La actriz Llum Barrera en un momento de El manual de la buena esposa.
Protagoniza 'El manual de la buena esposa', que acaba de cumplir 100 funciones en el Teatro Lara de Madrid
Pregunta.- Cuando le llegó la propuesta para protagonizar El manual de la buena esposa, ¿Se imaginaba el éxito que podía llegar a tener?
Respuesta.- No, cuando Quino Falero me llamó para explicarme lo que se estaba gestando me pareció muy atractivo, porque no se había tratado nunca el tema de las mujeres a lo largo de esos años. Todo ese oscurantismo se había visto en cine pero no en el teatro y menos desde el humor. Luego me asaltaron muchas dudas, a medida que pasaba el tiempo y el proyecto estaba en que salía y no salía, y luego con la situación política, yo pensaba, ¿es buen momento para estrenar esto? ¿Justo con esta regresión política y social tenía sentido un tema así, tan peliagudo y tan poco tratado? Pero, mira, para nuestro regocijo ha sido el éxito de la temporada y le gusta tanto a las mujeres que vivieron la Sección Femenina como a las chicas que no tenían ni puñetera idea de lo que era eso.
P.- Se las ve muy a gusto en escena, eso desde luego.
R.- Bueno, el teatro tiene esta cosa de que es muy sacrificado, tienes que estar siempre con la voz bien, el cuerpo bien... es lo duro que tiene. Pero, salvando esto, es un lujo tener el teatro lleno a diario con los tiempos que corren, que no hay una perra. Estamos muy contentas.
P.- Los textos -de Del Arco, Juan Carlos Rubio, Yolanda García Serrano, Verónica Fernández y Anna R. Costa- están muy bien pero ustedes han conseguido bordar unos personajes que son ya míticos. ¿Cómo los gestaron?
R.- En esto pones mucho de ti, por eso te llaman a ti y no a otra y aquí era básico que fuéramos tres buenas cómicas. Cuando la preparábamos a cada una se nos ocurría una locura cada vez más grande. Por suerte teníamos un buen director de orquesta que era Quino, que evitaba que se nos fuera la pelota y lograba que todos los personajes te fueran creíbles. Porque hay algunos... Esa Catalina, por ejemplo, que sale al sale al escenario diciendo que está enamorada de Franco y la gente se la tiene que creer, yo pensaba, ¡pero cómo se van a tragar eso! O la folclórica a la que le obligan a cambiar la letra de la canción y con la que me acordaba de Ay, Carmela... Los personajes encajan los unos con los otros, que es muy importante en la comedia. El equilibrio tiene que estar ahí, para no hacer mamarrachas, hay que evitar juzgados.
P.- Casi todas las historias son tremendas y hoy nos resultan improbables. Aunque hay alguna que no nos queda tan lejos...
R.- Es verdad, por ejemplo, esa de la folclórica que te comentaba tiene mucha relación con cosas que nos pasan hoy a las actrices. Cuando te cambian un texto o cuando te quitan un papel por edad.
P.- Hace de adolescente poseída por los Beatles, de mujer desencantada de la vida marital, de cantante de coplas, de fan de Franco... ¿Cuál de estos personajes le gusta más y cuál le costó más interpretar?
R.- Catalina la fascista enamorada del dictador era un reto, siempre que la hago espero que se levante una señora diciendo ¡Viva Franco! Pero me encantan todos, si pudiera cambiarme en tres segundos, los haría todos. Si se alarga la cosa mucho tiempo incluso podríamos hacer una rotación. Ojalá, mira.
P.- De la obra salen encantadas las madres, sorprendidas las hijas e incluso a carcajadas los señores, quizá ese es el acierto de la función.
R.- Todos los textos están basados en historias reales que habían oído los escritores, algunas a sus propias madres. Pero la verdad es que han venido asociaciones de mujeres en autobuses de Villaverde, de Albacete, de Toledo... en el fondo es una obra para ellas, que llegan y te cuentan cosas, como una que nos confesó que se apuntó a la Sección Femenina porque en el campamento de al lado estaba el que luego ha sido su marido. Aquello era como una mili tremenda, hoy lo recuerdan con nostalgia de juventud pero aquello era durísimo.
P.- La pieza no pretende ser vanguardista o innovadora, es sencilla y busca la risa, se entiende bien en el momento en que nos encontramos. ¿Lo cree así?
R.- Sí, aporta comedia pero con reflexión, y a mí me gusta que las comedias te hagan pensar un poquito, como lo hacía Glorius, que representé la temporada pasada y que era desternillante pero a la vez invitaba a luchar por los sueños. En El manual... la gente se va a su casa hablando de la obra, la comenta en el trabajo, la sigue recomendando e incluso repite. Que la gente compre entradas para volver con sus madres y con sus abuelas, con los tiempos que ahora vivimos, es una alegría en mitad del apocalipsis. Ahora que no sabes qué va pasar con tu hipoteca, si se la van a dar a Bankia o qué, merece la pena curarte un poco por un módico precio. La verdad, El manual... se está convirtiendo en ese espectáculo que hay que ir a ver cuando se viene a Madrid.
P.- ¿Y después o durante este espectáculo qué planea?
R.- Voy a grabar la segunda temporada de Pulseras rojas, de Albert Espinosa, que fue el éxito de la temporada pasada en TV3, donde interpreto un personaje muy dramático, la madre de un niño con cáncer, y que es un papel distinto a lo que me suelen dar. Poco más, porque en el teatro de martes a domingo y con un niño de tres años pues ya está bien. Así que nada, que me voy al teatro, volvamos a la lucha. ¡A levantar España!