La extensa y brillante filmografía de Mario Camus (Santander, 1935), maestro del cine español, atesora títulos con rango de clásicos como La colmena y Los santos inocentes. Estas películas, premiadas en Berlín y Cannes, versiones respectivas de las novelas homónimas de Camilo José Cela y Miguel Delibes, no son sino la cúspide de una trayectoria muy versátil y centrada en la adaptación, para el cine y la televisión, de relatos magistrales de la literatura española. Trayectoria que va a ser analizada a partir del próximo lunes en el Curso de Verano de la Universidad Complutense Mario Camus, la escritura de las imágenes, que dirige Manuel Hidalgo en San Lorenzo del Escorial.
El curso indagará asimismo en otro de los hitos indiscutibles del cine del director: sus películas a partir de tres narraciones del escritor Ignacio Aldecoa (Young Sánchez, Con el viento solano y Los pájaros de Baden-Baden), buen argumento para fijar el carácter realista de la obra del también destacado guionista y cuentista cántabro. Ese realismo, muy vinculado a su visión humanista, estuvo igualmente presente en su memorable serie televisiva Fortunata y Jacinta, sobre la novela de Benito Pérez Galdós, y se extendió hasta sus últimas películas en su mirada hacia los ecos de la violencia en España (Sombras en una batalla, La ciudad de los prodigios) y hacia los síntomas de crisis en nuestra sociedad (Después del sueño, Adosados), que han protagonizado los últimos veinte años de su filmografía.
Formado en el IIEC (Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas), las primeras películas de Mario Camus fueron punta de lanza del rupturista Nuevo Cine Español (Saura, Borau, Martín Patino, Picazo…), que, en la década de los años 60, renovó nuestra cinematografía, si bien también conoció puntos de fricción con las posibilidades de la industria, lo que llevó al cineasta a dirigir con impecable profesionalidad y con su acostumbrada solvencia técnica tres filmes musicales destinados a consolidar el estrellato del cantante Raphael. Gran lector, sus cualidades como escritor se han plasmado en sus guiones para otros colegas (Saura, Miró, Hermoso, Aristaráin…), así como en el traslado a la pantalla de grandes obras teatrales como El alcalde de Zalamea y La casa de Bernarda Alba.
Cinco de los ponentes del curso eligen para El Cultural sus películas o momentos más destacados de la obra de Mario Camus.
Young Sánchez
Por el novelista, guionista, director de cine y Premio Nacional de Literatura Vicente Molina Foix.
Elijo la segunda película de Mario Camus, que, vuelta a ver recientemente, me parece uno de los mejores títulos de su abundante y tan diversa filmografía. Camus fue en su generación, primera y fundadora del Nuevo Cine Español, quien más inclinación y sensibilidad mostró en la adaptación de textos literarios clásicos y contemporáneos, desde Lope de Vega, Galdós, Lorca y Barea hasta, entre otros, Cela, Delibes, Eduardo Mendoza o Juan Luis Cebrián. Young Sánchez, realizada en 1963, adapta magistralmente, ampliándolo, un breve relato homónimo de Ignacio Aldecoa que se publicó por vez primera en 1957. Aldecoa, con su fusión de realismo descarnado, oralidad sacada de la calle y estilizada poética narrativa, atrajo siempre a Camus, que ha llevado tres obras suyas al cine. Situada en Barcelona por razones de producción (el cuento sucede en Madrid), la película describe en un seco pero muy elocuente estilo documental (el metro, la fábrica, el barrio periférico, los descampados junto al mar, en una de las escenas más poderosas del film) el universo de los jóvenes boxeadores y los intermediarios mafiosos que los manipulan. Paco/Young, el mecánico que aspira a ser un campeón y por sacar a su familia de la miseria vende su alma al siniestro diablo Don Rafael, es un personaje lleno de vida y misterio, interpretado de manera intensa, anti-naturalista, por Julián Mateos, un gran actor que se acababa entonces de revelar y tuvo una carrera irregular aunque ambiciosa (también como productor de empeño), malograda por su prematura muerte.
Lola y el mar
Por la escritora y crítica de cine Nuria Vidal.
Lola está en el acantilado frente al mar. Ve a los niños que corren hacia ella. Bartolomé y Mirsad se sientan un poco separados de ella.
-Mirsad nunca había visto el mar-, dice Bartolomé.
-¿Y tú, cómo lo sabes?-, pregunta Lola.
-Porque me lo ha dicho.
-¿Y qué le parece?
-Le parece muy grande-, dice Bartolomé sentándose un poco más cerca de ella. Mirsad se levanta y se coloca al otro lado de Lola. Bartolomé se acerca más a Lola y se apoya en su hombro. Lola abraza a Mirsad y protege a Bartolomé.
-Ahí lo tenéis-, dice mirando al mar.
Los tres se quedan en silencio, juntos, frente al azul del mar que llena el horizonte.
Este momento de El color de las nubes, que Camus escogió para el cartel de la película, es uno de los más bonitos del filme y quizás, al menos para mí, uno de los más bonitos de todo su cine. En ese instante mágico se funde el tiempo, el pasado, el presente, el futuro. El amor que ha surgido entre esa mujer sola y esos niños abandonados, cristaliza en una mirada que no vemos y que sus espaldas unidas traslucen de emoción. Si me tengo que quedar con una sola imagen del cine de Mario Camus, es esta sin duda.
Los santos inocentes. Cinco notas apresuradas
Por el escritor y Premio Nacional de Narrativa Gustavo Martín Garzo.
1. Los santos inocentes, la película de Mario Camus, es un hermoso poema sobre los humillados. En la primera escena vemos a Azarías corriendo al cárabo e, inmediatamente, la fotografía de la familia de Paco el Bajo. Ellos van a ser los verdaderos protagonistas de la película.
2. Hay una escena en que Paco el bajo sigue con su olfato el rastro de la perdiz. El júbilo que expresa su rostro habla de un poder antiguo que nuestro mundo ha perdido. Y Mario Camus nos habla de ese poder.
3. La escena en que la grajilla, a la que Azarías se empeña en llamar su "milana", desciende haciendo círculos para posarse en su hombro, ante los ojos maravillados de todos los del cortijo, es la escena más hermosa de la película. La inocencia de Azarías le permite mantener un diálogo íntimo y constante con sus criaturas, y asistir al milagro de esa conjunción diaria entre lo natural y lo sobrenatural. La naturaleza, escribió Emily Dickinson, es la casa de la posibilidad. Azarías tiene la llave de la puerta de esa casa, y su tierna y milagrosa relación con la grajilla es la prueba inequívoca.
4. Su milana bonita, es una plegaria. Una oración que no pide nada, que se limita a celebrar la belleza del mundo, y a romper la incomunicabilidad de los seres y las cosas. Habla de un mundo donde nada está muerto. Azarías, en el psiquiátrico, no dispone ya de una plegaría semejante. Allí, separado del mundo, solo vemos su soledad.
5. Scott Fitzgerald decía que la tarea del artista es trabajar para los demás de modo que puedan aprovechar la luz y el brillo del mundo. Todo el cine de Mario Camus persigue lo mismo. Es una lucha para negar que la vida no tenga sentido, y para que no dejen de ser posibles cosas como la generosidad, la amistad y el perdón.
Los días del pasado
Por el periodista, crítico de cine y ex director de la Seminci de Valladolid Fernando Lara.
"Las arenas del mar, las gotas de la lluvia y los días del pasado… ¿quién podrá contarlos?", se pregunta el Eclesiástico en su epígrafe 1,2. Una bella frase que Camus sitúa al comienzo de Los días del pasado (1977), siguiendo su costumbre de iniciar las películas o partes de ellas con citas literarias. Pero, pese a la duda razonable que presenta el libro sagrado, Camus se lanza a responder a tan ardua cuestión y decide hacerlo situándose en la España de 1945 y, más concretamente, en un frío pueblecito cántabro en el que la escuela lleva cerrada seis años.
Hasta allí acude Juana, una malagueña de 27 años, no tanto por colmar sus sueños de maestra en tan reducido lugar, como por estar cerca del hombre al que ama, Antonio, que se ha unido al "maquis" tras la Guerra Civil y un periodo de siete años en Argelia y Francia, donde se insertó en la Resistencia contra el nazismo. No hay, por supuesto, una cita establecida, sino la lejana posibilidad de un encuentro en aquella zona que les permita reanudar su pasión amorosa…
En mi opinión, Los días del pasado es la mejor película de la amplia y riquísima filmografía de Mario Camus. Se da en ella la colusión entre Historia colectiva e historia individual de una manera que las hace necesarias a una y a otra, otorgándole un sentido especial a todo el conjunto. Pero también es una preciosa historia de amor, dotada de una sensibilidad y un sentido poético muy relevantes, con un profundo lirismo no tan frecuente en la obra del cineasta santanderino. E igualmente un relato de la dificultad de vivir, de superar la violencia que unos ejercen por idealismo y la contraviolencia que otros practican por obligación.
El otro cine de Mario Camus
Por el periodista musical y cultural, guionista de televisión y escritor José Ramón Pardo.
En los años 80, Mario Camus entró en el santuario de los grandes realizadores españoles con obras como Los santos inocentes o La colmena, hitos indispensables de nuestro cine post-transición. Pero cuando realizó estas dos películas llevaba firmada una larga carrera cinematográfica donde tocaba todos los géneros. Y a mí en particular, me interesa comentar las tres películas que rodó con y para Raphael, convertido en ese momento, 1966-1968, en la máxima figura musical de nuestro país. Son tres historias con cierto carácter biográfico, porque los seguidores del cantante, del 'Niño de Linares' seguían con fervor cada paso del artista.
La primera de estas películas es de 1966, año en que Raphael participó por primera vez en el festival de Eurovisión con un notable séptimo puesto, el mejor alcanzado por nuestro país desde que comenzó el certamen. La película era Cuando tú no estás y en la larga serie de canciones figura con una luz especial Yo soy aquel, la canción eurovisiva. La segunda película es de 1967, coincidiendo con la segunda aparición de Raphael en Eurovisión, donde quedó sexto con Hablemos del amor. Y naturalmente esta canción figura en el argumento del filme. El título de la película fue Al ponerse el sol, y se convirtió en una gran éxito y no solo en los países de habla hispana.
Su repercusión en Argentina hizo que la siguiente película, ya en el 68 (esta vez sin relación con Eurovisión, donde fue Massiel nuestra representante) fuera una coproducción de dicho país con una compañía española. En el guion estaba, entre otros, Antonio Gala. Y la canción estrella, que daba título a este tercer paso de Raphael por el cine, fue Digan lo que digan. En el listado de temas figuraba también Mi gran noche, otro de los éxitos no olvidados del artista.
Luego Raphael haría cuatro películas más. Y Mario Camus varias decenas. Pero es interesante contemplar, con ojos de ahora, ese momento de convergencia de dos talentos tan diferentes, y de cómo Mario Camus, sabiendo que las películas estaban al servicio de la estrella, supo sacar partido al cantante como actor y a las manidas historias que caracterizaban el cine musical español del momento.