Templete de Bramante en la Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Templete de Bramante en la Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Y tú que lo veas

Destino Roma. La libérrima designación de directores de la Academia

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Son 122.000 euros al año. La dirección de la Academia de España en Roma es un puesto muy bien remunerado, de los que hay muy pocos en el sector cultural, además de un destino muy apetecible. Hace siete meses, en abril de 2024, se publicó en el BOE la convocatoria para cubrirlo tras la marcha de Ángeles Albert, quien, según se ha anunciado, será Directora General de Bellas Artes y Patrimonio Cultural en sustitución de Isaac Sastre en cuanto se oficialice su nombramiento.

Me ha sorprendido, como a todos, la publicación de una corrección de errores que, a última hora, modificaba el método de provisión del puesto. Se ha escrito sobre esto algún artículo que puede llevar a engaño, por lo que me propongo explicar claramente qué normativa aplica, cómo ha funcionado hasta hoy la elección de directores, cómo afecta (o no) a los candidatos esta modificación tan tardía y quién lleva mejores cartas.

La Academia depende orgánicamente, desde 2022, de la Subsecretaría de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, aunque se articula funcionalmente a través de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional (las becas las sigue convocando la AECID). La dirección de la Academia tiene estatuto diplomático y rango equivalente al de consejero de embajada.

El director, según Reglamento vigente de la institución, que data de 2001, es nombrado por el Ministro de Asuntos Exteriores a propuesta del Secretario de Estado de Cooperación Internacional, “previa convocatoria pública en el BOE” y “de acuerdo con el procedimiento y los requisitos que determine la relación de puestos de trabajo”. Pero el ministerio no designa libremente sino que ha de elegir entre una terna que le presentará el patronato de la Academia. El cese se produce cuando expira el plazo máximo de permanencia (siete años en total, contando dos prórrogas) o “por decisión del ministro, a propuesta del patronato”.

Como ven, se concede cierta capacidad decisoria al patronato, en el que hay una fuerte representación institucional tanto de Exteriores como del Ministerio de Cultura y de otros organismos oficiales, aunque también nueve vocales no natos entre los que hay artistas y profesionales de la gestión cultural. Pero sabemos de sobra que, en España, los patronatos de las instituciones culturales públicas ni pinchan ni cortan en las cuestiones sobre las que los responsables políticos deseen ejercer su poder. Y el nombramiento de directores ha estado aquí, en lo que va de siglo, casi siempre determinado por las conexiones partidistas o las prerrogativas internas de los departamentos y organismos de Exteriores.

Muchos se han echado ahora las manos a la cabeza al leer en la corrección de la convocatoria que la forma de provisión del puesto será la “libre designación” en lugar del “concurso de méritos” abierto inicialmente y que estaba ya a punto de resolverse. ¡Dedazo! Ya les hablé algo sobre esto de la libre designación en mi anterior artículo, La carrera hacia la cartera, dedicado a los que mandan en el Ministerio de Cultura y sus asesores.

El mecanismo es básicamente este: el ministerio publica (obligatoriamente) en el BOE una convocatoria, restringida a funcionarios, en la que se describe mínimamente el puesto y los requisitos exigidos; se presentan los interesados que los cumplan y el ministro o el secretario de Estado que corresponda eligen a quien mejor les parezca, sin justificar su preferencia (aunque deberían). ¿Cabe el enchufe? Ya lo creo. Son “puestos de confianza”.

Uno de los talleres en la Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Uno de los talleres en la Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Los puestos de trabajo reservados a funcionarios, como lo es este, solo pueden cubrirse por libre designación o por concurso. Hay otros métodos admitidos, pero son de carácter temporal. Por concurso, “que es el sistema normal de provisión” (Real Decreto 364/1995, art. 36.1) se selecciona el personal más técnico y por lo general más estable. La libre designación está limitada a una serie de puestos que enumera el art. 51.2, y a “otros de carácter directivo o de especial responsabilidad” cuando así “se determine en las relaciones de puestos de trabajo”.

La Relación de Puestos de Trabajo de Exteriores es clara: la dirección de la Academia, que aparece como “Director/a de centro cultural” en la unidad “Misión diplomática en Italia”, exhibe una inequívoca “L” de libre designación como forma de provisión.

La carrera diplomática es uno de los cuerpos más opacos y arbitrarios de la Administración del Estado. Los propios funcionarios llaman “el bombo” al sistema de reparto de puestos de trabajo en el extranjero, en el que cada cual puede postularse al que le interese; las peticiones son valoradas por la Junta de la Carrera Diplomática que eleva al ministro una propuesta, pero esta ni es vinculante ni incluye todos los puestos. Los embajadores son nombrados directamente —digitalmente— por el Consejo de Ministros.

Que la convocatoria inicial para la dirección de la Academia de España en Roma se hiciera con el método de concurso ¿fue un error? Desde el punto de vista de la “regeneración democrática” fue más bien un acierto. El concurso establece unos parámetros para la valoración de las candidaturas por parte de un tribunal y, en este caso, estaba abierto no solo a funcionarios sino a personal laboral fijo, lo que ampliaba perfiles y posibilidades de participación en el proceso. Y es más transparente: se ha hecho público quiénes se presentaron, quiénes fueron excluidos, qué puntuación cada candidato y quiénes integran la terna final.

¿Quiénes tomaron esa decisión? El Subsecretario de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, que firma la convocatoria, era en abril el diplomático Luis Manuel Cuesta Civís, ahora ​embajador de España en Suecia. En su currículo veo que estuvo destinado varios años en la embajada de España en Roma (2000-2005), por lo que sin duda conocía medio bien la Academia. ¿Vínculos políticos? Sí: fue asesor en el gabinete de los ministros de Defensa José Bono y José Antonio Alonso, quien le hizo Secretario General de Política de Defensa (y mantuvo el puesto con los siguientes ministros socialistas, hasta 2012).

Y la Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, que debe elegir entre los tres finalistas para que el ministro José Manuel Albares haga el nombramiento —¿o elige él?— era Pilar Cancela, procedente del Partido Socialista de Galicia e integrante desde 2017 de la ejecutiva del PSOE como responsable del Área de Políticas Migratorias (hoy es Secretaria de Estado de Migraciones).

El hecho de que un puesto sea calificado como de libre designación es un extra de discrecionalidad que se otorga al órgano competente para hacer el nombramiento, pero ¿se puede renunciar a él y convocar un concurso? Es lo que hicieron Albares/Cancela/Cuesta. ¿Por qué? ¿Fe en la transparencia y la igualdad de oportunidades? ¿Metedura de pata? ¿Indicaciones “de arriba” para facilitar el nombramiento de un no funcionario que viniese con recomendación?

Cuando la terna final resultante del concurso, tras pasar por el patronato de la Academia para su aprobación, volvió al ministerio y hubo que elegir, alguien debió de advertir —a buenas horas— que los nombramientos para ese puesto no se venían haciendo así. El ministro sigue siendo el mismo, Albares, pero el Subsecretario es otro, Xavier Martí Martí —con aparente perfil técnico, que ha enhebrado cargos en el ministerio desde 2018— y otra la Secretaria de Estado, Eva Granados —con trayectoria política en el PSC, del todo alejada, como su predecesora, de la actividad diplomática o de la gestión cultural—.

Exposición en la Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Exposición en la Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Los directores

Voy a recordarles quiénes han sido directores de la Academia en Roma desde la aprobación de aquel Reglamento de 2001, revisando cómo se hizo su nombramiento. Verán que fueron casi todos “libredesignados” y que se detectan varios trasvases en dos direcciones entre las sociedades y agencias estatales dedicadas a la promoción internacional de la cultura y la Academia, algo que les resultará familiar si leyeron Príncipes de la burocracia en los museos, donde identifiqué una dinámica similar en los puestos de responsabilidad en el Ministerio de Cultura y los de dirección en los museos estatales (elegidos, por cierto, mediante libre designación).

Poco después de la publicación del nuevo reglamento, en 2002, la ministra Ana Palacio (PP) hizo el nombramiento por libre designación de Juan Carlos Elorza como director de la Academia, en sustitución del exdirector del Museo del Prado Felipe Garín. Fue un cambio de cromos: Elorza venía de presidir la sociedad estatal SEACEX (hoy Acción Cultural Española, AC/E) y Garín le tomó allí el relevo. El Secretario de Estado era el controvertido Miguel Ángel Cortés, aznarista como Elorza —histórico del PP castellanoleonés—, quien contaba con el plus cultural de haber sido director del Museo de Burgos.

En 2005, Miguel Ángel Moratinos (PSOE) nombró directora por libre designación a Charo Otegui, profesora de Antropología en la Complutense sin experiencia previa en la gestión cultural o en la política. Después llegó a tener mucho poder como presidenta de SEACEX y primera lideresa de AC/E y a participar en foros ideológicos del PSOE —partido al que había apoyado públicamente desde al menos el año 2000— como la Fundación Alternativas o la Ponencia 2017. Es muy posible que fuese avalada por Leire Pajín, socióloga como ella, que era Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, y que preside hoy la Red Española para el Desarrollo Sostenible en la que Otegui está involucrada.

Esa promoción de Otegui a la SEACEX hizo preciso un relevo y el mismo ministro, Moratinos, nombró mediante libre designación en 2009 al catalán Enrique Panés, un diplomático de carrera que había sido embajador en Seúl y en Lisboa, protegido por el PSC, y que ejercía como vocal asesor en el Gabinete Técnico de Exteriores. Transcurrido el primer plazo de tres años, en los que tuvo serios enfrentamientos con los becarios, no hubo renovación.

En octubre de 2011 se anunció una nueva convocatoria, que se declaró desierta en abril de 2012. Se había publicado que Elena Salgado (PSOE), vicepresidenta económica, presionaba al patronato de la Academia para que eligiera como director a Fernando Puig de la Bellacasa, que había ocupado altos cargos a su lado. En vísperas de elecciones generales, cuando hay que dejar colocados a los próximos.

Se volvió a convocar de inmediato el puesto y el nombramiento por libre designación quedó ya en manos de José Manuel García-Margallo (PP), que se había comprometido a contar con diplomáticos de carrera y no con políticos para las embajadas y, en esa línea, optó por José Antonio Bordallo, de prolongada experiencia en el cuerpo, que como su predecesor era en ese momento vocal asesor en el Gabinete Técnico, y había sido durante años (2005-2011) gerente en Patrimonio Nacional. También fue Director General de Cooperación Jurídica Internacional en el Ministerio de Justicia (2004) y vocal asesor del Gabinete de la Presidencia del Gobierno (no encuentro fechas y no les puedo decir con qué presidente). Antes de llegar el momento de la primera renovación en la Academia se fue en junio de 2014 a Libia como embajador.

No hay rastro en el BOE de la convocatoria y el nombramiento del también diplomático Fernando Villalonga. Es algo irregular, pues los nombramientos por libre designación han de ser publicados, así que cabe suponer que accedió al puesto de otra manera, quizá por reingreso en la carrera diplomática tras prestar “servicios especiales” —así se llaman— en el Ayuntamiento de Madrid. Muy vinculado al PP, había formado parte del patronato de la Academia por su cargo de Delegado de las Artes en ese gobierno municipal (2011-2013), con Ana Botella como alcaldesa y con gestión muy polémica. Antes, había sido consejero de Educación y Cultura en Valencia, con Eduardo Zaplana, presidente de la Fundación Telefónica y, con José María Aznar, secretario de Estado de Cooperación Internacional, y como tal había puesto a Felipe Garín al frente de la institución romana, en 1996.

Estuvo allí menos de un año: en abril de 2015 Margallo le hizo consejero de Asuntos Culturales en la Embajada de Londres.

Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Academia de España en Roma. Foto: Academia de España en Roma

Ángeles Albert le sustituyó en agosto de ese año, igualmente sin publicidad en el BOE. En su caso se trató de una “atribución temporal de funciones”, figura excepcional a la que los ministerios pueden recurrir para encomendar a un funcionario una tarea específica. Albert había presentado un proyecto para la Academia con el que quedó en la terna final del concurso para libre designación cuya resolución favoreció a Bordallo y, al quedar vacante el puesto, el ministerio —aún estaba Margallo al frente— cerró la corta y apagada etapa de los directores diplomáticos y, renunciando no sé si de manera muy ortodoxa a hacer una nueva convocatoria, acordó este nombramiento de alguien con mayor conocimiento de causa, que debía ser en principio temporal pero que se prolongó hasta el límite de permanencia de siete años en la institución.

Es sin duda la directora que ha dejado mayor huella en este período. Ha mejorado las instalaciones, la organización y la asistencia a los becarios, ha intensificado la actividad cultural y deja en marcha una reforma arquitectónica de gran calado. Ya habrán leído algo en estas semanas sobre su trayectoria, por el anuncio de que será Directora General de Bellas Artes y Patrimonio Cultural —cargo que ya ostentó entre 2009 y 2011, con Ángeles González-Sinde como ministra—, pero recuerdo algún dato que incide en esa trasvase mencionado entre organismos estatales de promoción internacional de la cultura y Academia. Había sido directora del Centro Cultural de España en México, Subdirectora General Adjunta de Promoción y Cooperación Cultural, y jefa de la Unidad de Apoyo de la Dirección de Cooperación para América Latina y el Caribe, siempre en la AECID.

Los todavía finalistas

Como decía, el método de concurso nos ha permitido saber quienes integran la terna final, que ha propuesto no el patronato de la Academia sino —saltándose el Reglamento— el comité evaluador, presidido por el Director de Relaciones Culturales y Científicas de la AECID, Santiago Herrero, que es además en virtud de su cargo vicepresidente del patronato de la Academia; son vocales tres personas con puestos de responsabilidad en el ministerio (en la Secretaría de Estado y en el Gabinete Técnico de la Subsecretaría) y en la AECID.

Cualquier concurso deja espacio a un componente de subjetividad, no tanto en la puntuación de los méritos, que siguen un baremo, como en la valoración de la defensa oral del proyecto y del currículo. Pero el hecho de que la puntuación de los tres finalistas esté tan igualada, con empate en los dos primeros clasificados y un solo punto de diferencia con la tercera, hace pensar que los miembros del comité han sido bastante ecuánimes. A pesar de ello, uno de los contendientes parte con ventaja y no por currículo o por proyecto.

Andrés Úbeda de los Cobos es seguramente el más conocido de los tres en el ámbito cultural, tanto en España como en el exterior, por ser desde hace años Director Adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado y comisario de muy importantes exposiciones. Conoce Roma al dedillo, no solo por su trabajo como Jefe de Pintura Italiana y Francesa del museo, sino por sus investigaciones, que han conllevado estancias en la Academia de España en Roma, donde fue becario. También lo fue María Teresa Méndez Baiges, que es hoy catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Málaga y dirige su Instituto Universitario de Investigación en Género e Igualdad, además de la Red de Investigación en Arte y Feminismos. Con alguna experiencia en la organización de exposiciones, es especialista en el período de las vanguardias y ha participado en proyectos de arte contemporáneo de instituciones y universidades italianas. Son dos profesionales destacados; Úbeda con más nombre y mayor práctica de gestión y Méndez Baiges con mayor cercanía al arte actual.

Frente a lo que afirma ABC, ambos son funcionarios con nivel A1 y por tanto permanecen en la liza tras la corrección de la convocatoria: Úbeda por ser miembro de la Escala de Personal Científico Titular de los Organismos Públicos de Investigación (en el CSIC) y Méndez por ser catedrática de universidad pública. Pero carecen de algo que, por lo que hemos visto, puede ser determinante en la elección final: formar parte del aparato administrativo/político de los organismos de promoción cultural exterior.

Una baza que está en manos de Miguel Albero. Empatado con Andrés Úbeda en puntuación, es en la actualidad Consejero de Asuntos Culturales en la Embajada en Washington (2020) pero fue Director del Instituto Cervantes en Roma (1999-2002), Jefe del Departamento de Cooperación y Promoción en la AECID (2009-2012), director de Programación​ de AC/E (2012-2013), Embajador en Honduras (2014-2018) y Director de Relaciones Culturales y Científicas de la AECID (2018-2020). Escritor —ha obtenido diversos premios— y comisario de unas pocas exposiciones menores, es uno de los nuestros.

No parece que haya intención de favorecerle a través de la corrección, como se ha insinuado. En el concurso de méritos Albero podría haber sido finalmente elegido, sin ningún problema, siendo uno de los mejor puntuados. La única diferencia sustancial, a efectos de ocupación del puesto, es que el concurso, como dije, implica cierta permanencia. Al “libredesignado” se le cesa cuando se quiera sin dar mayores explicaciones. Los movimientos por venir nos permitirán interpretar los ya realizados. Puede ir para largo. Aunque el plazo para publicar la resolución concluirá en noviembre, el ministerio, apostilla ABC, “está revisando todo el proceso con los servicios jurídicos”.

Las otras academias

Existe en Roma una red de academias nacionales con diferentes formas jurídicas, ninguna de las cuales depende como la nuestra de un ministerio de asuntos exteriores, dado que son concebidas no como herramientas diplomáticas —aunque sí realcen la “marca” de esos países en Italia— sino como entidades culturales, dedicadas a la investigación y a la creación. Y las más importantes tienen presupuestos mucho más elevados, todo hay que decirlo.

Sus directores proceden sin excepción del ámbito académico o de la gestión cultural, por lo que no hay, lógicamente, ni un diplomático ni un gestor público entre ellos. Les doy algunos detalles (no están todas las academias pero con estas ya se pueden hacer idea).

· Villa Medicis (Academia de Francia) depende del Ministerio de Cultura y está dirigida por Éric de Chassey, historiador del arte.

· La Escuela Británica en Roma es una organización sin ánimo de lucro, financiada por la British Academy y aportaciones privadas. Su directora es Abigail Brundin, profesora de Literatura Italiana.

· Villa Massimo (Academia Alemana) está tutelada por el Ministerio de Cultura y Medios. La dirige Julia Draganović, comisaria de arte contemporáneo.

· El Instituto Austriaco depende del Ministerio de Educación, Ciencia e Investigación. Su director es Andreas Gottsmann, historiador.

· El Instituto Suizo forma parte de Pro Helvetia (fundación estatal); está bajo la tutela del Ministerio de Educación, Investigación e Innovación y recibe apoyo de varios cantones. Lo dirige Joëlle Comé, cineasta.

· La Academia Bélgica es una fundación privada de utilidad pública. El director, que debe proceder de una universidad belga o de un instituto científico federal, es Cécile Evers, profesora de Antropología.

· El Real Instituto Neerlandés es una institución interuniversitaria de educación e investigación gestionada por la Universidad de Groningen. Es dirigido por el profesor de Arqueología Tesse Stek.

· La Academia de Dinamarca es una institución autónoma bajo la égida del Ministerio de Cultura, dirigida por Mikkel Harder Munck-Hansen, director teatral y gestor cultural.

· El Instituto Sueco es una fundación privada financiada por el Ministerio de Educación. Su director es Ulf R. Hansson, arqueólogo e historiador del arte.

· El Instituto Noruego is parte de la Universidad de Oslo. Su directora es la historiadora Kristin Bliksrud Aavitsland.

· El Instituto de Finlandia es una fundación privada, parcialmente financiada por el Ministerio de Educación y Cultura, y está dirigido por Ria Berg, profesora de Arqueología.

· La Academia Americana (de Estados Unidos) es una organización privada sin ánimo de lucro, financiada por particulares y con subvenciones National Endowment for the Arts y el National Endowment for the Humanities. La dirige Aliza Wong, profesora de Historia.

Como ven, la inclusión en la estructura del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Academia de España en Roma y los perfiles de la mayor parte de sus directores en tiempos recientes —en el pasado fueron casi todos artistas, y algún historiador del arte— constituyen llamativas excepciones.

Según manifestó Ángeles Albert en el discurso con el que agradeció la concesión a la Academia en Roma de la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Exteriores lleva desde 2019 dándole vueltas, junto a Cultura, a la idea de convertirla en una fundación del sector público estatal. Es algo difícil (hay muy pocas entidades de ese tipo en el país, una treintena) y la manipulación que han sufrido otras como la Fundación Enaire no parece prometer muchas garantías. Pero está claro que sería necesario modificar su actual estatus. Y dotarla mejor.

Los exbecarios

Tras la publicación de este artículo, un antiguo becario me ha informado de un hecho relevante. En septiembre de 2023 se celebró el “Primer Foro de creadores e investigadores de la Academia. Diálogos para el futuro”, encuentro de un centenar de exbecarios que se proponía “avanzar y aportar su propia revisión crítica sobre las funciones, métodos y objetivos de la institución”. Allí surgió la idea de crear un becanato, asociación de exbecarios que pudiera participar en los destinos de la institución para consolidar su prestigio y su utilidad social. Una iniciativa muy positiva y diría que muy necesaria, que crearía comunidad y daría soporte a la Academia de España en Roma, segunda “alma mater” de tantos residentes (aquí todos los que han pasado por allí desde 2009). El procedimiento para constituirse como asociación no se ha completado pero son ya 351 los que se han adherido a la iniciativa.

En febrero de 2024, este colectivo envió a la AECID una carta suscrita por 190 exbecarios, entre los que se cuentan muchísimos artistas e investigadores de primera línea, con una petición muy concreta: que el nuevo director de la Academia se eligiese mediante concurso público y contase con experiencia en la gestión cultural y en la transferencia de la investigación, dejando de lado a diplomáticos y a políticos. Y añadían: “Únicamente de esta forma la RAER podrá continuar a la altura del prestigio del que disfrutan las demás academias internacionales de Roma y estará capacitada para fomentar la visibilidad de los creadores/as e investigadores/as que en ella residen”.

No obtuvieron respuesta alguna pero sí acuse de recibo. Y, dado que la convocatoria para la dirección, por concurso de méritos, se publicó en abril, ¿sería posible que el mensaje hubiese sido en cierta medida atendido? Quizá el becanato no fuera del todo consciente de los impedimentos administrativos que dificultan la convocatoria de un concurso “público” pero señalaban un horizonte hacia el que avanzar.