Después de dos años a medio gas –en 2020 no se celebró y en 2021 se hizo con múltiples restricciones–, las expectativas para esta 75 edición del Festival de Cannes son altas, muy altas. Ya se ha registrado un récord de acreditaciones de prensa y de mercado, y la ciudad de la Costa Azul se prepara para recibir a profesionales de todo el globo con la confianza y el ánimo de recuperar su posición como centro neurálgico del cine de autor.
El anuncio de la sección oficial no ha hecho sino dar más aliento a las expectativas, en cierta forma justificadas, si bien nada resulta realmente sorprendente de la selección, que persiste en la línea de grandes nombres y la preponderancia europea marcada por la dirección de Thierry Frémaux. En este año, si acaso, la ausencia de una decente representación del cine latinoamericano y asiático, así como la escasa presencia femenina (apenas 4 de 21 directores) y de debutantes a concurso por la Palma de Oro, es más manifiesta que de costumbre.
El pistoletazo de salida correrá a cargo de Coupez!, la última producción de Michel Hazanavicius, premiado ya en este escenario desde su aparición con The Artist (2011), si bien este año participa fuera de concurso. Tras sus efímeras y banales aproximaciones al cine mudo y al de Jean-Luc Godard, el francés propone ahora el rodaje de un rodaje de una película de zombis para abrir el festival.
Cuota francófona
La acostumbrada cuota francófona de Cannes, que a lo largo de los diez días del certamen irá destapando las nuevas creaciones de Arnaud Desplechin (Brother and Sister), Valeria Bruni Tedeschi (Forever Young), Claire Denis (Stars at Noon) o Léonor Serraille (Mother and Son), ofrece este año una amplia representación de cineastas belgas: Lukas Dhont –quien tras llamar la atención con su debut Girl regresa a Cannes con Close, donde propone una intensa relación de amistad adolescente–, los hermanos Dardenne –de regreso con Tori and Lokita– y el tándem formado por Felix van Groeningen y la debutante Charlotte Vandermeersch, quienes en Le otto montagne proponen asimismo una relación de amistad entre un padre y un hijo.
¿Los nombres más sonados? Por una parte, procedentes de América, David Cronenberg, James Gray y Kelly Reichardt. De otro lado, tres ganadores de la Palma de Oro en ediciones anteriores: el sueco Ruben Östlund (con The Square), el rumano Cristian Mungiu (con Cuatro meses, tres semanas, dos días) y el japonés Hirokazu Kore-eda (con Asuntos de familia), único representante del cine asiático en la sección a concurso junto a Park Chan-Wook, que presentará el policíaco Decision to Leave, también una de las producciones más esperadas.
Detengámonos en los nuevos títulos de esta selección de ases. El canadiense Cronenberg viaja con Crimes of the Future, una película evento desde el momento en que sus estrellas protagonistas son Kristen Stewart, Léa Seydoux y Viggo Mortensen, carne ejemplar de la alfombra roja cannoise. El filme promete otra variación de la “nueva carne” del autor de Videodrome, al tratarse de un relato situado en un futuro cercano en el que el ser humano es sometido a un proceso de mutación biológica. Por su parte, James Gray, director de Two Lovers, compite con Armageddon Time, un relato de iniciación situado en Brooklyn en los años ochenta y protagonizado por Anne Hatahaway, mientras que Michelle Williams da vida a la escultora que protagoniza Showing Up, de Kelly Reichardt.
Como siempre ocurre en la cita gala, habrá que estar muy atentos a los “versos sueltos” de la programación, esos autores cuya inclusión sobre el papel no se justifica hasta que sus películas iluminan las salas del Palais, y que de algún modo aportan el factor riesgo de la programación, las decisiones que podrán deparar gratas sorpresas… o todo lo contrario. Es el caso por ejemplo del iraní Saeed Roustaee, a concurso con Leila’s Brother, o en menor medida de su compatriota Ali Abbasi, que no en vano ya sorprendió con la historia de amor Border presentada en la sección paralela Un certain Regard hace cuatro años. En Holy Spider traza el itinerario de un asesino de prostitutas en la ciudad sagrada Mashhad, un “iluminado” dispuesto a limpiar las calles de toda inmoralidad. El italiano Mario Martone, curtido en documentales, cortometrajes y piezas televisivas desde su debut en 1985, compite por primera vez en Cannes con Nostalgia, el regreso a su Nápoles natal de un hombre atormentado por el pasado; mientras que el sueco de origen egipcio Tarik Saleh presentará una descarnada batalla de poder en los prestigiosos cenáculos universitarios de El Cairo con Boy From Heaven.
Al contrario de otras instituciones y países, cuyo discurso oficial al calor de la invasión ucraniana ha vetado el cine ruso de sus espacios, Cannes reserva un hueco en su parrilla a Kirill Serébrennikov, quien ya diera la campanada con la magnífica Leto y el año pasado concursó con Petrov’s Flu. En esta edición, que dedica una proyección especial al ucraniano Sergei Loznitsa (The Natural History of Destruction), el ruso presentará Tchaikovski’s Wife para relatar la tormentosa relación del popular músico con su mujer. Polonia nos traerá la iconoclastia del veterano Jerzy Skolimowksi en EO, quien promete resonancias bressonianas en su retrato de la Europa moderna a través de los ojos de un burro.
No termina aqui Cannes. De hecho, sus grandes sorpresas hay que buscarlas en secciones especiales fuera de competición, que acogen los últimos trabajos de Baz Luhrmann (Elvis), George Miller (Three Thousand Years of Longing), Marco Bellocchio (Esterno Notte), Ethan Coen (Jerry Lee Lewis: Trouble in Mind), Olivier Assayas (la serie Irma Vep) o el incorregible Quentin Dupieux (Fumner Fait Tousser), entre muchos otros. En combinación con la espectacular cosecha de restauraciones recientes en Cannes Classic –El último vals, de Scorsese; La mamá y la puta, de Eustache; Cantando bajo la lluvia, de Kelly y Donen; The Trial, de Welles, o Deus e o Diabo na Terra do Sol, de Rocha–, es probable que los mayores placeres del festival se encentren fuera del radio de acción de la ansiada Palma de Oro.