Image: Mud, redención en el Missisipi

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Cine

Mud, redención en el Missisipi

29 agosto, 2013 02:00

Fotograma de Mud, de Jeff Nichols.

Tras el éxito de 'Take Shelter', Jeff Nichols vuelve con 'Mud', una película que remite al imaginario de Mark Twain. Protagonizada por Matthew McConaghey, transcurre por caminos algo más convencionales pero funciona y conmueve


La historia del delincuente redimido por la figura de un niño no es nueva. De hecho, la hemos visto muchas veces, ahí está sin irnos al cine clásico esa espléndida Un mundo perfecto (1993), de Clint Eastwood, o El verano de Kikujiro (1999), de Kitano o Camino a la perdición (2002), de Sam Mendes. La confrontación de un adulto con un pasado tenebroso enfrentado a un joven con todo el futuro por delante, entre ingenuidad y cinismo, entre pureza y violencia, es casi un estándar narrativo y funciona porque el choque entre contrarios se presta a una gran riqueza dramática, ofrece la posibilidad de redención y en realidad está en la esencia misma del cine en su búsqueda de verdades a partir de conceptos complejos o paradójicos.

Después del gran éxito de Take Shelter, el texano Jeff Nichols tenía difícil superar a una de las películas más interesantes del cine reciente. Mud, su segundo filme, transita por caminos más convencionales, pero funciona, conmueve y lo confirma como un cineasta inspirado de gran futuro. Cuenta la historia de unos chavales en la preadolescencia que se topan en una isla perdida del Misisipi con un treintañero Matthew McConaghey, inmenso como suele últimamente, un fugitivo de la ley huérfano y perdidamente enamorado desde la infancia de una chica turbia a cuyo último y abusador amante ha asesinado. Habitan en una zona pobre, casi chabolista, a punto de ser derribada por el Gobierno y conviven con la naturaleza de una manera casi salvaje.

"No quería hacer una gran película americana épica", ha contado Nichols. "Necesitaba el río, necesitaba la barca en el árbol, los exteriores y que el filme fluyera como el río. Por eso también la steady cam". Efectivamente, la gran virtud de Mud es que Nichols sortea el peligro del sentimentalismo o la 'grandeza' para contar una historia grande como si fuera pequeña. La cámara se mantiene pegada a los personajes, son frecuentes los primeros planos y Nichols rueda una historia con visos de tragedia con una ligereza que se inspira en cómo vivimos la infancia. Los dos amigos y el Misisipi en seguida nos recuerdan a Mark Twain y no es casual, según Nichols: "Twain mostró mejor que nadie cómo nos sentimos en esa edad".


Fotograma de la película Mud dirigida por Jeff Nichols

El desengaño, en realidad, como ese momento que marca la frontera entre la infancia y el mundo adulto. "Hubo dos chicas en el instituto de las que me enamoré perdidamente y me rompieron el corazón. La primera vez que te lo destrozan nunca es como las siguientes. Esa emoción es la que sirve como ancla en la película, eso es lo que conecta con la audiencia". Pero Mud no es un filme sobre la inexistencia del amor, sino al contrario, sobre su posibilidad aunque nunca sea perfecto ni con la persona que quizá soñamos que sería: "Lo que hace McConaughey es mostrarle que el amor sí existe". Por utilizar la metáfora que ofrece el propio filme: "El río lleva muchas cosas, algunas valen la pena y otras es mejor dejar que se las lleve la corriente".

Lo mejor de Mud es también su principal enemigo algunas veces. A costa de querer contar una historia con la máxima sencillez, a Nichols a veces lo traiciona una excesiva simplificación de las situaciones y las emociones, con una ligera tendencia al buenismo. Lo cual no quita que Mud sea una película muy bien narrada, a ratos extraordinaria, sobre todo al principio cuando sentimos de una forma muy bella esas emociones de la aventura, la épica, el descubrimiento y los primeros desengaños de la infancia. Sin duda, estamos ante uno de los cineastas más sensibles y ambiciosos del nuevo cine americano.