Antonella Anedda, la vida por esquirlas
La voz de Antonella Anedda (Roma, 1958) es una de las más reconocibles de la poesía italiana de su generación, y quizás la más traducida al castellano. Vaso Roto edita ahora. Desde el balcón del cuerpo (su libro de 2007) después de que antes aparecieran Residencias invernales (1992) y Noches de paz occidental (1999). Quedarían apenas por publicar dos de sus títulos: Il catalogo della gioia (Catálogo de la alegría, 2003) y Salva con nome (Guardar como, 2012).
Desde el balcón del cuerpo supone una evolución clara en la poesía de Anedda en relación a sus títulos anteriores. No es que Anedda no hubiera recurrido al matiz narrativo o al recuerdo personal en sus entregas previas, pero nunca como en este libro había abordado el poema de tono biográfico. Un tono biográfico disfrazado o disimulado mediante el desplazamiento del punto de vista, como en los “Coros” iniciales.
Use el tono que use, Anedda es una maestra de orfebrería poética, sabe que la verdad, el matiz, la hondura está en el detalle. En otro de sus libros, La vita dei dettagli (Donzelli, 2009) realiza un ejercicio con obras de arte consistente en elegir apenas un fragmento de cada cuadro para después analizarlo no descontextualizado, pero sí como un nuevo centro de gravedad. Anedda entiende y subraya la importancia de cada fragmento de un poema. Cada verso debe contener intacta la secuencia de adn del poema, del libro.
Escribe Anedda en uno de los “Coros”:
Deja que digan: “nosotros”.
“Vivimos por esquirlas
que al desplazarse fracturan el yo y el vosotros
y casi siempre lo único que dejan intacto es el paisaje”
. Deja que hable la tercera persona y que ellos respondan:
“Tenemos nuestros jueces. Tupidos como pájaros en los árboles.
Sus voces se confunden.
Uno es más riguroso que los otros. Uno es más dócil
(nuestro padre era un juez)”
. Ahora haz que el plural se retraiga
retroceda, que diga una vez más: “yo”.
Este libro de Anedda es, pues, un intento de explicación del yo desde el interior de su frontera más evidente: el cuerpo. Y la pregunta más insistente del cuerpo es el dolor, y la indiferencia de los otros, la respuesta que más a menudo obtiene. Como ha observado el crítico Massimo Gezzi, en Desde el balcón del cuerpo Antonella Anedda alude desde el título a lo que Günther Anders ha llamado «el desnivel prometeico, la asincronía entre sentir y actuar que nuestra sociedad permite y favorece, y que en Anedda desencadena una reflexión sobre el propio cuerpo: “¿Cuánta hipocresía es necesaria para revestir nuestro pecho?”». La traducción de Juan Pablo Roa es en general fiel, aunque incurre en algún que otro calco (a veces una estructura del italiano existe en castellano, pero no quiere decir lo mismo). El libro es un escalón más en uno de los ejercicios de autoindagación más fascinantes de la poesía europea contemporánea.