Cesc Gay en el Festival Internacional de Cine de Toronto 2015
Después de dirigir distintas películas corales como V.O.S, En la ciudad o Krámpack, Cesc Gay (Barcelona, 1967), director de la galardonada Una pistola en cada mano, se ha decidido a embarcarse en una comedia mucho más íntima, Truman, protagonizada por el riojano Javier Cámara y el argentino Ricardo Darín. La película es, según el director, "un intento de navegar con humor por los asuntos tristes de la vida, una oda a la amistad y al amor" que relata el reencuentro entre dos viejos amigos que se reúnen en Canadá tras varios años sin verse.Pregunta.- La historia de amistad y muerte que relata Truman podría haberse deslizado por el gran drama, pero la película siempre busca un espíritu luminoso...
Respuesta.- No quería hacer un gran drama, porque ya la situación lo es, así que me preocupé por frivolizarla un poco. Y en eso fueron cruciales Ricardo (Darín) y Javier (Cámara), que siempre ayudan a que este tipo de películas lleguen mejor al público. Porque no es una película fácil. Trata un tema duro. Por lo tanto nos preocupamos mucho de encontrar el tono adecuado y mantenerlo en equilibrio.
P.- ¿Cómo trabaja esa búsqueda?
R.- Siempre lo hago igual Cuando empiezo con los ensayos, que fueron en casa de Javier por las mañanas, lo que hago es una lectura enfocada a entender día a día cómo estamos contando la historia. Van surgiendo ideas que me sirven mucho para reescribir. A partir de los ensayos, varío el guión, y cuando filmas en el fondo está todo bastante claro.
P.- Es la primera vez que filma en Madrid. ¿Por qué siente la necesidad de salir de Barcelona por primera vez en su filmografía?
R.- Barcelona es una ciudad que la he filmado mucho y tenía ganas de salir, y sobre todo que cuando Ricardo me dijo que hacía la película, lo cierto es que no me lo imaginé en Barcelona. Es mi ciudad, mi lengua, y me pareció más natural hacer la película en castellano, y por eso me la llevé a Madrid, porque me parecería muy extraño rodar en castellano en Cataluña. Y a esto se suma mis ganas de salir.
P.- ¿Y cómo ha sido la experiencia? ¿Quería retratar algún aspecto singular de la ciudad?
R.- Ciertamente no. Yo en las ciudades siempre tiendo a rodar en calles pequeñas, de escala humana, huyendo de amplios paisajes urbanos y avenidas. Si rodara en Nueva York creo que acabaría también en algún tipo de barrio similar a los que he filmado en Barcelona o Madrid. Todas las ciudades al final se parecen. Fue un rodaje muy agradable.
P.- ¿Qué chispa puso en marcha la película?
R.- Empiezo a escribir a partir de mi entorno. A mi edad ya empiezo a ver cómo personas cercanas desaparecen o sufren, amigos y familiares que se enfrentan a la muerte, y eso me lleva a escribir sobre sus experiencias. Me interesa especialmente cómo nos relacionamos con ello, y casi más desde la figura del acompañante, pues la película se cuenta desde el punto de vista de Tomás (Javier Cámara). Entonces la imaginé como una especie de paseo que dura cuatro días entre dos amigos, Julián y Tomás, que hablan y van de un lugar a otro.
P.- El film transcurre en un modo presente, centrándose en esos cuatro días, y apenas aporta información sobre el pasado de ambos personajes...
R.- Sí, no me interesaba explicar de dónde proceden, apenas algunas pinceladas, pero el pasado debe aportarlo el espectador. Esa aparente necesidad de contar el pasado es algo que me molestaba, no aportaría gran cosa. Lo interesante es seguirles en su situación presente, visitando al veterinario, al médico, una pelea en un restaurante, etc. La amistad todo el mundo la entiende. La escena de Elvira Mínguez, que se los encuentra en la calle y dice algo así como "los inseparables", ya lo explica todo en cierto modo.
P.- Julián y Tomás tienen personalidades muy distintas, incluso son de países distintos, y eso genera un contraste que enriquece la historia...
R.- Creo que es muy interesante que uno sea argentino y otro madrileño, aporta una textura especial a la historia. La comunicación y la relación entre ellos sería muy distinta si ambos fueran madrileños, por ejemplo. Creo que eso hace la película más rica. Ricardo como argentino y personaje lo vive desde un lugar menos contenido, mucho más valiente, sin pelos en la lengua. La fuerza que puede tener la película radica en la personalidad de alguien que va de frente, que dice y hace lo que piensa.
P.- La historia de paternidad en la película, y la consiguiente escapada a Amsterdam, añade otro elemento de emoción a la historia. ¿Hasta qué punto era un lugar de destino en el relato la relación paternofilial?
R.- Es una capa más que añado porque también la introduzco prácticamente como un elemento sorpresa. Yo creo que está bien que las pelícuals no te cuenten todo del personaje, y que a mitad de película podamos descubrir que uno de los protagonistas tiene un hijo. Me permitía plantear más claramente la difícil situación de tener que despedirse de tus seres queridos, de si debes comunicar tu decisión de desaparecer o no, y sobre todo cómo se comunica algo así. ¿Hay que ser sinceros hasta el final?
La naturalidad interpretativa de Cámara y Darín es un elemento esencial de Truman
R.- Creo que los actores tienen un ADN que les hace ser muy sinceros, muy honestos. Tienen una relación con su parte emocional y sentimental mucho más sana que el resto de mortales, porque trabajan con ello, sus emociones son su material, sus herramientas de trabajo. Me parecía importante justificar en la personalidad y el oficio de Tomás la naturalidad con la que aparentemente lleva su tremenda decisión, con la que nadie en principio está de acuerdo.
P.- Digamos que la película cuenta el proceso por el que pasa Javier Cámara para llegar a aceptar esa decisión, y desistir de tratar de convencerle de lo contrario...
R.- Sí, ese es el viaje de transformación de la película. Es su punto de vista, con el que quiero que el espectador se identifique. Aunque el título del film es el nombre del perro de Tomás, a quien está tan apegado, en verdad el perro es un mecanismo para suavizar y endulzar el drama que hay detrás. Lo que hace en el fondo es despistar. Desviamos la atención de un hombre que se va a matar [porque no quiere pasar por el sufrimiento del cáncer] y la centramos en su preocupación por dejarle en buenas manos cuando él ya no esté.
P.- Aunque sean películas muy distintas, la premisa del film recuerda a El fuego fatuo, de Louis Malle, sobre cómo un suicida se va despidiendo de sus amigos y conocidos...
R.- No conozco esa película. Si lo llego a saber la hubiera visto, porque ese gesto, el de la despedida, me interesa mucho...
P.- ¿Ha trabajado con algún referente concreto?
R.- La verdad es que no demasiado. Me comentaron la similitud con la película de Denys Arcand, Las invasiones bárbaras, del tipo que reúne a sus amigos antes de morir, pero en verdad no tienen mucho que ver. Generalmente las referencias me producen un sentimiento de rechazo, prefiero no ver nada relacionado con lo que estoy haciendo, supongo que para no contagiarme.
P.- Es ya un viejo conocido en San Sebastián. Ha sido un festival muy importante en su carrera, ¿no es así?
R.- Desde luego. Allí presenté mi primer película, Hotel Room, cuando era un perfecto desconocido, y tuve la suerte de ir seleccionado a Zabaltegi. En cierta manera, Zinemaldia me cambió la vida. Unos años después fui a concurso con En la ciudad, y la experiencia fue muy gratificante y muy buena para la vida de la película. Y hace unos años estuve de jurado, que fue toda una experiencia.
P.- Como en todo gran festival, una película a concurso puede salir muy fortalecida, pero también puede ocurrir lo contrario. ¿Cómo gestiona las expectativa?
R.- Pues de la única manera que sé, con confianza. Creo que eso es lo primero. Debes confiar en lo que has hecho, y pensar que lo que pueda pasar es para bien. Pensar sobre todo que es un escaparate fantástico para que la vea la prensa, los distribuidores y el público. Así prefiero verlo yo, más allá del concurso o la competición. A veces es verdad que uno puede salir muy caliente de un festival porque le han dado por todos lados, pero creo que no hay que ir con ese espíritu, sino con la idea de vivirlo como una pequeña fiesta, un lugar de intercambio, donde te encuentras a tus compañeros.
@carlosreviriego