Antropoceno, una etapa de la humanidad que nace con polémica
El concepto no termina de calar en el mundo científico pero se abre paso en ámbitos sociales y culturales, dando por hecho la influencia del ser humano en el actual estado de la Tierra.
A José María Merino, que nos regala historias maravillosas,
una de ellas 'Noticias del Antropoceno'.
En el número de mayo de 2000 de la IGBP Newsletter, una publicación del Programa Internacional de la Geosfera-Biosfera (IGBP por sus siglas en inglés), Paul Crutzen y Eugene Stoermer, de, respectivamente, la División de Química Atmosférica del Instituto Max Planck de Química de Mainz y del Centro de los Grandes Lagos y Ciencias Acuáticas de la Universidad de Michigan, propusieron el establecimiento de una nueva época geológica.
Querían que sucediera a la denominada Holoceno, introducida en 1833 por el geólogo escocés y padre de la geología moderna, Charles Lyell, para designar la época geológica posglacial de los últimos 10.000-12.000 años, término que fue adoptado en 1885 por el Congreso Geológico Internacional celebrado en Bolonia.
En su breve artículo, Crutzen y Stoermer recordaban que ya en 1873, el geólogo y paleontólogo italiano Antonio Stoppani había calificado las actividades humanas como una “nueva fuerza telúrica que en poder y universalidad puede ser comparada con las grandes fuerzas terrestres”, y que por ello ya hacía referencia a una “era antropozoica”. Proseguían explicando que esa “fuerza telúrica” no había hecho sino “ir en aumento”.
Soy testigo de la intensidad, que puede llegar a virulencia, de la discusión sobre la voz 'Antropoceno'
Y añadían: “Considerando esto y otros muchos grandes y aún crecientes impactos de las actividades humanas sobre la Tierra y la atmósfera, y sobre todo incluyendo las escalas globales, nos parece más que apropiado hacer hincapié en el papel central de la humanidad en la geología y ecología proponiendo la utilización del término Antropoceno para la actual época geológica”.
Una época, decían, que “según un estudio de Berger y Loutre, debido a las emisiones antropogénicas de CO2, el clima puede desviarse significativamente del comportamiento natural durante los próximos 50.000 años”.
En su artículo no daban la referencia del trabajo de los geofísicos belgas A. Berger y M. F. Loutre, pero es probable que este fuera el publicado, también en 2000, en la revista Climate Change, titulado Future climate changes; are we entering an exceptionally long interglacial?).
Cuarenta y cuatro años después de que Crutzen, premio Nobel de Química en 1995 “por sus trabajos en química atmosférica, en particular los referentes a la formación y descomposición del ozono” (el agujero de la capa de ozono), y Stoermer propusieran una nueva época geológica, el Antropoceno, la Comisión de Internacional de Estratigrafía (CIE) de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas, a principios de marzo pasado, aprobó una declaración –con 12 votos a favor y 4 en contra– en la que manifestaban que “el Antropoceno no es una nueva era que habría terminado la era del Holoceno, que comenzó hace unos 11.700 años al final de la edad de hielo”.
No obstante, algunos miembros de la Comisión quieren anular la votación, argumentando que no se siguieron las normas establecidas por la CIE; y el presidente de la Comisión, Jan Zalasiewicz, ha declarado que se trata de un “resultado preliminar” y que aún quedan “asuntos pendientes con los votos que hay que resolver”.
Independientemente de quién tenga razón, la división que ha aflorado refuerza la confusión sobre un término que desde hace tiempo se está utilizando por investigadores en ciencias naturales, ingeniería, humanidades, ciencias sociales y en medios culturales e informativos; en 2023, por ejemplo, el grupo editor de la prestigiosa revista británica Nature creó Nature Briefing: Anthropocene, una publicación centrada en las investigaciones que se ocupan de la huella de la humanidad en la Tierra.
Soy testigo de la intensidad, que puede llegar a virulencia, de esta discusión. Consciente de que la voz ‘Antropoceno’ está presente en el vocabulario de nuestro idioma, la Comisión de Vocabulario Científico y Técnico de la Real Academia Española propuso – creo recordar que a principios de 2023– una definición para ella. Y siguiendo algunas indicaciones, dimos por cierto que se trataba de una época geológica establecida.
Obviamente, nos equivocamos. El 25 de mayo de ese mismo año recibí un correo electrónico de un geólogo, creo, de cuyo nombre no debo acordarme (los maleducados deben tener la menor presencia posible) en el que decía, literalmente: “Hasta ahora creía que la RAE era una institución seria, que por lo menos trabajaba con metodología científica. Pero esta incursión en nuestra Ciencia, guiada sin duda por intereses ideológicos espurios, no merece más que mi desprecio”.
Como decía, nos equivocamos, y enseguida modificamos la definición (todavía en revisión por el resto de las Academias de nuestra lengua) sustituyéndola por: “Período que, según algunos científicos, abarca desde mediados del siglo XX hasta nuestros días y está caracterizado por la modificación global y sincrónica de los sistemas naturales por la acción humana”.
Un punto que quiero comentar del citado correo electrónico es lo de “sin duda por intereses ideológicos” (lo de “espurios” no es verdaderamente relevante), acusación que poco después se repitió en declaraciones de algún representante institucional de la disciplina. ¿Cuándo uno discrepa, o se equivoca, el motivo tiene que ser ideológico? Me eduqué en una ciencia, la física, y sé que los desacuerdos, y los errores, se corrigen con discusiones razonadas, no con insultos.
[¿Qué se 'cuece' en las entrañas de la Tierra?]
Acepto, como no podía ser de otro modo, que palabras como “época” o “período” en geología tienen un significado preciso en el estudio de la historia de la Tierra: una nueva unidad de tiempo geológico necesita apoyarse en señales permanentes en rocas, sedimentos o glaciares.
Es cuestión debatible si señales como, por ejemplo, microplásticos, restos de combustibles quemados, residuos de pesticidas o de isótopos radiactivos de pruebas nucleares, pertenecen a semejante categoría.
Aun así, no es difícil de entender que el término Antropoceno se ha difundido tanto, afecta de manera tan cercana a la ciudadanía, que haya alcanzado una dimensión que supere a la propia ciencia. Dicho lo cual, quien esto escribe acepta que son los profesionales de la geología los que deben tener la última palabra.
El número del 31 de marzo de este año de Nature, incluía un “editorial” que terminaba con las siguientes frases: “Los geólogos deben resolver rápidamente sus desacuerdos. Al mismo tiempo, existe poca duda de que el mundo está en un Antropoceno, tal y como lo entienden investigadores que utilizan el término, y que es necesario corregir el rumbo”. No puedo estar más de acuerdo.