaje. La de Bug son himnos de The Verve, Coldplay y Fontaines D. C., a los que adoro desde que los vi en Glastonbury hace unos años. También le dediqué una a Bailey, pero fíjate qué interesante, cuando empezamos a filmar, la perdí. No obstante, no importó, porque Bug se había adueñado de la película y sus canciones se volvieron más importantes. Después, en la mesa de edición, necesité encontrar el mundo interior de Bailey. Ahí es cuando se sumó Burial. Me encanta la música. De hecho, quiero ser DJ. Tuve mi primer bolo hace unas semanas y me encantó.

P. ¿Qué pinchó?

R. Me tocó la franja entre las ocho y las diez de la noche, cuando la gente va llegando y quiere hablar más que bailar, así que no pude poner demasiados temazos. Una de las amigas de mi hija dijo que estaba pinchando música interesante, porque picaba en todos los géneros, pero siempre volvía al jungle. Sonó Original Nuttah, de Shy FX, Barry Can't Swim, Faithless, Peaches, House of Pain... Después ya me puse con Whitney Houston, DJ Khaled, Gasolina, de Daddy Yankeee... Todo tipo de cosas. Algo de reggae, Killing Joke, Cher, T-Rex, Razzy Bailey, Kanye West, Beyoncé, Stevie Wonder y de vuelta al jungle, porque es bueno para dejarse llevar.