El velo pintado
Director: John Curran
8 marzo, 2007 01:00Edward Norton, un bacteriólogo en apuros
La necesidad acuciante de sorpresas que parece exigir el estado de ansiedad al que nos somete el vertiginoso flujo de estrenos jugará seguramente en contra de una película como ésta. Fiel adaptación de una novela del semiolvidado William Somerset Maugham, ambientada en la China profunda en el primer tercio del siglo XX, pero centrada en la tortuosa relación de un bacteriólogo británico y su desapegada esposa, se trata de una fría historia romántica con un telón de fondo tan pintoresco y sugerente como el efervescente movimiento nacionalista chino frente a la ingerencia colonialista en los preliminares de la Revolución. Todo ello subrayado por una trágica epidemia de cólera. El velo pintado representa lo más alejado que imaginarse pueda de cualquier veleidad novedosa, aferrada concienzuda y conscientemente al espíritu de la novela y al de un tipo de cine como de otra época, en el que lo que importaba era contar una buena historia de personajes, con un reparto atractivo, envuelta en un halo entre romántico y aventurero cuya única pretensión es la de atrapar la atención del espectador hasta mimetizarle con los hechos y las emociones que se desarrollan en la pantalla.En esto la película de John Curran es un sólido producto de inspiración clásica, con momentos dramática y emocionalmente muy convincentes y unas magníficas interpretaciones de sus protagonistas, Edward Norton y Naomi Watts, perfectamente sincronizados en esa relación distante, que acaba convirtiéndose en un atractivo viaje de aproximación interior. Curran; que ya se había interesado por las complejidades de las parejas en Ya no somos dos, también con Naomi Watts, aunque de forma más apasionada que aquí, entre el cuarteto principal; establece una especie de crónica de un matrimonio de circunstancias, pasando con buen pulso por los desalentadores comienzos, por la rapidez del compromiso la evidencia de su desencuentro sentimental y las reglas de juego que van a regir tan particular purgatorio. El relato fluye armoniosamente y se deja ver con agrado, aunque en más de una ocasión se pone en evidencia su principal problema, una llamativa desorientación temporal, cierto desconcierto al constatar que la torrencial sucesión de acontecimientos que abarrotan la pantalla abarcan en realidad un tiempo efímero, apenas tres meses en la vida de los personajes, en contradicción con lo que se cree percibir desde la butaca.
Pecado importante, pero menor en el balance general, camuflado por la fuerza de otras virtudes mayores, como el gusto por la narración y la solvencia de un puñado de personajes secundarios que se dejan conocer bastante a fondo con apenas unos cuantos rasgos evocadores, como el que interpreta Toby Jones, el único británico en la remota aldea y su sorprendente relación con una joven china, la superiora del orfanato y sus rutinarias convicciones religiosas o el oficial chino formado en Rusia. El tiempo, paradójicamente, sin duda engrandecerá este filme o lo pondrá al menos en su lugar.