Nueva ley del cine: viejos y nuevos problemas
La nueva ley se parece mucho a la 'vieja-vieja' ley del cine en cuanto que marca el regreso a las subvenciones anticipadas
14 mayo, 2015 02:00José Ignacio Wert y Enrique González Macho en la Gala de los goya de 2013
El Consejo de ministros ha aprobado esta mañana la nueva ley del cine, tres años después de anunciarla. Lo más curioso es que la nueva ley del cine se parece muy poco a esa ley del cine destinada teóricamente a fomentar la inversión privada mediante exenciones fiscales y mucho a la vieja-vieja ley del cine en cuanto que marca el regreso de las subvenciones anticipadas. Estas son algunas de la claves de la nueva legislación:1. Seguridad jurídica. Productores y Gobierno estaban de acuerdo en que las amortizaciones, subvenciones a posteriori en función del resultado de taquilla, no funcionaban. Para el Gobierno no funcionaban porque, como ha dicho hoy Wert después del Consejo de Ministros, ha provocado que se hagan "demasiadas películas" y "al límite para cobrar las ayudas". Dice Wert que la ley ha sido "totalmente inservible", lo cual es curioso porque fue el Gobierno de Aznar el que se las inventó en los años 90 y hay que decir que en su momento fueron buena idea. El cine español venía del modelo al que ahora va y se había generado una suerte de grupúsculo de directores y productores abonados al sistema y un montón de gente fuera del sistema. Eran otros tiempos, o no. Ese mal fue sustituido por otros dos: las trampas (la autocompra de entradas ha sido frecuente) y más trampas, productores que hacían películas a sabiendas de que el negocio saldría fuera o no fuera bien la película porque las ayudas (hinchando las facturas) acabarían cubriendo el presupuesto total, incluido su sueldo. Las amortizaciones se pagaban dos años después y mientras hubo dinero nadie se quejó demasiado, el problema vino cuando se cortó el grifo y los productores dejaron de cobrar el dinero que esperaban. Hoy mismo también se ha anunciado que se destinarán 16 millones a pagar deudas en algunos casos eternas.
2. Inseguridad moral. Las amortizaciones, que durante mucho tiempo fueron motivo de alegría y prodigalidad, han sido a la postre la tumba de un cine español excesivamente adicto a lo público que ha sufrido lo indecible estos últimos años por la morosidad del Gobierno. Es cierto que las trampas estaban a la orden del día, también lo es que la frialdad de los números y porcentajes ponían un poco de matemático orden en la concesión de ayudas. Porque surge un nuevo problema: ¿en base a qué se concederán las nuevas ayudas? ¿Quién lo hará y por qué? El mundo del cine tiene un problema, las películas son buenas o malas en función de los ojos de quien las mira y la objetividad es imposible. ¿Se beneficiarán proyectos de directores y productores consagrados por la seguridad que aportan pero se cerrarán las puertas de acceso a cualquier elemento nuevo? El cine español tiene una tendencia notoria por el nepotismo y los grupos cerrados y el riesgo existe. Sería bueno que cada reunión del ICAA no se convierta en una merienda de negros.
3. El cine español va bien, pero podría ir mucho mejor. El sector saca pecho con las cuotas de pantalla (en torno al 25% dos años consecutivos) y hay que celebrar que el año pasado las dos películas más taquilleras, Ocho apellidos vascos y El niño, fueran españolas. Asistimos, sin embargo, a un proceso que parece imparable en el que un cine industrial, de perfil claramente comercial y realizado muchas veces en base a una fórmula acabe dominando todo el panorama. La industria española ha mejorado de manera increíble en la fractura técnica de sus películas, las promociona infinitamente mejor y es raro ver películas españolas con una producción decente que sean terribles como antes las había. La industria se ha profesionalizado, pero por el camino parece que se ha olvidado de los artistas. La prioridad del nuevo ICAA debería ser ayudar a que ese cine comercial siga su camino pero sobre todo sacar al cine de autor del hoyo en el que se encuentra. Más que nunca es el momento de recordar que el cine además de entretenimiento es arte y cultura. Sería bueno que el ministerio de cultura hiciera un poco de ministerio de cultura si no queremos un cine español que sea todos los años una fotocopia de lo que tuvo éxito dos años antes.
Posdata. Detrás de la alegría de FAPAE, comprensible, por la aprobación de una ley que durante mucho tiempo pareció imposible están los manejos del ICAA que está actuando de manera implacable con el asunto de la autocompra de entradas. No son pocos los productores que la están pasando canutas y se dice, se comenta que la caída de Enrique González Macho de la presidencia de la Academia así como el cierre de Alta Films podría estar muy relacionado con este turbio asunto en el que, cabe decir, mucho me temo que está metido todo el mundo. La verdadera historia del cine español está por contar. No está muy claro si algún día se contará.