La historia de Inés de Castro pisa los escenarios por partida doble en esta temporada y sin que haya efeméride o centenario de por medio. De un lado, el texto de Luis Vélez de Guevara (1579–1644), Reinar después de morir, acaba de estrenarse en La Comedia en una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y el Teatro de Almada de Portugal; de otro, la compañía Nao D’amores gira Nise, sobre la misma historia de la cortesana gallega ajusticiada, aunque ésta edificada a partir de una versión de Ana Zamora que tiene su origen en dos textos del gallego Jerónimo Bermúdez (1530?-1606?), dominico que firmaba con el seudónimo Antonio de Silva.
Nunca antes en los 38 años de existencia de la CNTC se había representado el texto de Vélez de Guevara. Hasta que su anterior directora, Helena Pimenta, programó antes de irse esta coproducción que en el programa de mano informa de un desdoble al frente del cuadro artístico: atribuye a Pepa Pedroche la dirección, mientras que Ignacio García (actual director del Festival de Almagro) firma el diseño de la puesta en escena; la versión es del profesor de dramaturgia José Gabriel López Antuñano. La aportación portuguesa viene de la mano del prestigioso escenógrafo Jose Manuel Castanheira y del iluminador Guilherme Frazâo.
La producción ha sido estrenada con elenco luso en Almada, mientras que para su representación en Madrid se ha recurrido a David Boceta y Lara Grube, para los personajes de Pedro I de Portugal e Inés de Castro, los protagonistas de este melodrama histórico. En él se cuenta cómo estos dos enamorados se casan en secreto en la corte portuguesa, tienen cuatro hijos, hasta que ven truncado su matrimonio al ser ella ajusticiada por "razón de Estado". El padre de Pedro I, el monarca Alfonso IV (que interpreta Chema de Miguel), había decidido casar por poderes a su hijo con Blanca de Navarra (Manuela Velasco), pero ante la negativa de Pedro I, los cortesanos de Alfonso le presionan para asesinar a Inés de Castro. Tras la muerte de la noble gallega, Pedro se opone a su padre y termina sucediéndole en el trono a su muerte, haciendo entonces público su matrimonio y desenterrando el cadáver de Inés para ser proclamada reina.
Esta producción es un buen ejemplo de cómo un dispositivo escenográfico no solo actúa como una geografía teatral estéticamente hermosa, sino que influye decisivamente en la dramaturgia. Castanheira dispone una cúpula invertida en el escenario, recubierta de azulejos, e inspirada en la del salón del Pasaje de la Iglesia de Nuestra Señora de Jesús de Lisboa. Si el azulejo nos sitúa en la corte lusitana, la bóveda invertida actúa como metáfora de un mundo que ha cambiado el orden de las cosas, el de un monarca convertido en tirano. El espacio sirve también como jardín, con árboles y fuentes, refugio de los enamorados, pero también lugar para las intrigas palaciegas y los encuentros oficiales con Blanca de Navarra.
El artefacto escénico obliga a los actores a juegos coreográficos como el de que aparezcan deslizándose por las paredes curvas como toboganes, y obligándoles también a un ejercicio ciertamente atlético para escalar por ellas y situarse o desaparecer por los huecos abiertos en estas mismas paredes. Es un bello espectáculo, con las diversas atmósferas que crea la iluminación de Guilherme Frazâo en conjunción con los colores de los azulejos, pero ciñe y decide las actitudes y posiciones físicas de los actores y determinan su manera de interpretar, e incluso me aventuro, de decir el verso. La dirección añade unas piezas musicales con unos aullidos descontrolados que abren cada escena, y otros momentos musicales más acertados, como son los poemas cantados por la actriz Rita Barber, de hermosa voz.
La vertiente política de Inés de Castro
Reinar después de morir centra la tragedia en la historia de amor imposible de los amantes, mientras el texto de Ana Zamora, Nise, tiene una vertiente más política: se nos cuenta sobre todo las intrigas palaciegas que llevan a Alfonso a aprobar el asesinato de su nuera. Como ha señalado Zamora, en el periodo en el que Bermúdez escribe la obra surge otra vía para explicar el ejercicio del poder, que rompe con la tradición ético-cristiana y que se apoya en las ideas de Maquiavelo: "Este nuevo modelo saca a flote toda una serie de contradicciones que nos llevan a cuestionar la idea del soberano reverenciado, cuyas acciones están forzosamente marcadas por la justicia y la equidad, en oposición a la figura del tirano. Jerónimo Bermúdez, desde esta perspectiva, escribe un teatro ideológicamente alejado del que triunfaría poco después en manos de Lope de Vega".
El espectáculo de Zamora es uno de los más conseguidos de su carrera. Una obra de cámara preciosa y exquisita, elaborada como ya es costumbre en sus producciones en torno a dos elencos: por un lado, el de los músicos (dirigidos por Alicia Lázaro en las lides de rescatar partituras renacentistas para elaborar una propia) que arropan al contratenor, José Hernández Pastor; por otro, el de actores con Natalia Huarte y Eduardo Mayo en los personajes protagonistas, pero en el que también destaca José Luis Alcobendas; Javier Carramiñana y Alejandro Saá repartiéndose varios personajes. Zamora mantiene también la tradición de representar la obra en un escenario central en torno al cual dispone una sillería por tres lados.
En la obra convergen con fortuna la poesía, la música, la interpretación y la plástica. El verso del texto conserva muchos arcaísmo de tono galaico, no teman en muy comprensible; y plásticamente no solo es bello, sino que está perfectamente ensamblado, en un estilo performático: la escenografía (también recurre al azulejo para trasladarnos a la corte portuguesa), el uso de marionetas, un vestuario en un estilo muy primitivo pero estilizado y funcional, todo al servicio de unos actores que ofrecen estupendas interpretaciones, especialmente los protagonistas: Natalia Huarte es una doña Inés trágica, valiente, lírica y hermosa, mientras Mayo tiene toda la determinación y coraje que se le exige a un príncipe que acabará rebelándose contra su padre.