Benito Zambrano: “En el cine español solo sabemos abordar lo romántico desde la parodia”
El director de 'Solas' o 'La voz dormida' adapta en 'Pan de limón con semillas de amapola' un 'best seller' folletinesco de Cristina Campos sobre dos hermanas marcadas por la distancia y los secretos familiares
12 noviembre, 2021 09:16El melodrama puro y duro con aires de folletín llega a las pantallas de la mano de Benito Zambrano (Sevilla, 1965), cineasta que alcanzó el éxito con un retrato muy distinto de dos mujeres en Solas (1998), donde veíamos la relación entre una madre y una hija en un entorno marcado por la precariedad. Después de títulos como La voz dormida (2011) o Intemperie (2019), el cineasta adapta una novela de Cristina Campos sobre dos hermanas de Mallorca que después de pasar 13 años distanciadas se reúnen cuando heredan de manera sorprendente la panadería del pueblo.
Ellas son Anna (Eva Martín), una mujer burguesa cuyo matrimonio y cuentas corrientes están en la ruina, y Marina (Elia Galera), una médico que trabaja como cooperante, traumatizada por una infancia marcada por el desafecto de su madre. Poco a poco, ambas mujeres irán recomponiendo su relación al tiempo que descubren viejos secretos familiares que siguen doliendo en forma de herida no curada. Mientras una padece porque “la vida perfecta de clase alta” con la que soñaba, como dice el director, se desmorona, la otra se enfrenta a su bloqueo emocional y no sabe cómo resolver su vida sentimental. Ese “pan de limón con semilla de amapolas” será el catalizador de una historia sobre cómo los secretos, el orgullo y los errores del pasado pueden impedir que nos realicemos como personas.
Pregunta. ¿Quería hacer un homenaje al “viejo” melodrama?
Respuesta. Todos nos hemos criado viendo melodrama. ¿Qué era Falcon Crest o La casa de la pradera? Con el melodrama pasa como con el cine rural, hemos hecho mucho y ahora parece que no existe. Es un género con una gran tradición en nuestro país en la música y en la literatura, hay grandes adaptaciones como Cañas y Barro (basada en la novela de Blasco Ibáñez y producida por TVE). ¿Y qué vamos a decir del bolero o la copla? Eso se ve muy claro en la canción melódica porque el melodrama forma parte de nuestro ADN. Esta película es un folletín que arranca con una herencia, pero que nos permite hablar de los personajes y la sociedad contemporánea. Quería que hubiera más capas.
P. ¿Se desprecia lo folletinesco?
R. En España nos llevamos mal con el cine romántico. Sin embargo, es un género que adora el público. Fíjate lo que pasa con Pretty Woman, cuando la pasan por televisión siempre hace récords de audiencia. En la música no hay tantos complejos, pero en cine apenas producimos esas películas. Pasa un poco como con la ciencia ficción, pero por motivos distintos porque en ese caso es una cuestión de presupuesto. Parece que solo sabemos abordar lo romántico desde la parodia, lo ridiculizamos. En las películas españolas nadie dice “te quiero” porque nos dan vergüenza las emociones. Lo bien que puede funcionar quedó claro con La novia (Paula Ortiz, 2015) porque tenemos grandes referentes como Lorca, pero estamos cargados de complejos. ¿De verdad somos menos románticos que los americanos?
P. ¿Cómo quería bordar la relación entre esas dos hermanas?
R. En todas las relaciones hay un lado oscuro porque es imposible no hacer daño ni recibirlo. Vivir es dañarse, autodañarse a veces y otras dañar. El paso del tiempo te daña incluso físicamente, necesitas gafas, te cansas más… En este caso vemos a una familia de clase alta aparentemente perfecta en la que hay muchas mentiras escondidas. En el caso de Anna (Eva Martín), todo ha salido al contrario de lo que esperaba, tiene un matrimonio roto y una hija adolescente con la que está enfrentada. Y Marina (Elia Galera) es una mujer muy marcada por una infancia traumática. Se siente incompleta, insatisfecha y ha renunciado a la maternidad por ese conflicto consigo misma. Esos problemas con la familia todos los conocemos y hemos cometido errores que nos gustaría reparar, pero las cosas son así.
P. ¿Recuperar el afecto que las une será su redención?
R. Las dos van a cambiar mucho. Anna parece al principio una mujer frívola que no tiene mucha sustancia y luego vemos cómo crece ante una gran adversidad como el cáncer. Ella sueña con esa vida perfecta de la clase alta, su aspiración nunca fue estudiar, se construyó esa fantasía de la familia ideal que se convierte en una gran mentira. Nos cuesta mucho reconocer nuestros problemas, pero todos tenemos derecho a cambiar, a reconocer que hemos agotado un camino que ya no vale y coger uno nuevo. Solo tenemos una vida como dicen en la película y no hay que desaprovecharla. Parte del juego es que los personajes reconocen los problemas, dónde están, muchas veces estamos todo el tiempo culpando a los demás y no asumiendo que los errores los hemos cometido nosotros mismos y nadie más. Anna jugó sus cartas y le salió mal la jugada. Y en el caso de Marina, ese dolor acumulado le ha llevado a cometer otros errores.
P. ¿Quería reflejar los estragos íntimos de la corrupción que ha asolado nuestro país?
R. Todos hemos visto la caída de grandes figuras como Mario Conde y la cantidad de casos que ha habido. El pasado reciente está marcado por una etapa de corruptelas y enriquecimiento ilícito. Son personas que han dilapidado grandes fortunas por malas gestiones. Las cartas, las drogas y el puterío, eran las tres grandes lacras de la clase alta. Quizá ya no juegan a las cartas, ahora invierten y juegan en bolsa. Si le quitas el dinero a un rico es como si le cortas el pelo a Sansón, se queda sin la fuerza.
P. ¿Cómo ve a esa Catalina seca y antipática que interpreta Claudia Fauci y acaba siendo todo integridad?
R. Yo le decía a Claudia que tenía que ser una roca que al final se parte y brota el agua. Es increíble el trabajo que ha hecho, practicó con un coach el acento mallorquín. Eso era fundamental para construir el personaje. Ella es madrileña pero me dijo que tenía buen oído para los acentos y cumplió. Con el coach trabajó el acento de Valldemosa específicamente. Los sevillanos de la capital tampoco hablamos como los del pueblo ni los del norte de la ciudad como los del sur. En Madrid pasa lo mismo, en el sur se habla distinto al norte y no te cuento ya los gitanos de Cascorro. Catalina es una mujer muy de allí, muy sola, muy áspera, y fiel a la que llama “su única amiga".