Ruben Östlund. Foto: Tobias Henriksson
Las miserias personales de un comisario de arte durante los preparativos de una polémica instalación son el punto de partida de The Square. Hablamos con su director, Ruben Östlund, que ganó la Palma de Oro en Cannes.
Pregunta.- ¿Concibió The Square como una crítica al mundo del arte o a la sociedad burguesa en su conjunto?
Respuesta.- A ambas. Cuando inicié el proceso de documentación reparé en que todos estos mecanismos artísticos contemporáneos son muy similares alrededor del mundo. Hay una señalización en neón, algo en el suelo... Quería atacar ese ritual, esa convención que se repite a sí misma. Pero mi intención era hacer un comentario social más amplio, sobre la debilidad de la naturaleza humana. Me gustaría que compararan todas mis películas con El discreto encanto de la burguesía, de Buñuel.
P.- ¿Qué nivel de conexión con la realidad tiene el arte actual?
R.- Muchos artistas están desconectados del mundo. Pero sucede igual con una gran abundancia de películas. Cualquier área profesional puede servir para arrojar una mirada autocrítica.
P.- ¿A qué conclusión ha llegado al arrojarla sobre el cine?
R.- Cada expresión artística, incluido el cine, cambia la sociedad. El problema es que las películas que más impacto tienen son las que más se distribuyen, de modo que la industria de Hollywood tiene mucho que ver con los cambios más profundos en nuestra sociedad. Es muy interesante ver cómo las películas inciden en nuestra percepción de la realidad. Tras la II Guerra Mundial, los aliados tenían un problema, porque mucha gente pensaba que los rusos habían ganado a los nazis, así que hicieron una película sobre la batalla de Normandía con grandes actores de Hollywood. Se llama El día más largo y cambió la manera en que vemos el fin de la II Guerra Mundial. Desafortunadamente, el séptimo arte es una herramienta muy eficiente para cambiar el aspecto del mundo.
Un juego simbólico
The Square arrancó en 2014 como un proyecto expositivo en la ciudad sueca de Varnamo. La idea era realizar un test práctico de lo que sucedería si cada ciudad tuviera una zona libre en el centro, un cuadrado simbólico realizado en luces led donde cualquiera pudiese ubicarse cuando necesitase ayuda. En ese juego simbólico, el transeúnte estaría obligado a intentar ayudar. La instalación sondea la confianza o desconfianza de la sociedad. Y determina dónde finaliza la responsabilidad del Estado y dónde arranca la de los individuos.En el desarrollo de la propuesta se planteaba una pregunta a los visitantes: "¿Confías o no confías en tus conciudadanos?". La respuesta determinaba el ingreso en la exposición por una u otra puerta. Caso de responder positivamente, el asistente debía colocar su cartera y su móvil en un podio desatendido, y experimentar la instalación desposeído de esos objetos. Tras el éxito del proyecto, se realizó una segunda entrega en Grimstad (Noruega). Este año se ha previsto la instalación de otro cuadrado en Vestfossen. Y Östlund ya fantasea con una variante en Gotemburgo, donde vive.
Una imagen de la película
P.- ¿Se ha planteado este proyecto como un work in progress?R.- En Gotemburgo, en la Kungsportsplatsen, hay una estatua muy popular dedicada al rey Carlos IX. Queremos mover la estatua 700 metros porque hay otra muy cerca de su hijo Gustavo II Adolfo de Suecia. Hemos llamado al proyecto "Daddy, come home" (Papá vuelve a casa). Cuando pongamos a estos dos reyes uno junto al otro surgirá la pregunta de dónde está la madre. ¿Por qué no hay estatuas dedicadas a mujeres de las familias reales? Aunque la gente no entienda que es una provocación, será un fantástico signo de progreso tomar a dos de estos reyes bélicos antiguos, que han sido responsables, por ejemplo, de la quema de brujas en Suecia, y cuestionar que haya gente que todavía quiere que estén expuestos en los mejores lugares de la ciudad.
P.- The Square está ambientada en una Suecia paralela donde se ha abolido la monarquía. ¿Ha habido alguna crítica en su país?
R.- Por ahora no ha habido ningún periodista sueco que se haya disgustado. Todo surgió porque iba caminando un día junto al Palacio Real en Estocolmo, preguntándome en qué museo ambientar la película y me dije que sería muy divertido jugar con la idea de que Suecia hubiera dejado de ser una monarquía, como Francia tras la Revolución, y plantearme qué hubiéramos hecho con esos grandes castillos. Como Versalles y el Louvre.
P.- ¿A qué responde su dinámica de rodar 70 tomas de cada secuencia o incluso más?
R.- Gano tiempo. Cuando pasas mucho tiempo rodando surgen ideas nuevas, y si son efectivas la escena se eleva a otro nivel.
P.- Un ejemplo llevado al paroxismo sería el de la escena cumbre de la película, una performance en una cena con filántropos del museo, que tardó en rodar tres días.
R.- Mi intención era ejemplificar el ‘efecto espectador', un fenómeno social que consiste en la negación de auxilio cuando estás en un espacio público. Está comprobado que cuanta más gente, más lentamente reaccionamos, porque no nos sentimos responsables y no sabemos quién está a cargo de la situación.
@BegoDonat