Discutir las decisiones de los jurados es tan sencillo como impugnar el resultado de unas elecciones generales, autonómicas o municipales cuando van contra los intereses del votante, con la suave diferencia de que un premio cinematográfico tiene una incidencia menor en nuestras vidas que la designación de un parlamentario, un consejero o un edil.
Ahora bien, si lo que nos toca es sancionar el fallo del jurado, difícil será que discutimos la elevación al trono del Oso de Oro de Sur l’Adamant, de Nicolas Philibert, un documental que, precisamente por sus controvertidos fundamentos, confirma la voluntad aperturista de un festival que encuentra en el trabajo del documentalista galo un crisol en el que desplegar todas sus intenciones, arropadas por una saludable sección oficial que incorporó títulos tan variopintos como Suzume (Makoto Shinkai, 2023), Past Lives (Celine Song, 2023) o Tótem (Lila Avilés, 2023).
['Sur l’Adamant': Nicolas Philibert detona una bomba humana en la Berlinale]
El jurado compuesto por Kristen Stewart, Golshifteh Farahan, Valeska Grisebach, Radu Jude, Francine Maisler, Johnnie To y Carla Simón da la sensación de haber asumido el saludable perfil ecléctico de la competición oficial galardonando títulos de incuestionable valor cinematográfico como la falsa comedia rohmeriana Roter Himmel de Christian Petzold, Premio Especial del Jurado, o como el gran melodrama presentado por Joao Canijo, Mal Viver, que obtuvo el Oso de Plata.
La distinción a Sofía Otero, coprotagonista de 20000 especies de abejas, refuerza el gran trabajo de dirección de actrices llevado a acabo por Estibaliz Urresola, sin duda la gran fortaleza en su debut en el largometraje de ficción como viene a demostrar la estratosférica interpretación de Patricia López Arnaiz como atribulada madre de la niña transgénero que protagoniza el filme.
Si uno atiende a las crónicas publicadas en estas páginas a lo largo de la última semana, entenderá que el gusto de los premiadores coincidió de manera sorpresiva con los arriba fir]mantes, pues no es nada habitual que jurados y críticos se amarren en un beso del gusto que no repugne ni a unos ni a otros.
Así hemos visto como la amorosa transmisión del oficio del cine acuñada por Philippe Garrel en Le grand chariot obtuvo el merecido premio a la mejor dirección y como la elusiva escritura de Angela Schanelec se las arregló para vindicar la pervivencia de la tragedia clásica más allá del tiempo en Music, considerada como mejor guion de esta Berlinale 2023.
La dirección de fotografía de Hélène Louvart por Disco Boy, que podría haber rivalizado en impacto visual con otros trabajos como los de Ivan Marcovic en Music o incluso el de Maxx Corkindale en Survival of Kindness, se impuso en la categoría de mejor contribución artística en el que quizá fuese el aparatado más competido del certamen.
Cabe lamentar, no obstante, la ausencia en el palmarés de dos títulos notables como Past Lives (Celine Song, 2023), drama romántico no por estrictamente medido menos satisfactorio, y Tótem, el fúnebre y sin embargo alegre retablo familiar acuñado por Lila Avilés en el que la vida y la muerte se funden en la mirada de una niña cuyos ojos se espejan en los de nuestra felizmente galardonada Sofía Otero.