'Bikeriders': Jeff Nichols retrata a una banda de moteros salvajes al estilo 'Uno de los nuestros'
El director regresa a la cartelera este viernes con un filme que cuenta con uno de los repartos más atractivos del año, con Austin Butler, Tom Hardy y Jodie Comer.
12 julio, 2024 03:12Bikeriders. La ley del asfalto se presentó en el festival de cine de Telluride, en Colorado, en agosto del pasado año, donde recibió encendidos elogios. Por ejemplo, Peter Debruge, de Variety, la calificaba nada menos que como “El padrino de las películas de moteros”.
Esto disparó el interés hacia un filme que sobre el papel estaba ya plagado de alicientes, como la presencia en el reparto de tres rutilantes estrellas como Austin Butler, Jodie Comer y Tom Hardy o el regreso de Jeff Nichols (Little Rock, Arkansas, 1978) a la dirección ocho años después de Loving (2016).
La película aborda al estilo de Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990) –con voz en off, arrebatos de violencia, una narración con nervio y montajes sobre trapicheos al son de grupos como Cream– el auge y caída de la banda de moteros del Medio Oeste americano Los Vándalos, que pasa de ser un club para inadaptados enamorados del cuero y la velocidad a una peligrosa organización criminal involucrada en el tráfico de drogas, las apuestas ilegales y los asesinatos a sueldo.
Instantáneas crudas
El origen de la historia está en un libro de fotografías con el que se cruzó Jeff Nichols hace 20 años. Titulado también Bikeriders y publicado en 1968, se trata del trabajo que realizó el fotoperiodista Danny Lyon durante los cuatro años que fue miembro del Chicago Outlaws Motorcycle Club, inmortalizando con su cámara la idiosincrasia de la banda.
Las instantáneas de Lyon, crudas, densas, llenas de vida, marcan el estilo visual de la película, rodada en negativo Kodak de 35 mm para asemejarse al cine de los años 70.
El filme plantea un triángulo amoroso –que no carnal–. En el centro está el Benny de Austin Butler, un joven e impulsivo motero que conduce a Los Vándalos hacia las sinuosas carreteras del crimen. Su atención se la disputan Johnny, el cabecilla interpretado por Tom Hardy que ve como su tiempo al mando empieza a tener fecha de caducidad, y Kathy, la mujer de Benny a la que da vida Jodie Comer, que ejerce de narradora desde una desafectada distancia.
El resto de los integrantes de Los Vándalos están interpretados por Michael Shannon, actor fetiche de Nichols, Norman Reedus (The Walking Dead), Boyd Holbrook (Narcos) o Mike Feist (West Side Story), configurando uno de los repartos más potentes del año.
La película, rodada en localidades rurales de Cincinnati para recrear el Chicago de los 60, cuenta con un primoroso diseño de producción que se ha encargado de que cada elemento que se incluye en el plano sea fiel a la época. Es el caso de las chaquetas de los miembros de la banda, hechas a medida con cuero usado y decoradas con insignias y cadenas cosidas a mano. O de las 45 motocicletas vintage que se eligieron para el rodaje. A cada actor se le asignó una de ellas.
Aunque los personajes están inspirados en las fotos y los textos de Danny Lyon, que partían de la transcripción de entrevistas realizadas a auténticos moteros en los 60 -fueron de gran ayuda tanto para que Nichols escribiera el guion como para la interpretación de los actores–, Bikeriders está poderosamente vinculada a la mitología de la cultura popular americana.
En un momento del filme, Johnny ve en la televisión a un Marlon Brando de cuero negro y gorra de medio lado en Salvaje (László Benedek, 1953), el primer filme que abordó el tema de las asociaciones de motoristas, pero el personaje de Tom Hardy también se mimetiza con Vito Corleone en el modo en el que lidia con los desafíos a su autoridad.
Por su parte, el personaje de Austin Butler se mide con un rebelde sin causa como James Dean. Tampoco podemos obviar la influencia de Easy Rider. Buscando mi destino (Dennis Hopper, 1969), aquel inolvidable viaje iniciático y lisérgico de dos macarras melenudos a lomos de unas aparatosas motos choppers que marcó la contracultura a finales de los 60.
Sin embargo, la película trata de darle una pátina de realismo a la iconografía clásica del motero fuera de la ley, evitando el romanticismo en torno a su forma de vida. “En la película, percibes este romanticismo en algún momento, pero entonces el telón empieza a caer un poco y te das cuenta de los problemas que tienen estos tipos”, ha explicado Jeff Nichols en rogerebert.com. “Entonces es cuando te adentras aún más lejos y todo se vuelve francamente brutal y trágico”.
El momento de Nichols
Quizá Bikeriders sea el espaldarazo definitivo para la carrera cinematográfica de Nichols, que cuenta con grandes filmes como Take Shelter (2011), Mud (2012) y Loving (2016), y con un sonoro fracaso con la cinta de ciencia ficción intimista Midnight Special (2016), cuyo pobre desempeño en taquilla puede explicar el largo parón del cineasta tras la cámara.
En cualquier caso, como James Gray o David O. Russell, Nichols es un cineasta que engarza su obra con el Nuevo Hollywood de los 70 y que acostumbra a dejar de lado los esquemas narrativos vinculados a los géneros para centrarse en los personajes y sus emociones.
Un director que desde el paisaje de la América profunda ha reflexionado sobre la identidad, la paranoia y el amor, dotando de un cálido humanismo cada una de sus historias. Ahora llega para asaltar la taquilla subido a una Harley Davidson.