En la sala de prensa del Festival de Cannes se ha extendido una sensación de palmarés sacrificial. Sandra Hüller, una actriz proveniente del teatro que habita sus personajes como una segunda piel, es la protagonista tanto de la Palma de Oro, Anatomía de una caída, como del Gran Premio del Jurado, La zona de interés, la adaptación a cargo de Jonathan Glazer de la novela homónima de Martin Amis sobre la vida escabrosamente alienada de los nazis a cargo de las muertes en masa en el complejo Auschwitz. Ambos títulos se sostienen en los matizados trabajos de la intérprete alemana, pero la normativa impone que una película que se ha alzado con cualquiera de los dos laureles mentados no puede optar a otro galardón.
Así que, como ya le sucediera en 2016 con la comedia de Maren Ade Toni Erdmann, la incontestable Hüller se marcha de vacío a pesar del clamor. Este recoveco legal ha favorecido a la actriz turca Merve Dizdar, que ha ganado en el apartado de mejor interpretación femenina por Dry Grasses, una nueva obra expansiva de Nuri Bilge Ceylan donde resuena la Lolita de Nabokov.
Sus 197 minutos de paisajes de belleza arrebatada y diálogos enjundiosos contrastan con el Premio del Jurado, Fallen Leaves, de Aki Kaurismäki, tanto en la duración, no llega a la hora y media, como en la concisión en los intercambios verbales entre sus protagonistas, una cajera de supermercado y un obrero. El maestro finlandés firma una oda a la abstinencia alcohólica bañada en humor seco, ternura y melancolía.
El talento asiático ha triunfado en las tres categorías señeras restantes. El vietnamita Tran Anh Hùng ha sido elegido mejor director por el romance gastronómico The Pot-au-Feu, un cuento de amor maduro con festín de vino y viandas al fondo. Por su parte, la película Monster marca la segunda ocasión, tras su ópera prima, Maboroshi (1995) en la que el director japonés Hirokazu Kore-eda delega la escritura. El jurado presidido por Ruben Östlund ha respaldado el intrincado, compasivo y lírico guion de perspectiva múltiple de Yuji Sakamoto sobre el drama interior de dos niños.
La última escena de Perfect Days le ha procurado el premio a la mejor interpretación masculina a Kōji Yakusho. En el punto final al hermoso canto a los placeres de la vida sencilla de Wim Wenders, el sexagenario actor japonés revela un enigma de emociones contenidas.
Pero el titular hoy es que un thriller legal ha erigido a Justine Triet en la tercera mujer ganadora del festival de cine más importante del mundo. Como el año pasado lo hicieran Argentina 1985 (Santiago Mitre) y Saint Omer (Alice Diop), Anatomía de una caída, con la vista a una escritora acusada de la muerte de su marido, demuestra que este subgénero de suspense puede funcionar como una matrioska que concentra prejuicios y estupores contemporáneos.
Pregunta. Esta película abre muchos debates, entre otros, las relaciones abiertas de pareja, los celos profesionales y la vulnerabilidad que esconde la falta de dominio de un idioma. ¿Qué aspecto era el que más le interesaba a usted explorar?
Respuesta. Quería hablar sobre la relación de pareja, sobre la vida en común y la reciprocidad entre sus integrantes. ¿Qué nos debemos? ¿Qué nos damos? En el caso de los protagonistas, se trata de dos personas que no atraviesan un buen momento, pero parece que todavía queda amor entre ellos, porque existe franqueza en su trato. También me motivaba prestar atención a la mirada de su hijo. Hay un elemento de thriller, por supuesto, pues se desconoce si la madre está siendo o no sincera, pero al tiempo, el niño está tratando de comprender quién es esa mujer a la que llama madre. En la película asistimos a un proceso de descubrimiento que marca la iniciación a la vida adulta, el momento en el que descubrimos qué personas son nuestros padres.
"Me gustan los thrillers cuando son un poco extravagantes, no cuando se limitan a un ejercicio inteligente para conducirte a resolver el misterio"
P. Hablando de honestidad, ¿qué relación existe entre el idioma y la verdad?
R. El lenguaje es una de las máscaras tras las que se esconde el personaje de Sandra Hüller, que no domina el francés, sino que se lo ha preparado para el juicio. Para defenderse se ha visto forzada a expresarse en un idioma que no es el suyo, pero cuando se siente superada, necesita cambiar al inglés, que funciona como un refugio, aunque tampoco es su lengua materna, el alemán. Se trata del idioma en el que escribe y el que usa para relacionarse con su marido. La lengua es un elemento constitutivo de la protagonista, que muestra que ha vivido diferentes fases en su vida. El plurilingüismo representa todas las capas de este personaje multifacético que en suma, es una extranjera.
P. La película me ha traído a la mente la ópera prima de Alice Diop, Saint Omer, con todas las distancias, pero en la medida en que ambas son aproximaciones novedosas al drama procesal.
R. Saint Omer me impresionó mucho por su talante poderosamente feminista. Me encanta, pero dista mucho de mi propuesta. Lo que es cierto es que en el aspecto formal, ambas retan al espectador. A mí me interesaba el movimiento, apropiarme de ese rectángulo donde se filmaría el proceso.
P. ¿Cómo planificó las secuencias?
R. He tenido muy presente El estrangulador de Boston (Richard Fleischer, 1968), que no trata de un juicio, pero formalmente me parece fascinante al mezclar visualmente dos estilos, una cámara muy rápida, a pulso, alternada con escenas muy tranquilas. Ambos acercamientos a la trama son muy opuestos y su combinación ha sido una gran inspiración. Cuando abordas una película judicial, eres consciente de que hay muchas películas anteriores a la tuya adscritas a este género, ceñidas a códigos específicos. Para Anatomía de una caída tuve desde el principio muy presente la cuestión del sonido, porque el niño tiene una deficiencia visual. La película incide en la ausencia de imágenes. Y eso me conecta con la película de Diop, porque no tenemos acceso a lo sucedido.
P. No obstante, las dos han recurrido al flashback para dar a la audiencia un acceso mínimo a la tragedia.
R. He querido hacer una película muy realista. De ahí que haya limitado este recurso, porque quiero evitar tratar a la audiencia de manera condescendiente, en plan, ahora vas a descubrir el misterio de esta pareja. Espectador y protagonistas están al mismo nivel y necesitan tiempo para desentrañar lo ocurrido. Hay muchos vacíos y omisiones. He puesto mucho el foco en el sonido, puesto que quería que el espectador tomara conciencia de que no disponemos de imágenes de lo que sucedió.
P. ¿Por qué cedió finalmente e incluyó un flashback?
R. Ha sido un capricho que me he autorizado porque consideraba que era muy importante ver al marido en vida al menos una vez. En un primer momento quería que en el juicio solo se escuchara su voz a través de una grabación, pero luego recapacité. Hubiera sido demasiado atender a la totalidad de la discusión a través del sonido, así que asistimos al conflicto cuando se desencadena, y volvemos al juzgado con el hijo de los dos en el momento en que realmente se pelean.
P. ¿Era su intención presentar un personaje que no resultara simpático para despertar la duda de su inocencia al espectador?
R. No me lo había planteado para nada. Ni siquiera sé si puedes escribir un personaje preguntándote si va a resultar agradable y amistoso o no. Es una persona compleja, extremadamente honesta y muy directa. No es una mujer que pida permiso ni disculpas. Tiene el coraje de hacer lo que quiere y lo que piensa. Y, por tanto, no va a sonreír durante el juicio.
"Espectador y protagonistas están al mismo nivel y necesitan tiempo para desentrañar lo ocurrido"
P. ¿Qué hace bueno o malo un thriller, ya sea en el cine o en la literatura?
R. Excepto en el caso de Hitchcock, no me gustan las películas con giros. Detesto las cosas bien hechas, me gustan los thrillers cuando son un poco extravagantes, pero no cuando se limitan a un ejercicio inteligente para conducirte a resolver el misterio.
P. ¿Cuáles son entonces sus referentes?
R. Hace una década que vivo obsesionada por Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959), y me gusta mucho La vérité (Henri-Georges Clouzot, 1960), que en su momento rechacé, pero con el tiempo he apreciado por su tratamiento del personaje femenino. También la historia de Amanda Knox, una extranjera juzgada en Italia, y muchos crímenes reales, pero luego, cuando empiezas a escribir, lo dejas todo a un lado y empiezas a desarrollar tu propio trabajo.