'La gaviota' con actores invidentes, reveladora experiencia artística
- Dirigida por la peruana Chela de Ferrari, la obra de Chéjov acaba de estrenarse en la sala Francisco Nieva del Centro Dramático Nacional (CDN).
- Más información: La gaviota de Chela Ferrari echa a volar en Aviñón con un elenco de actores ciegos
La producción de La gaviota, recién estrenada en la sala Francisco Nieva del Centro Dramático Nacional (CDN) y dirigida por la peruana Chela de Ferrari, tiene, de entrada, un doble interés. Por un lado, está protagonizada por un elenco de actores que en su mayoría son ciegos o tienen graves problemas visuales; la segunda, fue la producción seleccionada por el director del CDN, Alfredo Sanzol, para representar el teatro en lengua española -paradójicamente, por un autor ruso- al que se consagró la última edición del Festival de Aviñón.
Vayamos primero con el montaje. En el programa de mano dice De Ferrari que con esta producción busca, en lo personal, "enriquecer mi entendimiento sobre lo que es arte y ampliar horizontes estéticos". Feliz propósito si además nos contagia y logra sacarnos del encapsulamiento de los salones, escenarios, museos y otros templos en los que se paladea con pedantería la palabra arte.
La gaviota viene como anillo al dedo para las intenciones de la directora. En ella, Chéjov expone su idea del arte y de cómo combatir la apreciación idealista que se tiene de él y de los artistas.
Para el autor ruso el arte no es un paraíso solo para elegidos narcisistas, vedado a los que no pertenecen a la casta de la cultura; tampoco una actividad frívola donde combaten viejas formas estéticas con las nuevas. El arte puede ser un soplo de belleza en nuestra vida, o un aprendizaje de nuestra sensibilidad por lo inefable, pero dedicarse a él exige vocación, pues lo habitual es que sea fuente de infelicidad y frustración, como les ocurre a los personajes de La gaviota.
En esta obra, los actores se han apropiado de las palabras del autor y las han transformado en una versión fruto del taller previo que la directora realizó con ellos y en el que adaptaron los diálogos a su propia experiencia. Con sus reducidas competencias visuales el elenco se abre camino en la escena como el grupo de ociosos e inútiles de la hacienda en donde se desarrolla la obra, incapaces de tomar conciencia de la realidad de manera objetiva. La identificación de los actores con los personajes opera de inmediato, los oímos hablar de la ilusión por ser artista en una obra que justamente habla de las dificultades y obstáculos para lograrlo.
Con buen criterio, la directora nos presenta en la primera escena un decorado realista donde en principio creemos que todo va a suceder, decorado que es eliminado inmediatamente de la escena, dejando el escenario vacío para que los actores tengan menos dificultad de movimiento y los espectadores imaginemos también su vacío visual.
Las guías instaladas en el suelo corrigen sus limitaciones y les sirven de radar, también al quite y apuntalándolos sus compañeros videntes, en especial la regidora que interpreta la simpática Macarena Sanz, y que la directora ha convertido en personaje demiurgo que enhebra todos los elementos y situaciones de la obra.
Lo que la obra pierde en sofisticación, gana en sensibilidad y verdad. En el reparto destacan Patty Bonet (como Masha); Domingo López (el maestro Semion); la actriz invidente Belén González del Amo como Nina; Lola Robles, también invidente, como Arkadina; y Antonio Lancis (propietario de la hacienda). González del Amo personifica muy bien la inocencia de Nina. Es conmovedor verlos a todos confundidos en sus personajes, luchando dignamente en la luz desde la oscuridad, viviendo una experiencia artística gozosa y de superación humana.
Hay hallazgos de dirección, como por ejemplo la escena del grupo cantando Melancolía, donde los amores no correspondidos de los personajes son expuestos con un juego de movimiento de una eficacia y economía ejemplar, pero resulta excesivo el momento en el que Nina se entrega a Boris (estupendo Agus Ruiz). También el segundo acto tiene un planteamiento acertado, narrado por Konstantín, el escritor emergente y protagonista que interpreta Eduart Mediterrani, aunque llegamos a él ya agotados. La obra se alarga demasiado, le sobran minutos.
Coda final
Por otro lado, no quiero abandonar esta crítica sin tratar un asunto relativo a esta producción que no tiene que ver con sus cualidades artísticas, sino con un tema político. Esta producción fue estrenada el pasado verano en el Festival de Aviñón, que estuvo dedicado al teatro en lengua española. No hay muchas oportunidades para que uno de los festivales teatrales más señeros de Europa dedique un 25% de su programación a obras en lengua española. De hecho, era la primera vez que el CDN estrenaba allí. Sanzol seleccionó esta obra, de un autor ruso universalmente conocido, junto con unas lecturas dramatizadas entre las que figuró su obra El bar que se tragó a todos los españoles.
La elección de La gaviota fue aplaudida por Paz Santa Cecilia, la directora general del INAEM nombrada por el ministro Ernest Urtasun. ¿Por qué el CDN desaprovechó la ocasión para promocionar a un autor en lengua española contemporáneo? Entre sus fines, según los estatutos de la institución, figura: "… la promoción, revisión y difusión del teatro español contemporáneo en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado". No encuentro otra explicación que la del desprecio hacia lo español y la desafección por nuestro idioma que, desgraciadamente, enarbola cierta clase política y ciertos artistas a los que se les encomienda la dirección de instituciones culturales nacionales.
La gaviota
Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán (CDN), hasta el 10 de noviembre
Texto: Antón Chéjov
Adaptación y dirección: Chela De Ferrari
Dramaturgistas: Luis Alberto León y Melanie Werder
Reparto: Patty Bonet (Mascha), Paloma de Mingo (Polina), Miguel Escabias (Eugenio), Emilio Gálvez (Elías), Belén González del Amo (Nina), Antonio Lancis (Peter), Domingo López (Semión), Eduart Mediterrani (Konstantín), Lola Robles (Arkadina), Agus Ruiz (Boris), Macarena Sanz (Alicia) y Nacho Bilbao (músico)
Escenografía: Alessio Meloni
Iluminación: David Picazo
Vestuario: Anna Tusell
Música original y espacio sonoro: Nacho Bilbao
Sonido: Kike Calvo
Vídeo: Emilio Valenzuela
Coreografía: Amaya Galeote
Producción: Centro Dramático Nacional