[caption id="attachment_1567" width="560"] Una escena de Las bicicletas son para el verano[/caption]
Hace catorce años que no se reponía en Madrid Las bicicletas son para el verano, uno de los grandes títulos del repertorio del teatro español del siglo XX. En esta ocasión la obra está dirigida por César Oliva, autor también de la revisión del texto, y da gusto ver al elenco capitaneado por Llum Barrera y Patxi Freytez en esta crónica sutil, agridulce y sincera del día a día de una familia en el Madrid sitiado por la Guerra civil.
El Centro Cultural de la Villa, hoy Teatro Fernán Gómez, ha encontrado la excusa de su 40 aniversario que se cumplen este año para reponer el título.No creo que esta pieza necesite excusa para reponerse, pues debería representarse con más frecuencia ya que es un gran título. Se estrenó en 1982 en el Teatro Español, dirigida por José Carlos Plaza, y luego pasó a este mismo teatro donde se mantuvo tres meses. Poco después fue llevada al cine por Jaime Chávarri con gran éxito. Ahora se ha programado durante casi nueve semanas y ayer, cuando la vi, tenía un aforo casi completo de público que aplaudió agradecido e hizo que los actores salieran a saludar varias veces.
Partimos de un texto dramático sólido, palpitante de vida, escrito en un tono realista pero también con toques costumbristas, al que no le falta humor. Pero lo mejor en mi opinión, es la sutilidad y la forma progresiva y sin sectarismos con la que Fernán Gómez nos va haciendo partícipes de sus convicciones morales y de su visión ideológica de los acontecimientos, próximas al bando de los vencidos.
La obra me trae ecos del cine neorrealista, pero sobre todo de tantos testimonios directos que he podido oír de abuelos y familiares que vivieron nuestra guerra fratricida. Fernán Gómez nos presenta la casa de un matrimonio de clase media que vive en Madrid, el de Dolores (Llum Barrera) y Luis (Patxi Freytez), con dos hijos: la joven y guapa Manolita (Teresa Ases) y Luisito (Álvaro Fontalba), un chaval en plena adolescencia que actúa como el “alter ego” del autor (quien precisamente fue testigo de la guerra en su infancia).
Oliva ha reducido la duración de la obra y el número de personajes, pero conserva la estructura. Comienza antes del estallido de la guerra. Luisito juega con su amigo a imaginar un combate entre soldados y pronostica que “la guerra es imposible en las ciudades porque no hay espacio para hacer trincheras”. Su pronóstico se incumple y por la radio (elemento al que el director da un gran protagonismo) conocemos el asesinato de Calvo Sotelo, que se produce días antes de la sublevación del 18 de julio.Sabemos que Luisito se queda sin bicicleta y sin vacaciones porque ha suspendido, así que se entrega a seducir a la criada (estupenda María Beresaluze). La familia y sus vecinos son gente común, buena, poco politizada, que confía en que la situación se arregle pronto.
[caption id="attachment_1568" width="560"] Otro momento de la obra representada en el Fernán Gómez[/caption]
La segunda parte de la pieza expone los crecientes problemas de falta de víveres, de alumbrado, y los cambios en las costumbres y en la moral (los comunistas abogan por anular los matrimonios y por el amor libre). Las cartillas de racionamiento, los trueques y el mercado negro, las amistades que proveen de comida, las bombas y los búnkeres… También Luisito no tiene que ir a clase, institutos y universidades están cerrados. Manolita se ha hecho actriz y se ha echado novio, un sindicalista que ha sido incorporado a las filas del ejército republicano. Tantas penalidades hacen que doña Dolores manifieste un creciente deseo de que llegue la paz de una vez, aunque haya que rendirse.
Cuando ésta llega, el cabeza de familia, que no ha escondido sus simpatías por los republicanos, manifiesta lo que bien puede ser la conclusión de la pieza: “No ha llegado la paz, sino la victoria”. Y en una escena final que mantiene con su hijo le informa de las “depuraciones” que están haciendo los victoriosos y que quizá acaben afectándole también a él, pues de momento se ha quedado sin empleo. El nuevo régimen ha llevado a algunos amigos a “cambiarse de chaqueta”, algo que Fernán Gómez dibuja con sutileza.Y aunque el futuro de la familia, y sobre todo de Luisito, se desmorona, queremos oír un débil latido de esperanza.
Disfruté mucho con Patxi Freytez, como don Luis, su personaje crece y lo impregna con el humor y el humanismo que requiere; igualmente Llum Barrera está muy acertada en la composición de una madre entregada a la familia; Teresa Ases es una Manolita alegre que sabe ponerse dramática cuando se le exige y Álvaro Fontalba da credibilidad a su difícil personaje de adolescente. Y aplauso también para las vecinas de Ana Caso y Lola Escribano y para Adrián Labrador, en su doble papel de marido de Manolita y miliciano.
César Oliva ha dirigido con delicadeza, ritmo y gran economía de medios esta obra, recreando los distintos rincones del piso en el que se desarrolla de una manera eficaz y sencilla, creando diferentes escenas que dan agilidad al montaje. Con ayuda del escenógrafo Paco Leal, la escenografía se forma con un mobiliario que compone y descompone las distintas estancias y que mueven los mismos actores. Acertados los fragmentos musicales (coplas, himnos y canciones de la guerra civil y comunicados radiofónicos) que emplea para las transiciones de escenas.