Psicopatías entre el carbón y el hielo
Black coal, del chino Yi´nan, un filme noir que nos sorprende en cada secuencia
El chino Diao Yi'nan recogió el Oso de Oro de Berlín con Black Coal, sombría crónica negra sobre la investigación de varios asesinatos en Manchuria. Llega a salas españolas este filme que propulsa el género policíaco a lugares insólitos, entre la melancolía, el humor y el dolor
El territorio que hay que olvidar -que Zhang debería olvidar- es una cantera en Manchuria, en 1999, y el carbón del título es adonde va a parar una mano descuartizada con la que arranca la primera secuencia del filme y también el caso de homicidios en serie que ocupará el relato. Zhang pronto identifica al sospechoso del asesinato y a la víctima, un trabajador de una fábrica y marido de Wu Zhizhen (Gwei Lun Mei), empleada de una lavandería. Lo que debería haber sido un arresto rutinario en una peluquería se transforma en uno de los más absurdos, cómicos y brutales tiroteos que podemos recordar. Desde entonces, desde ese plano fijo, en el que como ocurre en Haneke la violencia surge inesperadamente del interior de la imagen, no podemos más que quedar atrapados en la turbia crónica de psicopatías, secretos y callejones sin salida que nos depara Black Coal. Atrapados como Zhang.
Cinco años después, el inspector no ha superado el trauma de la carnicería. Herido de amor y ahogado en una botella, abandonó el cuerpo de Policía y trabaja como guarda de seguridad. Pero su antiguo compañero le informa que el asesino de los desmembramientos ha vuelto: se han producido dos nuevos asesinatos en la región con toda la pinta de haber sido cometidos por el mismo hombre que se les escapó cinco años atrás. Zhang decide investigar por su cuenta. Entre el deber profesional y la obsesión personal, su destino queda desde entonces intrincado a la misteriosa Wu, preguntándonos junto a él si es una viuda negra, una femme fatale o una mera víctima de abyecciones innominables. El humor, la melancolía y el dolor forman la trinidad tonal de Black Coal, donde hallamos el espíritu chandleariano en el corazón de Manchuria, pero solo como punto de partida, pues la película avanza moldeando una personalidad propia hacia una "traca" final -ya lo comprenderán- tan poética como escalofriante.
Envuelto en ambientes mohosos, espacios fantasmales y nocturnos, alumbrados en neones verdes y rojos, como destellos viscerales que bañan cada fotograma (fotografiados con inmensa expresividad por Dong Jingsong), el filme no se para en su determinación por sorprendernos en cada secuencia. Hilada con minuciosidad en una arquitectura narrativa extraña, abierta a los desvíos y las preguntas sin respuestas aparentes (el aficionado al género tendrá tiempo para pensar sobre lo que realmente ha ocurrido después de la proyección), la trama se abre paso en un laberinto de pasiones y secretos que revelan una complejidad psicoógica infrecuente en el género, solo al alcance de las grandes obras. Black Coal, hundiendo sus raíces en las grandes cintas del noir (desde John Huston a los hermanos Coen) para despegar hacia lugares realmente insólitos, desde luego lo es.