Imagen de Right Now, Wrong Then
Viejo conocido del Festival de Gijón, hace tan solo dos años que el certamen le dedicó a Hong Sang Soo un completo ciclo y en su 53 edición se ha coronado como máximo ganador con una de sus mejores películas, Right Now, Wrong Then, en la que le da una nueva vuelta de tuerca a su particular estilo, esas historias minúsculas protagonizadas por hombres románticos y soñadores que le han ganado el apodo de ser el Rohmer asiático. En esta ocasión, también podemos adivinar en el atribulado protagonista, un director de cine casado y con hijos que viaja a una ciudad de provincias para presentar una película, a un alter ego del propio cineasta. En dos partes, el filme nos cuenta en sendas ocasiones la misma anécdota, su encuentro con una joven pintora de la que se enamora. La diferencia es que en la primera lo hace "bien" y en la segunda parte, quizá la soñada o deseada en la realidad, lo hace "mal".Metáfora sobre las segundas oportunidades y la dificultad para que nos sintamos juzgados por cómo somos y no por cómo nos comportamos, Right Now, Wrong Then peca de un exceso de duración (las dos horas se hacen largas) pero es sin duda una de las mejores obras del autor de Haewon, la hija de nadie o En otro país por la forma tan inteligente en que penetra en nuestros anhelos de perfeccionar un vida imperfecta que además tiene la desventaja de no dar marcha atrás. Reflexión asimismo sobre la fama, sobre sus lastres y sus ventajas (el protagonista se desespera por su celebridad pero tampoco es capaz de dejar de usarla para conquistar a la chica), es un filme brillante y muy agudo que deja poso y sorprende por su originalidad y sutileza.
El Premio Principado de Asturias ha sido, pues, para una película asiática en una edición con marcado tono asiático en el que la estrella ha sido el tailandés Apichatpong Weerasathakul, homenajeado en el certamen. Una edición con un exceso de cine juvenil en la que han triunfado, paradójicamente, dos veteranos como el propio Hong Sang Soo o el mexicano Arturo Ripstein, que ha ganado el premio al mejor director por La calle de la amargura, donde retrata el asesinato de dos enanos a manos de dos prostitutas en un filme en el que, según el Jurado, se "huele la miseria".
Llegué a mitad de camino y alguna joya pude pescar. Recién estrenada en nuestro país, The Diary of a Teenage Girl, de Marielle Heller, está basada en una famosa novela gráfica de los años 70 de Phoebe Gloeckner. Procaz, mordaz y sensible, el filme narra el proceso de maduración de una adolescente (Bel Powley) que se acuesta con el novio de su madre y comienza a descubrir el sexo. Ganadora del premio a la mejor dirección artística, el filme recrea con fidelidad esa California contracultural de los 70 utilizando de forma ingeniosa y efectiva el recurso de las ilustraciones de la propia autora. Con sensibilidad, unas gotas de provocación y manteniendo un tono justo entre lo lúdico y lo terrible, la película acompaña a esta joven independiente en su camino hacia la construcción de su identidad adentrándose en un terreno como el de la sexualidad femenina sin caer en tópicos, moralinas ni discursos frívolos. Más allá de los tópicos indies, la película nos conquista con esa protagonista tan osada como frágil.
Otra buena película, One Breath (Respira), película alemana de Christian Zübert, trata sobre las siempre conflictivas relaciones entre Europa del Norte y del Sur a partir de la historia de dos mujeres muy distintas. Una de ellas es una emigrante griega en Frankfurt, embarazada y sola porque su novio no quiere acompañarla. La otra, una mujer en apariencia fría y malcarada para la que trabaja cuidando a su hija. Reflexión en clave de fábula sobre las diferencias sociales, Zübert construye un sólido drama con elementos de thriller psicológico sobre dos personas que sufren y al mismo tiempo se enfrentan a una situación de injusticia. ¿Es mayor el dolor de la griega porque su vida es mucho más difícil? Sentimientos como el complejo de culpa occidental y el egoísmo se mezclan y dialogan en este filme interesante que nos acerca a una realidad sangrante y cotidiana de forma sutil y estimulante.
En un pase especial veo Sonata para violoncelo, debut de Anna M. Bofarrull, que se está estrenando estos días en varias ciudades de nuestro país. Cuenta la catarsis personal de una concertista (Montse German) próxima a los 50 años que está liada con un joven músico, enfrentada con su hija y trata de enfrentarse a unos extraños dolores que la paralizan. Lo más interesante del filme es el reflejo de una persona que ha decidido aislarse a sí misma como forma de protegerse del mundo exterior refugiándose en la música. German da vida a su tormentosa protagonista con vigor y lo peor llega por un exceso de pretenciosidad de alta cultura que se acaba convirtiendo en una serie de tópicos sobre el "sacrificio" del artista.
Quizá como rémora del pasado, el Festival de Gijón sigue apostando, de forma desmedida, por los filmes de temática juvenil. Brevemente, comento algunas películas claramente insatisfactorias. Umrika, de Prashant Nair, habla sobre un joven de un poblado mísero de la India en el que la máxima emoción son unas cartas que envía su hermano, emigrado a Estados Unidos, donde aparentemente disfruta de un gran éxito. La película se deja ver pero cae en casi todos los tópicos orientalistas: el pueblo ingenuo y bienintencionado, las costumbres pintorescas y los abuelos cascarrabias. Más. La holandesa Zurich, de Sacha Polak, trata el proceso de destrucción personal de una mujer que ha sufrido una terrible pérdida y se dedica a dejarse magrear en los parkings. Creo que la próxima vez que vea una película que empieza con los jadeos de la protagonista voy a matar a alguien. Tópica y ya vista, Zurich abusa del asunto del duelo para contar lo mismo por enésima vez. La belga Black, de Adil El Arbi y Billal Fallah, nos acerca al mundo de las barriadas de inmigrantes de Bruselas, un lugar en el que desgraciadamente actualmente reside toda la atención informativa. Nos cuenta la clásica historia de Romeo y Julieta a partir del romance entre un magrebí y una chica negra en medio de una guerra de bandas. Con hechuras televisivas, es una película estrictamente válida para la muchachada.