Tim Burton, el eterno 'melangótico', en busca de la oscuridad y la diversión del Hollywood de los 80
El cineasta regresa en 'Bitelchús Bitelchús' al caótico y amoral diablillo interpretado por Michael Keaton, una de las criaturas sobrenaturales más demenciales de la historia del cine.
4 septiembre, 2024 02:11Bitelchús (1988) llegó en el momento perfecto. La segunda mitad de los ochenta era una fiesta imparable para los amantes de la fantasía más delirante. Hollywood y sus aledaños rebosaban de Gremlins, Critters, Munchies y Chuckys, de la Serie A a la Z.
Desde las carteleras de estreno hasta el videoclub, las comedias de terror saltaban alegremente hacia el espectador, clavando sus dientes en un público que abarcaba desde los niños encandilados por Los Goonies (1985), pasando por miles de adolescentes calientes dispuestos a disfrutar con todo tipo de zombis, vampiros y licántropos desopilantes, hasta los padres de todos, que no podían dejar de ver títulos como Los Cazafantasmas (1984) o Ghost (1990).
En este burbujeante caldero de brujas cinematográfico, el joven Tim Burton (Burbank, 1958), intentando aún digerir el inesperado éxito de su primer largometraje, La gran aventura de Pee-Wee (1985), se topó con un guion original de sus amigos Michael McDowell y Larry Wilson, que en sus manos se iba a convertir en otro éxito del género cómico-macabro familiar, con un personaje que pasaría a formar parte de la galería de criaturas sobrenaturales más demenciales de la historia del cine.
El rey de los freaks
Auténtico freak, tránsfuga de Disney, con una sensibilidad que se podría definir como melangótica, evidente ya en estupendos cortos como Vincent (1982) y Frankenweenie (1984), Tim Burton era el tipo perfecto para esta astuta combinación de humor negro, romanticismo, excentricidad y angst adolescente representado por su musa –y la de todas las niñas de negro–: Winona Ryder.
Contando con su experiencia en la animación, su profundo conocimiento del género, con guiños a los cartoons de Charles Addams, el cruel y divertido universo de Roald Dahl y Edward Gorey, el cine de terror clásico así como el slapstick y los cuentos de hadas truculentos, Burton sintonizó perfectamente con el espíritu de la época, conquistando a grandes y chicos, envolviendo ingeniosamente con una capa de romance sobrenatural y buenas intenciones lo que era también sicalíptico cuento de fantasmas, manifiesto gótico juvenil y sátira de la familia americana con toques propios de John Waters.
A su éxito contribuyó un reparto tocado por la gracia infernal: un Michael Keaton desquiciado como Bitelchús / Beetlejuice / Betelgeuse, auténtico diablo caótico y amoral, acompañado por Alec Baldwin, Geena Davis, Catherine O’Hara, Jeffrey Jones, Winona, la veterana Sylvia Sidney y el llorado Glenn Shadix.
El sofisticado, expresionista, circense y pronto característico diseño de producción burtoniano, los brillantes efectos especiales, su música y canciones… Todo se conjugó para conseguir la perfecta comedia de terror para todos los públicos, definitoria del momento.
Treinta y cinco años después, mientras Hollywood se empeña en recurrir a los viejos blockbusters de pasadas décadas para intentar recuperar su poderío, también Burton y Keaton han decidido recuperar su primer gran éxito.
Bitelchús Bitelchús, que se estrena mundialmente este viernes tras inaugurar el festival de Venecia, es directa secuela del original de 1988. En el tiempo transcurrido desde entonces, Burton ha pasado de ser un cineasta independiente y autoral, con una visión singular, que supo como nadie encarnar el espíritu oscuro y tierno del freak incomprendido –y a veces incomprensible–, a transformarse en vaga sombra de lo que fue.
Sus intentos por integrarse en el mainstream de Hollywood, con títulos como El planeta de los simios (2001), Big Fish (2003), Big Eyes (2014) o Dumbo (2019) han sido fracasos críticos o económicos.
Con algunas excepciones –La novia cadáver (2005), Sweeney Todd (2007)– su cine gótico juvenil fue renunciando a sus bordes más afilados, esas aristas oscuras e incómodas que le daban un sabor especial, para abrazar la moralina disneyana que le había llevado a abandonar los estudios y le persigue desde entonces.
Véase la infame Alicia en el país de las maravillas (2010), quizá junto a Hook (Steven Spielberg, 1991) la mayor traición cinematográfica cometida con un clásico de la mejor literatura infantil para adultos.
El Burton actual sufre la comparación constante con sus primeros logros, clásicos melangóticos como Eduardo Manostijeras (1990), sus oscuros y divertidos Batman, su inteligente hagiografía de Ed Wood (1994), su satírica Mars Attacks! (1996) o su perfecto homenaje a la Hammer, Sleepy Hollow (1999).
Frente a ellos, Charlie y la fábrica de chocolate (2005), Sombras tenebrosas (2012) o El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares (2016) palidecen cual vampiro al amanecer. Quizá por ello, ahora Burton recupera Bitelchús.
El director, que deja momentáneamente su labor al frente de la serie Miércoles, afirma querer contar cómo se siente un adolescente melangótico –el personaje de Winona– 35 años después, adulto y responsable. En cierto modo, un espejo donde mirarse. La cuestión es: ¿Queremos saberlo nosotros?
Un melangótico adulto
El Hollywood actual no es aquel alegre pandemónium de los ochenta. Es un lugar más triste y siniestro: Alec Baldwin no estará en Bitelchús Bitelchús debido a la sombra que proyecta el trágico accidente de rodaje en el que sus disparos acabaron con la vida de la directora de fotografía Halyna Hutchins.
Jeffrey Jones, con la muerte de cuyo personaje de Bitelchús comienza su secuela, está condenado al ostracismo tras su detención por cargos de pornografía infantil, como lo fuera antes Paul Reubens (es decir: Pee-Wee Herman, primera estrella de Burton).
Tampoco estará Geena Davis, pero ella tiene mejores razones: “No, no estaré en el remake. Oh, ¿creían que estaría? Vaya, no, ¿saben por qué? Porque mi teoría es que los fantasmas no envejecen… Y no es que yo lo haya hecho”.