The end of the Tour sortea con talento la tentación de la mixtificación o el sentimentalismo y aborda con sinceridad la figura de un mito de la cultura norteamericana como Foster Wallace.
Rechazada de plano por la familia de David Foster Wallace y su mejor amigo oficial, Jonathan Franzen, The End of the Tour tiene la curiosa particularidad de ser la biografía no autorizada del malogrado escritor, emblema en los últimos años de una literatura "difícil" y al mismo tiempo pop, una conjunción perfecta entre la oscuridad del genio para minorías y la facultad de hablar de la cultura de masas para ofrecernos una visión deformada de la misma. Una suerte de contradicción en los términos tan seductora como magistral en su prosa que según la película el propio Foster Wallace vivía de forma angustiosa sintiéndose perpetuamente culpable por su afición a ver Falcon Crest y Dinastía de forma compulsiva al mismo tiempo que profundizaba en los secretos y misterios de la alta literatura.
Casualidades de la vida, The End of The Tour tiene un planteamiento parecido al de otra película reciente, Life, de Anton Corbijn, en la que se retrataba a otro mito de la cultura estadounidense, y por ende mundial, como James Dean a través de la relación con el fotógrafo que lo canonizó con sus famosas fotos en Nueva York y con su familia. En esta ocasión, se trata de un periodista con ínfulas de escritor, David Lipsky (Jesse Eisenberg) quien va a entrevistar a Foster Wallace no cuando es un artista casi desconocido a punto de estrenar su primera película importante sino que acaba de ser consagrado por todos los medios de prestigio como el nuevo "gran escritor americano" tras la publicación de su monumental La broma infinita. Y Lipsky consigue lo imposible, que Rolling Stone entreviste a un escritor por primera vez en años, aunque el reportaje nunca llegó a ser publicado (la película se basa en un libro que escribió Lipsky sobre el encuentro después del suicidio de Wallace).
En Estados Unidos el periodismo de revistas como Rolling Stone se hace con una generosidad de medios y tiempo que en España nos resulta insólita y Lipsky/Eisenberg comparte varios días con el escritor cuando éste finaliza su gira, triunfal, de presentación de su novela por ciudades de provincias de Estados Unidos. Y llegamos a la madre del asunto, Wallace, a quien Jason Segel (actor conocido sobre todo por comedias como Paso de ti (2008, que a pesar de su título es bastante buena) o Todo sobre mi desmadre (2010), que no he visto. En el papel de su vida, Segel lo da literalmente todo y tan entregado parece que por momentos a su interpretación parece sobrarle rigor y faltarle algo de alma. Dicho de otra manera, Segel se empeña demasiado en ser Wallace y por el camino pierde una cierta autenticidad aunque su imitación sea por momentos asombrosa.
Eisenberg, icono del cine indie, clava sin embargo su interpretación del "ansioso" Lipsky, ese joven periodista de Rolling Stone ambicioso y frustrado por el semifracaso de su primera novela que es incapaz de comprender por qué Wallace es tan desgraciado si tiene todo lo que él desearía, o sea, el éxito literario. Lo que queda es un duelo entre el entrevistador y el entrevistado que el filme quiere convertir en una traslación de la cuestión sobre la autenticidad en el mundo postcapitalista que el propio Wallace se plantea en sus novelas: cuanto más lucha por apartarse del estereotipo del escritor raro, sospechoso de adicción a sustancias, depresivo y ensimismado más se le parece entrando en una espiral sin límites dónde ya es imposible saber si su propia renuencia a ser canonizado es precisamente lo que canoniza a Wallace, el escritor que no quiere "parecer que quiere salir en Rolling Stone" y precisamente por eso es aún más Rolling Stone.
Esta es la paradoja que plantea el filme. Wallace no quiere gustar y sin embargo gusta, sumiéndole en la desesperación existencial, mientras su entrevistador desea desesperadamente gustar y no lo consigue sumiéndole en el desconsuelo. El joven mundano de Nueva York que sueña con ser agasajado en las mejores fiestas contra el treintañero que vive aislado del mundo en un pueblo perdido de la mano de Dios en un paisaje helado con sus dos perros y lamentándose constantemente de su dificultad para "echar un polvo". The end of the Tour sortea con talento la tentación de la mixtificación o el sentimentalismo para lanzar un retrato crudo de dos almas atormentadas que son incapaces de comunicarse porque desean cosas muy distintas el uno del otro. Es una reflexión sobre el papel del artista contemporáneo, sobre la vanidad, el ego, y la verdad dolorosa detrás del mito del artista doliente que quizá es admirado por su martirio, pero sufre.