¿Cómo puede sobrevivir el cine español?
La herida de Fernando Franco.
Es la pregunta en boca de la industria. Frente a los implacables hachazos al Fondo de Protección al Cine, frente a una reconversión industrial tan compleja como la económica, frente al estigma que miembros del Gobierno han conjurado contra la industria... ¿Cómo sobrevivirá el cine patrio? Varios productores exponen a El Cultural sus encrucijadas.
Una industria de 400 empresas y 11.000 profesionales (y sus familias) vive con el agua al cuello. Enrique López Lavigne ha conocido el modelo (el mundo) que ahora queda atrás. Comenzó produciendo a Julio Medem en los noventa, y hoy desde Apaches se suma a las nuevas generaciones de productores independientes, aquella que tendrá necesariamente que adaptarse a un modelo todavía inexistente de política cinematográfica. Ha sobrevivido poniendo en práctica una visión del cine sabia y omnívora, que comprende los extremos hacia los que se ha polarizado la producción. "Es sintomático que el año pasado estuvimos en Toronto con una película de 30 millones de euros [Lo imposible, de Bayona] y este año hemos ido con una de 30.000 [Gente en sitios, de Cavestany] -explica Lavigne-. Apostamos por los dos modelos porque la película de presupuesto medio, como ha ocurrido en Estados Unidos, está condenada a desaparecer. Se necesita un nuevo marco regulador. Las grandes películas están financiadas básicamente por televisiones privadas, y para las pequeñas creemos haber encontrado un modelo de financiación que pasa por tener una fuerte presencia en festivales internacionales".
Cuando los nuevos sistemas de distribución y exhibición han pillado a la industria sin plan B, y los estrenos en salas comerciales han reducido su influencia al fin de semana (lo que obliga a los productores a concebir películas de impacto inmediato), el productor de Apaches considera crucial "redefinir el modelo clásico de distribución, un circuito de salas alternativas y multipantalla para que las películas puedan viajar internacionalmente con mucha más fluidez". Koldo Zuazua, productor de La herida, de Fernando Franco, augura tiempos oscuros y complejos: "Un tercio o la mitad de los profesionales deberán abandonar su trabajo en el cine y dedicarse a otra cosa. Además de la reconversión económica estamos sufriendo una reconversión tecnológica, cambios de modelo de negocio, hábitos de consumo de los espectadores, que afectan a un cambio de modelo social".
Tras sus insistentes llamadas a la cordura ministerial, que cayeron en saco roto, Pedro Pérez se marchó de FAPAE con la esperanza mellada. Su sucesor en la asociación de productores, Joxe Portela, se pregunta si el Gobierno es "realmente consciente de que los 34 millones de euros para el Fondo del Cine equivalen a casi una cuarta parte de lo que dedica Reino Unido (120 millones), la décima parte de lo que dedica Alemania (340 millones) y 23 veces menos de lo que invierte Francia (770 millones) en su cine". El grueso del montante se destina a las subvenciones automáticas, las que se entregan por rendimiento de taquilla, es decir, las que en principio menos las necesitan.
Para las líneas de ayuda contempladas a proyectos, guiones, cortometrajes, es decir, aquellas que justifican la existencia de un Ministerio de Cultura (defender y promover la diversidad cultural frente al gigante americano), el horizonte es el vacío. Un sistema que existe desde la transición democrática se ha venido abajo. Los hay que confían en que la situación es reversible, pero de momento hay que buscar las habichuelas en otro lado.
Un acto de fe
"Sobre el papel, una película como La herida [con un presupuesto inferior al millón de euros] no se puede medir por su repercusión de público -explica Zuazua-. Tenemos que contar con ayudas anticipadas y esperar buenos resultados. Hacer este tipo de películas es un acto de fe, y por eso debe protegerse con fondos públicos, porque sin ellas desaparecen muchos valores de la sociedad. De todos modos, las subvenciones en España son solo un pequeño sustento que ni sostienen ni van a salvar la industria. Simplemente si las suprimen la muerte del cine será más rápida".Zuazua produjo hace cinco años Yo también, otra ópera prima que compitió en San Sebastián. "Al igual que ahora en La herida, TVE no adquirió los derechos sobre proyecto. Nos costó mucho armar la financiación en ambos casos. En el primero contamos únicamente con la ayuda de ETB para levantar la financiación. En Yo también tuvimos el apoyo de FORTA. Únicamente cuando San Sebastián comunicó la selección de la película a competición, TVE se interesó por ella, pero ya teníamos comprometidos los derechos con las autonómicas". Incluso cuando despierta el interés de algunas televisiones, el problema pasa a ser de liquidez: "A fecha de hoy, habiendo emitido la película, TV de Valencia aún no ha pagado los derechos. Es importante ver que el dinero que pagan las televisiones en el mejor de los casos entra dos años después del estreno de la película, y luego hay casos como el nuestro que hasta 4 años después aun no se ha cobrado". Lavigne sostiene que "en esta encrucijada difícilmente podemos defendernos sin herramientas que nos protejan. La mal llamada subvención es un crédito blando que protege el idioma y la naturaleza de nuestras películas y no debería en ningún caso desaparecer sino consolidarse en un modelo mixto junto a una ley atractiva de incentivos fiscales".
Sea cual sea el modelo de financiación que se imponga, en el que trabaja sin apenas feedback gubernamental una Comisión Mixta, y si alguna vez entra en vigor la nueva Ley del Cine, el acto heroico quedará en manos de la "sociedad civil", convertido en el mantra de la Secretaría de Estado. Pero las desgravaciones fiscales a inversores privados, en los términos en que se plantean, no parecen desde luego la panacea. "Muchos productores españoles se están exiliando a paraísos de incentivos fiscales, como Chile, Colombia, Brasil o República Dominicana", afirma Lavigne. En estos países, y en la media del ámbito europeo, la desgravación para producir películas bascula entre el 40% y el 100%, mientras que en España se contempla una desgravación del 18% que no ha dado ningún resultado. "La vía lógica es que la inversión privada pueda participar, porque existen operaciones que ofrecen bastantes garantías -sostiene Zuazua-. El problema es que se está estigmatizando el cine español como negocio y el público español ha dado la espalda al cine. Es un asunto muy complicado y de difícil solución a corto plazo". Lavigne completa el discurso: "En todo caso, a ver quiénes son los cuatro valientes que quieren invertir en cine español, tal y como está el patio". La estigmatización gubernamental, desde luego, no ayuda.