En sus sucesivas legislaciones sobre internet, la Comisión Europea ha dicho que se propone acabar con el “Far West digital”. Las redes nos conectan y nos ayudan a comunicar pero también se convierten en una herramienta idónea para hacer daño sin mancharse las manos. Un polvo desafortunado o porno loco, que se estrena este viernes en Filmin, explica el calvario de Emilia (Katia Pascariu), una profesora de instituto sometida al escarnio público porque aparece un vídeo en el que practica sexo con su marido.
Cineasta eminente de esa escuela rumana que arrasa en los festivales con miembros como Cristi Puiu, Corneliu Porumboiu o Cristian Mungiu, Radu Jude (Bucarest, 1977) entrega una película inclasificable que define como “cubista”. Comienza como una pieza de cinéma verité, con la protagonista vagando por las calles de la capital rumana filmada con telescopio, prosigue con un intermedio con imágenes de archivo y reflexiones sobre la historia del país y termina con un juicio desquiciante a la profesora por parte de los padres de los chavales de su instituto. Allí vemos una sociedad crispada donde sigue latiendo una pulsión autoritaria heredera directa de su pasado comunista.
Pregunta. La película arranca con una larga escena sexual. ¿Por qué nos perturba tanto el porno en el contexto de una película “normal”?
Respuesta. En Rumanía algunas personas han acusado a la película de ser pornográfica pero no lo es, es una reflexión sobre la pornografía. La historia en sí misma es trivial, es pasto de tabloide, pero al mismo tiempo se sitúa en una encrucijada de muchos asuntos que ahora son importantes. Son asuntos como nuestra definición de moralidad o nuestros derechos en la era digital. En internet la moralidad se vuelve más difusa.
P. En la película se habla mucho sobre si es o no es una broma lo que está pasando.¿Quería ese tono de farsa?
R. El arte siempre está relacionado con la idea del juego y de jugar. La influencia de Godard es evidente. Me posiciono en contra de la seriedad del cine de autor actual, pero al mismo tiempo la película trata de mantenerse seria. De alguna manera intenta tener un pie en cada lado. Al principio la historia iba a ser mucho más lineal pero en París vi una exposición de pintura cubista y pensé que podría tener la estructura, mutatis mutandi, de una pintura cubista. Hay diferentes partes y el espectador tiene que hacerse una recreación de algo.
Una sociedad histérica
P. Vemos una sociedad muy agresiva en sus formas. ¿La pandemia ha agravado la conflictividad social?
R. Yo quería que la pandemia estuviera presente. Muchas películas rumanas que se han rodado estos meses tratan de esconderla. Es un error porque existe y si es una película contemporánea, debes verla. La sociedad rumana ya era así antes del coronavirus, no es nada nuevo, es una sociedad histérica, pasa en las grandes ciudades y también en los pueblos. Hay un grado de agresividad en la calle enorme. Hay violencia verbal pero también física y en las redes sociales. Cuando viajo me doy cuenta de la diferencia. En España puedes caminar por la calle tranquilamente, todo el mundo lleva la mascarilla en interiores y nadie se queja. En mi país mucha gente se enfada si se la piden y comienza a gritar. Hay muchas explicaciones históricas para ello.
P. ¿Es hipócrita señalar a una persona por mantener sexo con su marido en un vídeo filtrado sin su consentimiento?
R. En Rumanía fue imposible conseguir porno durante mucho tiempo porque el régimen comunista lo prohibía. Ahora es muy diferente porque está por todas partes. Hay una hipocresía en el momento en el que tratan de condenar a esta mujer por aparecer en las redes practicando sexo pero al mismo tiempo también es muy violento ver a una persona que conoces en una situación tan íntima. Es algo secreto y privado que de alguna manera se convierte en un tabú, por eso algo así siempre nos va a resultar chocante. No quieres ver a tu vecino así.
P. ¿En la primera parte quería que pareciera que se “espía” a la protagonista?
R. Utilizamos una lente larga. Todo el arranque es cinéma verité. La idea es ver qué puedes captar poniendo la cámara en una calle, podría ser algo así como la sinfonía de una ciudad. El cine siempre ha estado relacionado con la idea del voyeurismo. Es una conexión muy obvia. El espionaje real utiliza micrófonos y cámaras, los espías se parecen un poco a los cineastas. El servicio secreto de Ceaucescu hizo muchísimas fotos a las personas que controlaba. Hemos pasado de una paranoia a otra porque en la época comunista nos vigilaba el régimen y ahora nos controlan los móviles. Es un espionaje menos intrusivo pero no menos inquietante.