Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Los fantasmas de José Bianco

12 agosto, 2013 15:49

En La pérdida del reino José Bianco (1908-1986) muestra sus dudas y cautelas hacia la escritura, las que hicieron de él un escritor de obra breve y muy exigente, una especie de Bartleby –según el síndrome identificado por Vila-Matas- que prefirió no hacerlo, escribir poco y lo justo antes de meterse a contar por contar o correr el riesgo de malograr una buena idea con una mala ejecución. Las reflexiones de esta novela corta son muy personales, con el tinte autobiográfico de buena parte de su corta producción narrativa y con vetas ensayísticas que, sin embargo, no perturban la pausada fluidez del relato -otra marca de la casa-, concebido para una lenta degustación.

La pérdida del reino es la última de las cuatro historias del volumen editado por Atalanta, que así recoge la mayor parte de la obra narrativa del argentino, admirado por su amigo Borges, que prologa el libro y recuerda que Bianco “no cuidó su fama”, al tiempo que pondera su estilo invisible, tan invisible como la propia figura del escritor para muchos lectores españoles.

Este libro está llamado a ser un descubrimiento para quienes aprecian la literatura sutil, medida, sugerente y elíptica, una literatura que requiere atención por parte del lector para extraer todo el jugo que se esconde entre sus pliegues, pues lo no dicho es, a veces, tan importante como lo que se dice, como en ese primer cuento, El límite –el primero publicado por Bianco, a los veintiún años-, en el que un muchacho confiesa a otro su fascinación por una mujer con imprevistas consecuencias.

Sombras suele vestir y Las ratas completan el volumen –que contiene también pequeños ensayos y entrevistas- configurando un universo cercano a la ensoñación, habitado por personajes fantasmales cuyo anclaje en el mundo es tan real como real es su pertenencia al otro lado, a una especie de reverso de la realidad que late en casas y habitaciones penumbrosas, en las que la vida está acechada por oscuros sentimientos y presentimientos, guardando el amor y la muerte estrechas relaciones.

Bianco, que fue durante más de veinte años secretario de redacción de la revista Sur –también traductor y editor-, escribe con deslumbrantes fulgores aforísticos, que dejan ver un humor soterrado, de intensidad tan baja como eficaz como cuando habla de “una clarividencia inútil que se complace en su falta de aplicación”. O cuando dice de un personaje que “llevaba la independencia de criterio al extremo de no compartir, en el fondo, sus propias opiniones”. O cuando afirma de otro que “hablaba con ese fervor que ponen las personas cuando explican asuntos que apenas comprenden”.

En Las ratas se pueden leer estas líneas: “Habría que saber –replicó mi padre- si lo que sobrevive de una época no es aquello que parecía más en pugna con la época misma”.

¡Es una idea muy estimulante! Solemos creer que los rasgos que definen nuestro tiempo forman parte de una evolución irreversible, que representan el final de un proceso y la base fundacional del futuro. Ciertamente, cuando repasamos una determinada época de la Historia vemos que no es así. Hay vectores de fuerza que van siempre hacia adelante, pero también retrocesos y abandonos en la cuneta de planteamientos que parecían haber llegado para quedarse. Sería divertido que cada cual hiciera una lista de las ideas actuales no hegemónicas, no conformadoras del espíritu de nuestra época –al revés, contrarias a él- que pueden aspirar a sobrevivirla mejor que aquellas que hoy llevan la voz cantante.

Vacaciones poéticas, II

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