Al igual que hiciera en Las niñas, Pilar Palomero fija su cámara ante un universo femenino y adolescente plagado de aristas, ahora inserto en una realidad mucho más compleja: la de las jóvenes que comparten sus vidas en un centro de acogida para madres menores de edad tras haber sufrido penalidades que van del abuso sexual al maltrato familiar.
El filme no pierde de vista en ningún momento a su protagonista, Carla (una magnética Carla Quílez, reconocida en San Sebastián con el premio a la mejor interpretación protagonista), una chica rebelde y desafiante frente a cualquier autoridad, ya sea la del colegio o la de su madre, una mujer joven y soltera que regenta un bar de carretera, interpretada por Ángela Cervantes.
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Con una puesta en escena física, centrada en los rostros y los cuerpos, Palomero ofrece una mirada profunda y sensible sobre los personajes, en la que cabe tanto el drama como la comedia. Además, se vale de cortantes elipsis para ahuyentar el morbo del relato y hacer avanzar una historia que, por otro lado, remarca el momento de tránsito de la protagonista al incluir todo tipo de vehículos en movimiento. El resultado es una película más viva y emocionante que Las niñas.
La apuesta tan solo se quiebra en esa chocante secuencia en la que se presentan las chicas de La maternal, actrices naturales en su mayor parte, demasiado explicativa y didáctica. Y, aunque la peripecia de Carla a veces parece no avanzar, finalmente Palomero consigue esbozar un final que cierra el arco dramático de la protagonista abriendo una puerta a la esperanza.
Dada la vocación observacional del relato, son los momentos los que se quedan en la retina, como ese magistral inicio en el que vemos a Carla viendo porno en el móvil con su amigo Efraín (el padre ausente, una más de las figuras masculinas que nos hurta el relato), la frustración ante los lloros del bebé o el emotivo consuelo que ofrece a la protagonista su madre entonando una canción de Estopa.
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De hecho, es la relación entre madre e hija, marcada por el determinismo social y por el continuo cambio de roles entre ambas, el corazón del filme.