¿El último vuelo de Miyazaki?
El gran maestro de la animación japonesa vuelve a la gran pantalla con El viento se levanta, una historia de aviación en tiempos revueltos que tiene tanto de recreación histórica del pasado como de posible testamento personal.
Quizá se trate de su testamento como realizador, aunque no es la primera vez que Hayao Miyazaki anuncia su retiro, pero, sea como sea, el creador de algunos de los grandes hitos no solo del cine animado japonés, sino mundial, como Nausicaä del Valle del Viento (1984), La princesa Mononoke (1997) o El viaje de Chihiro (2001), por citar tres títulos que muestran su actividad imparable a lo largo de más de tres décadas, vuelve a la carga, recurriendo a uno de sus temas más personales e identificativos: el mundo de la aviación.El padre de Hayao, Katsuji Miyazaki, era director de la Miyazaki Airplane, una compañía aeronáutica que fue contratada durante la Segunda Guerra Mundial para, entre otras cosas, fabricar las palancas de mando de los aviones de combate A6M Zero. La infancia del director estuvo rodeada de diseños, proyectos y piezas de aviones, que ejercieron en él una mágica fascinación… Pero también por el aterrador ruido de los bombardeos sobre la ciudad de Utsunomiya, a la que su familia se retiró buscando refugio durante la guerra. Una doble faceta, fascinación y horror por la tecnología, que se encuentra reflejada en toda su obra, pionera del steampunk, plagada de increíbles ingenios mecánicos, llenos de imaginación y sentido de la maravilla... Utilizados a menudo en sus películas para sembrar la destrucción. Esta afición tuvo ya anterior reflejo en su serie de manga y subsiguiente largometraje Porco Rosso (1992), una de sus películas favoritas, donde narra con humor y melancolía las hazañas aéreas de un peculiar piloto italiano, héroe de la Primera Guerra Mundial, transformado en cerdito por una maldición. Miyazaki se volcó en la recreación de modelos auténticos de aviones de época, con regusto arqueológico, aunque añadiendo toques de su propia y exuberante cosecha.
Ahora, Miyazaki ha dado un paso más allá, buscando inspiración directa en la figura de un auténtico fundador de la aviación moderna en Japón, centrándose en la vida de Jiro Horikoshi, diseñador de los aviones de combate Zero, a partir de la novela del escritor Tatsuo Hori, titulada también como su película Kaze Tachinu (El viento se levanta). Como en otras ocasiones, Miyazaki ha basado el filme en su propia serie de manga, publicada en 2009, pasando revista a través de su protagonista a un buen número de acontecimientos históricos de tanta significación para su país como el terremoto de Kanto de 1923, la epidemia de tuberculosis, la Gran Depresión y, naturalmente, la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Al hilo de estos, Jiro conocerá la amistad y camaradería de su colega Honjô, la emoción de encontrarse con su ídolo, el diseñador aeronáutico italiano Caproni, y el amor de Naoko.
De nuevo, Miyazaki combina fantasía e Historia, esta vez con mayúscula, en una saga nostálgica y agridulce, al borde del realismo mágico, con momentos espectaculares y diseños impresionantes, pero donde las emociones juegan un papel de importancia singular, así como el espíritu pacifista y profundamente humanista de este tierno amante de los aviones y la maquinaria bélica. No faltan quienes, ante esta sofisticada pieza de cine animado, nominada como Mejor Película de Animación en la pasada edición de los Oscar, ven ya en ella un claro síntoma de su deseo de abandonar la realización definitivamente. Un testamento en el que Miyazaki ha puesto mucho de sí mismo, tanto a nivel de diseño y estética como emotivo, recreando una época llena de recuerdos íntimos, así como reincidiendo en su antimilitarismo y lirismo particular. Ojalá que se equivoquen.