Marlon Brando y Pina Pellicer,  en 'El rostro impenetrable'.

Marlon Brando y Pina Pellicer, en 'El rostro impenetrable'.

Cine

Un wéstern con el mar como autorretrato: esta fue la única película que dirigió Marlon Brando

'El rostro impenetrable', un filme inclasificable que financió con su fortuna y que abrió el camino a Sergio Leone y a Clint Eastwood.

3 abril, 2024 01:36

La proyección pública de Marlon Brando se vislumbra en sus grandes interpretaciones, pero fue en su única película como director, El rostro impenetrable (1961), donde quedó realmente tatuada su abrasiva personalidad, sus incontrolables megalomanía y vanidad, incluso su intimidad emocional de resonancias edípicas.

El turbulento proceso de gestación de este atípico wéstern, que ha sembrado varios cultos justificados a lo largo de los años, nos ofrece múltiples claves sobre el ser humano, que por entonces gozaba de una popularidad y un poder casi ilimitados en la industria.

Solo bajo esos parámetros se justifica la existencia de esta rareza exótica en Hollywood, que se rodó a lo largo de seis meses en California, y cuyo dispendio económico (más de 6 millones de dólares de la época) financió en buena parte la fortuna personal del actor.

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Pudo haber sido el wéstern ausente en la filmografía de Stanley Kubrick, a quien contrató el propio Brando para dirigirla, pero varias semanas de discusiones (dos egos perfeccionistas) apearon pronto del proyecto al director de Atraco perfecto (1956), y el actor se puso detrás de la cámara por primera y última vez. En sus memorias apenas dedica dos páginas a la experiencia.

Entretanto, su pulsión megalómana le llevó a filmar nada menos que 300.000 metros de película (la media de una producción importante era de 50.000) y el primer montaje, el único que aprobó, duraba 4 horas y 42 minutos. Paramount mutiló el filme a exactamente la mitad para poder estrenarla, amén de modificar el final pesimista, que tuvo que rodarse de nuevo.

El rostro impenetrable obtuvo la Concha de Oro en San Sebastián, pero su fracaso (relativo) en taquilla fue el final de las aspiraciones de Brando como cineasta, así como de la debutante Pina Pellicer (también premiada en San Sebastián), frágil actriz mexicana de extraña seducción que se suicidó poco después.

'El rostro impenetrable'.

'El rostro impenetrable'.

Historias similares han forjado las leyendas babilónicas y malditas de Hollywood –Intolerancia (1916), Avaricia (1924), Cleopatra (1963), Las puertas del cielo (1980)—, pero no era El rostro impenetrable un filme de estudios, sino un wéstern polvoriento, introspectivo y salvaje, a caballo entre el desierto de Sonora y el océano de Monterrey.

El mar es un escenario realmente atípico para el género, pero aportó un salvajismo poético y un simbolismo pasional de olas embravecidas. El relato de traición y venganza, basado en una novela de Charles Neider, adquiere proporciones freudianas en su gradual conversión de wéstern fronterizo a wéstern psicoanalítico.

Los amigos bandidos se hacen llamar Dad y Kid y este último seduce a la hijastra del primero como venganza, de modo que anida un melodrama edípico en convivencia con una clase de suciedad y violencia que incluso anticipa lo que estaría por llegar a través de Sam Peckinpah, Sergio Leone y Clint Eastwood.

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Aunque en apariencia se trata de un vanity film, profundamente narcisista, donde la interpretación de Brando, impenetrable y sombrío, se hermana con la encarnación psicológica de Paul Newman del forajido Billy the Kid en El zurdo (Arthur Penn, 1958), el actor se rodeó de una nómina de grandes intérpretes: Karl Malden en el papel de su antagonista, la mexicana Kathy Jurado y los legendarios Ben Johnson, Slim Pickens y Timothy Carey.

Además, una excelente partitura de Hugo Friedhofer sintoniza con la espectacularidad del filme. En su única intervención detrás de la cámara, Marlon Brando brindó un inconsciente autorretrato, desde luego tan inclasificable y carismático como el hombre que la hizo.