¿Qué libro está leyendo estos días?
Estoy releyendo Madrid es una mierda (Barrett), de Martín Rejtman.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Otro libro, una película, un viaje, el sueño, el hambre, la promesa de una cena...
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café?
No tomo café. Pasearía con el gran Meaulnes, el personaje de la novela de Alain-Fournier. Y con Cleo, la protagonista de la película de Agnès Varda.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Recuerdo los cuentos de los hermanos Grimm y de Hans Christian Andersen. Las novelas ilustradas de aventuras… La impresión fue de absoluto arrebato: la literatura como una grieta a un mundo al que yo quería pertenecer.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Leo en papel. A cualquier hora.
¿Qué acontecimiento cultural le hizo cambiar su manera de ver el mundo?
La primera proyección pública del cinematógrafo de los hermanos Lumière el 28 de diciembre de 1895. No soy un vampiro y no estuve ahí (ojalá), pero lo que supuso esa proyección para el desarrollo del siglo XX y para mi formación vital-emocional hace que recuerde esa fecha con cariño.
Sobre todo de noche empieza con una cita de Roberto Bolaño. ¿En qué medida ha sido una inspiración?
En esa cita de Amuleto yo buscaba precisión. La precisión de las palabras exactas de Bolaño para presentar al lector la historia de un crimen. Y sí, ¡siempre Bolaño!, amo los textos salvajes de los escritores salvajes.
¿Por qué decidió bucear en el drama de los bebés robados en el Franquismo y la Transición?
Uno tiene ya edad y distancia suficiente como para hacerse una serie de preguntas críticas sobre la memoria de su país.
¿Cómo planteó formalmente esta ópera prima?
Hacerla como si fuera la última, saltando al abismo.
¿Qué montaje teatral le ha impactado recientemente?
Democracy in America, de Romeo Castellucci.
¿Qué tipo de música escucha habitualmente?
Yo he sido muy del pop-rock-indie en español: de Le Mans a Los Planetas, pasando por Vainica Doble, Lorena Álvarez, Manos de Topo, Hidrogenesse, Espanto o Décima Víctima.
¿Hacia dónde va el cine en estos momentos?
Hacia el oeste, siempre hacia el oeste, como los caballos salvajes. Esta frase de The Misfits (John Huston, 1961) me inspira siempre a modo de brújula.
¿Le importa la crítica, le sirve para algo?
Leo crítica, sí. Es un trabajo que observo con atención y que disfruto mucho cuando quien escribe tiene talento. De Chaves Nogales a Leila Guerriero, pasando por Truman Capote.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Claro que me emociona. Claro que me ha trasformado. Los escritos de Juan Muñoz. Los catálogos de Dora García. O el trabajo que tuve la suerte de realizar con la artista Itziar Okariz durante muchos años han transformado completamente mi visión del mundo.
¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?
Hace un mes, À toi de faire, ma mignonne, de Sophie Calle en el Museo Picasso de París.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Me encantaría tener durante tres meses Cabeza de venado, de Velázquez, en mi estudio. Tres meses mientras escribo sobre un personaje que estoy desarrollando. Después volvería al Prado. Y en su lugar pondría un dibujo fotocopiado de un manga de Osamu Tezuka.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta la España compleja y plural, descentralizada, diversa, con sus diferentes idiomas hablados en el parlamento (ya era hora), con sus acentos, provincias...
¿Qué medida urgente tomaría para superar la crisis del sector cultural?
Más recursos, más equipos, más cuidado y más apoyo para una educación pública de calidad.