Jia Zhang-ke mueve montañas
La actriz Zhao Tao, musa del director Jia Zhang-ke
El mejor y más fiable de los cineastas chinos que han abordado las profundas transformaciones de su país en los últimos años, Jia Zhang-ke, estrena Más allá de las montañas. El director de The World construye un retrato estructurado en bloques narrativos donde muestra los sentimientos de soledad y aislamiento provocados por las presiones sociales de una nación devorada por la industria, la tecnología y el progreso económico.
A lo largo de la película, de hecho, un río se convertirá en testigo de los profundos cambios personales y sociales que se producen en el espacio de un cuarto de siglo. Comprimida en tres bloques, prácticamente a modo de viñetas, situados en 1999, 2014 y 2025, la última película del venerado Jia Zhang-ke (Shaanxi, China, 1970), acaso el mejor y más fiable de los cineastas chinos que ha retratado las profundas transformaciones de su país en el cambio de milenio, rastrea las vidas de tres amigos de infancia en la tierra natal del cineasta: la bailarina y cantante Sehn Tao (en una de las mejores interpretaciones de Zhao Tao, musa del cineasta), el arrogante empresario Zhang (Zhang Yi) y el humilde minero Liangzi (Liang Jin Dong). Cada uno de los bloques narrativos se alimenta de los sentimientos de soledad y aislamiento que genera en sus habitantes las presiones sociales de una nación devorada por la industria, la tecnología y el progreso económico. "¿Qué ocurre cuando todas esas transformaciones sociales invaden nuestro territorio íntimo? Eso es lo que quería explorar", dice el cineasta.
"En mis anteriores películas -explica el autor de la imprescindible The World (2004)-, con sus jóvenes protagonistas siempre vagabundeando, las historias trataban sobre la búsqueda de la libertad personal en tiempos de desaparición cultural. Por primera vez, ahora quería que el corazón de la película fueran los sentimientos y las relaciones de los personajes", comenta el cineasta en la revista Film Comment. En su búsqueda de una vida próspera, Tao debe escoger entre dos amores, pero su decisión de casarse con Zhang abre una fractura en la amistad a tres bandas, y eventualmente conducirá a un divorcio que obliga a Tao a despedirse de su hijo Dollar (Dong Zijan) cuando éste queda bajo la custodia de su padre, primero en Shanghai (2014) y luego en Melbourne (2025). En ese futurible, el director proyecta los efectos de una globalización que amenaza incluso a la existencia del idioma chino, sustituido por el inglés. "Detrás de los asuntos lingüísticos está la desaparición de una tradición, una cultura y una identidad individual. Nuestra lengua define los límites de quiénes somos", sostiene el director.
Sentimientos universales
Mientras que para su anterior filme, Un toque de violencia (2013), Zhang-ke se inspiró en acontecimientos leídos en los periódicos para construir un ensangrentado tapiz de rabia, oscuridad y pesimismo, en Más allá de las montañas el director proyecta sus propias relaciones y experiencias personales. "Creo que la película lidia con los sentimientos más universales que nunca he reflejado en mi trabajo, porque quizá la existencia emocional es la más fundamental", dice el cineasta que a raíz de sus primeros trabajos, Pickpocket (1997), Platform (2000) y Unkown Pleasures (2002) -todos ellos editados en un lujoso pack de DVD por Intermedio-, se convirtió automáticamente en la mirada de referencia de la llamada Sexta Generación del cine chino, la que surgió con actitud crítica tras las revueltas de Tiananmen, eclipsando a otras voces como las de Wang Xiaoshuai (La bicicleta de Pekín, 2001) o Lou Ye (Río Suzhou, 2000).Zhiang-ke es un cronista de su tiempo y su lugar pero también una suerte de visionario del cine del siglo XXI, que en películas como Naturaleza muerta (2006, León de Oro en Venecia) trasladó a la nueva piel del cine una poderosa reflexión sobre su naturaleza digital y las posibilidades plásticas y narrativas que ofrece. En Más allá de las montañas se propone otorgarle una dimensión matérica a los estragos del tiempo, y con el empleo de tres formatos de pantalla distintos propone un vivo debate entre el clasicismo y la modernidad cinematográficas, que sin embargo se conjugan en un mismo espacio melodramático, un mismo propósito vital y un mismo diapasón emocional. Con el ratio 1.33 replica el formato cuadrado de los años noventa, mientras que para el tiempo presente la pantalla se amplía al standard 1.85 y el formato anamórfico y panorámico lo destina al inclemente futuro que imagina en Australia. El trayecto de "occidentalización" y "aperturismo" chino se traduce visualmente en el "ensanchamiento" de la mirada.
Confabulando la épica histórica y la dimensión íntima de los personajes, el arco temporal que recorre la evolución existencial de una amistad entre dos hombres rota por el amor de una mujer, impone poco a poco su telón de fondo, que retrata la progresiva deshumanización y la metástasis que ejerce el capitalismo en la sociedad china de tradición comunista. "El personaje de Dollar, el hijo, ha llevado una vida predestinada por sus predecesores -explica Zhang-ke-. Los momentos clave de su existencia siempre los han determinado fuerzas externas. Como escritor siento un gran amor por este personaje, porque todos nos hemos encontrado en ese punto entre el pasado predestinado y la incógnita del futuro, y es justo en esa zona donde se abre una posibilidad para la libertad y la revolución". Dollar encarna el legado de la esquizofrénica relación sentimental de Tao con dos hombres que encarnan dos conceptos, y que no deja de apelar a la propia esquizofrenia de un país preso de sus contradicciones, a caballo entre las convicciones comunistas y las prácticas del salvaje capitalismo.
No deja de ser un imperativo, por lo tanto, que los tres personajes principales del relato vaguen como espectros a lo largo de Más allá de las montañas, entrando y saliendo de la pantalla mientras agujerean el relato con amplias elipsis que parecen hurtar al espectador el destino de sus vidas. "Quiero que sea el espectador quien llene esos huecos con sus propias experiencias y con su imaginación -asegura el cineasta chino-. Podemos imaginarnos qué le ocurre a un pobre minero de la China rural cuando enferma gravemente, o qué le pasa a una madre después de ver cómo su único hijo se va de casa, pero la intensidad emocional de estos dramas puede verse mermada con demasiada exposición".
Acaso como le ocurriera al trabajo de su contemporáneo el japonés Hirokazu Kore-eda, la obra de Zhang-ke ha ido introduciendo una esfera emocional a sus retratos generacionales, explorando las tribulaciones de la intimidad para revelar las transformaciones colectivas. Grandes asuntos como los movimientos migratorios, el vacío de la globalización y la pérdida de identidad encuentran su canal de invocación en los sentimientos de tres personajes que crecen fuertemente unidos para acabar brutalmente distanciados. El vector en el que todo confluye, la fuerza motora que hace y deshace, es el amor de Tao y su supuesto error al hacerle caso a la mente y no al corazón. Ella es el alma del filme, con sus bailes empieza y termina, símbolo acaso de una patria desplazada por el tiempo pero con el corazón intacto.
@carlosreviriego