Deconstrucción del crimen y la estupidez de Armstrong
Ben Foster da vida a Lance Armstrong en The Program
La confesión de Lance Armstrong dio paso a la decepción y el fraude más devastadores del deporte profesional. Retratado como un villano, el británico Stephen Frears pone en escena en The Program cómo el ciclista engañó a todo el mundo durante tanto tiempo, y recorre su trayecto de la gloria a la humillación.
La película es un tratado sobre la mentira y la ofuscación, el retrato de una personalidad altamente competitiva atrapada en el laberinto de su ego y las traiciones de su orgullo, de alguien que después de vencer al cáncer y convertirse en el último gran héroe americano siente que es inmune a cualquier desgracia. "Solo he tratado de contar la historia tal y como fue -explica el veterano Frears-. No he tratado de villanizar a Armstrong ni nada por el estilo. Conquistó siete Tours de Francia. Pero mintió, engañó a todos. Y al mismo tiempo dirigía una fundación contra el cáncer. Es un caso muy morboso y complejo. Aunque hubiera querido empatizar con el personaje, hizo lo que hizo". El filme, de hecho, narra todo el trayecto profesional del ciclista, desde principios de los años noventa hasta su confesión pública del crimen continuado de dopaje.
Fábula criminal
The Program es por tanto una fábula criminal, enriquecida por la gran intepretación de Ben Foster y por la exposición minuciosa de unos hechos que, en sí mismos, y sin necesidad de esclarecimientos psicológicos tan propios del género, revelan el escurridizo carácter de Armstrong. No hay especulación en torno a la psique del ciclista. Cuando era un joven atleta y viajó a competir a Europa, encontró muchas dificultades para mantenerse a la altura de los mejores escaladores del viejo continente en los puertos de montaña. Entró por entonces en la escena de su vida, y de la película, el doctor italiano Michel Ferrari (Guillame Canet), un mad doc experimentando con transfusiones de sangre y sustancias ilegales.El autor de Alta fidelidad (2000) y The Queen (2006), que siempre ha hecho gala de su eclecticismo para filmar historias muy distintas -"nunca me creí esa basura de la política de autor", le dijo a la revista Sight & Sound-, está desde luego más interesado en poner en escena los mecanismos del encubrimiento a lo largo de tantos años -y cómo el obligado silencio afectó a sus compañeros de equipo- que en el ciclismo y sus particularidades. "Ha sido un largo y minucioso proceso de investigación -explica el cineasta británico-. He tenido que informarme con todo tipo de personas de su entorno. Me han dicho que es un relato muy preciso. No puedes hacer una película así sin estar rodeado de abogados. No sé qué pensará Armstrong de la película, si le gustará o no, pero tengo entendido que ahora le cuesta mirar a los ojos a la gente cuando habla con ella. Supongo que es una reacción natural".
De partida es antinatural y extraño que el protagonista de The Program sea el villano del drama, pero lo que más puede perturbar es que el héroe tradicional sea el antagonista, que prácticamente no aparece hasta mediada la mitad del metraje. Se trata del periodista británico del Sunday Times David Walsh (Chris O'Dowd), en cuya investigación Siete pecados capitales está de hecho basada la película. Al auténtico Walsh le vimos en La mentira de Lance Armstrong (2013), el documental de Alex Gibney que ya articulaba el relato del mayor fraude de la historia deportiva. Lo que pone en forma Frears es una fábula moderna en torno al poder y la ambición. Si el documental dedicaba mayor foco en cómo los que fueron silenciados una y otra vez finalmente se hicieron oír, la película se centra precisamente en cómo Armstrong construyó el muro de credibilidad y la imagen de héroe incorruptible a lo largo de los años, símbolo de la esperanza y el sacrificio hacia el éxito.
"Para ser honesto, él estaba haciendo mejor que nadie lo que todo el mundo hacía", le dijo Frears a la revista Crave. "Se han tomando drogas en el Tour desde que empezó. Armstrong lo hizo mejor que nadie durante más tiempo que nadie. No sé si le funcionó porque era más rico o estaba más organizado. Cuando le quitaron los títulos, dijeron que no podían entregar los 200 millones de premio a ningún otro ciclista pues posiblemente todos estaban haciendo lo mismo". Frears construye un paisaje devastador con su mirada fría y descarnada a la corrupción del deporte de élite, reforzada por un retrato del personaje que huye de insistir en la vertiente familiar y emotiva, como marido por partida doble y padre de cinco hijos.
La película es una fábula moderna en torno al poder y la ambición, que retrata cómo Armstrong construyó la imagen del héroe incorruptible
El estilo invisible
Con The Program, el británico que no se considera autor vuelve a ofrecer otra crónica de nuestra historia reciente y, a su modo, de la cultura pop. Y de nuevo lo hace con notable solvencia, evocando ese estilo invisible que parece caracterizar sus películas, que nunca molesta ni se da importancia, pero que cumple con extraordinaria eficacia su cometido. Narrador visual propulsado por un ritmo impecable, sigue pedaleando sin cesar y sin aparente ayuda de anabolizantes: desde que tiene derecho a la pensión de jubilado, Frears ha realizado nada menos que seis películas. De hecho, la última no es The Program, pues en mayo estrenó Florence Foster Jenkins en Gran Bretaña. Aplaudido por la crítica, el filme relata la verdadera historia de una rica heredera con una voz terrible que labra su propia carrera como soprano. Con Meryl Streep y Hugh Grant, el relato es una réplica de la reciente comedia francesa Marguerite, de Xavier Giannoli, también basada en un caso real, el de la aristócrata Marguerite Dumont en la belle époque parisina.@carlosreviriego