Por qué 2023 puede ser uno de los mejores años para los videojuegos
Tras dos cursos lastrados por los retrasos ocasionados por la pandemia y la crisis de semiconductores, este año que comienza se perfila como uno de los más ambiciosos en las dos últimas décadas.
La industria del videojuego está a punto de doblar un recodo. 2020 fue un año espectacular: lanzamiento de consolas de nueva generación, hitos estratosféricos de ventas (Nintendo Switch rozó los 30 millones de unidades), la publicación de títulos transformativos, una afluencia enorme de nuevos jugadores… La aparición de la Covid-19 obligó a cancelar todo tipo de eventos y campañas de promoción, pero las fechas de lanzamiento apenas se vieron alteradas.
La industria es un transatlántico con una inercia salvaje, y cuando un desarrollo coge velocidad de crucero con el lanzamiento en el horizonte es difícil pararlo. Sin embargo, 2021 y 2022 han sufrido gravemente los cambios a un formato de trabajo en remoto, lo que ha provocado una avalancha de retrasos monumental en todos los proyectos que estaban en pleno desarrollo. Eso está a punto de terminar y todo parece indicar que el 2023 recogerá los frutos de dos años de tropiezos.
Echando la vista atrás, algunas de las añadas que podemos rememorar son realmente espectaculares. Personalmente, me quedo con las de 1998 (Grim Fandango, Ocarina of Time, Metal Gear Solid, Half-Life), 2007 (BioShock, Mass Effect, Portal) y 2015 (Bloodborne, The Witcher 3), pero hay un interesante debate al respecto.
['Evil West', guerra contra las tinieblas en el Oeste Americano]
Ya no estamos en los años noventa, cuando el videojuego estaba atravesando unas transformaciones tan profundas que hicieron que se asentaran los fundamentos del diseño moderno, dando a luz a muchas de las sagas que todavía disfrutamos hoy en día. Son tiempos de mayor cautela. Juegos técnicamente mejores y más profesionales, pero también menos arriesgados. Es más difícil que se dé esa confluencia de factores necesaria para un año apoteósico. Y sin embargo, pandemia mediante, 2023 tiene todos los boletos para entrar en el panteón por méritos propios.
Echando un vistazo a la agenda de la primera mitad del año (más allá todavía se mantiene una pesada niebla de guerra) para planificar la cobertura de la sección de videojuegos, no salgo de mi asombro al ver el volumen de grandes títulos que se nos amontonan. Como siempre, va a ser imposible llegar a todo, pero habrá que intentar cubrir lo más relevante.
En enero tenemos Forspoken y el remake de Dead Space, del que espero grandes cosas después de la decepción que ha sido The Callisto Protocol. Febrero es una absoluta locura con Hogwarts Legacy, Wild Hearts, Atomic Heart, Like a Dragon: Ishin! y Company of Heroes 3 por un lado; por otro, el lanzamiento de las nuevas gafas de realidad virtual de Sony, PSVR2, y todo lo que eso implica, incluyendo Horizon: Call of the Mountain.
Marzo empieza fuerte con Wo Long: Fallen Dinasty, continúa con Star Wars Jedi: Survivor y termina con el remake de Resident Evil 4. Abril sí es cierto que está un poco vacío, al menos por ahora, aunque es lo normal al ser el comienzo del año fiscal para muchas empresas. Mayo cuenta con The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom y Suicide Squad: Kill the Justice League antes de pasar a junio y recibir Street Fighter 6, Diablo IV y, sobre todo, Final Fantasy XVI.
Por regla de tres, algunos de estos juegos saldrán rana o incluso sufrirán un retraso. Sin embargo, veo a las editoras con mucha confianza. Muchos de estos juegos han permanecido en desarrollo durante siete u ocho años y ya están muy maduros. Y alguno especialmente va a dar la sorpresa. Me refiero a Final Fantasy XVI. Para el público masivo, la saga lleva en decadencia, de una forma u otra, en torno a veinte años. Prácticamente desde el lanzamiento de Final Fantasy X.
En este tiempo, la franquicia ha estado demasiadas veces relacionada con problemas de desarrollo, ambiciones incumplidas, diseños extremadamente lineales y, sobre todo, una notable falta de pericia a la hora de narrar historias. Después de tanto tiempo, es un lugar común que se ha asentado en el imaginario colectivo a pesar de que existen argumentos en contra, siendo el principal el propio Naoki Yoshida, productor de la última entrega. Yoshida no solo fue capaz de rescatar Final Fantasy XIV, sino de convertirlo en el mejor juego de la década.
Endwalker es la expansión que clausura todo el primer arco narrativo y mi juego del año. Nada le puede hacer sombra en cuanto a resonancia emocional y estoy convencido de que, bajo su tutela, Final Fantasy XVI llegará a cotas nunca antes vistas en la industria. La ingente cantidad de tiempo que exigen los MMORPG hace que gran parte de los seguidores de la saga no hayan experimentado de primera mano las bondades de su influencia. Auguro que la sorpresa va a ser monumental cuando por fin lo tengan entre manos.
Sobre el papel, Final Fantasy XVI parece el proyecto soñado. El equipo desarrollador es veterano de mil batallas y refleja una sensibilidad muy alejada de los convencionalismos adolescentes promulgados por Tetsuya Nomura. Para ello, no hay más que fijarse en el mero planteamiento: una historia adulta en la que seguiremos a su protagonista durante más de dos décadas. Es la primera vez que un título de la saga recibe una calificación Mature (en Europa probablemente recaiga en un +18), con una trama que girará en torno las tensiones geopolíticas de unas naciones pugnando por los recursos frente a una catástrofe medioambiental y con armas de destrucción masiva (los eikons) en juego.
Todo fundamentado en un sistema de combate pergeñado por Ryota Suzuki (Devil May Cry 5, Dragon’s Dogma) y aderezado con la banda sonora del maestro Masayoshi Soken. He de reconocer que no espero con tantas ansias un juego desde The Witcher 3: Wild Hunt, y aquel terminó siendo el mejor juego de rol de la historia, por lo que no descarto que Creative Business Unit 3, el equipo de Naoki Yoshida, le pueda disputar el honor a los polacos.
Más allá de eso, nos espera una segunda mitad del año que vendrá también cargada de grandes lanzamientos. Muchas editoras están manteniendo sus planes a buen recaudo, precisamente para ahorrar frustraciones si las cosas van mal, pero ya tenemos cierta idea de lo que vendrá. Baldur’s Gate 3 (que en parte se está desarrollando en Barcelona) saldrá en agosto después de tres años en acceso anticipado, tiempo que el estudio ha dedicado en afinar al máximo su complejo universo mecánico. Starfield es la gran esperanza de Xbox y Bethesda, y aunque llevo un tiempo pensando que Todd Howard ha perdido su toque mágico, no hay que menospreciar al creador de obras maestras como Morrowind y Skyrim. Por último, acecha en el horizonte otoñal Spiderman 2 y Armored Core VI: Fires of Rubicon. Todavía existen muchas incógnitas al respecto, pero tengo la certeza de que serán juegos memorables.
Los mejores de 2022
En 2023, tanto PlayStation 5 y Xbox Series se harán con el mercado de videojuegos. Por fin las consolas se pueden ver físicamente en las tiendas y todo parece indicar que los problemas de abastecimiento están a punto de terminarse (mientras no haya catástrofe en China en las próximas semanas). Por fin nos vamos a poder sacudir de encima las limitaciones de la anterior generación, que lleva vigente desde 2013 y ya está completamente desfasada.
Los estudios japoneses serán los últimos en abandonar el barco, pero el resto del mundo ya ha levado anclas. Este período de transición ha durado más de lo previsto. Para seguir innovando, los videojuegos tienen que subir el baremo tecnológico en el hardware y lamentablemente eso significa dejar atrás a 160 millones de máquinas, pero es lo correcto. Ojalá Nintendo deje de arrastrar los pies y anuncie una sucesora de la Switch para el próximo invierno.
Por último, quiero terminar de completar la lista de los mejores videojuegos de 2022. Normalmente destaco los diez que creo que más méritos atesoran y explico brevemente las razones que los han llevado hasta allí. Hace un par de semanas adelanté cinco este mismo blog. Pues bien, aquí van los otros cinco y además unas pocas decepciones.
1. Endwalker (Creative Business Unit 3, Square Enix): una experiencia emotiva sin parangón en el medio. Un cierre magistral a ocho años de ambición desmedida. La razón última por la que juego a videojuegos.
2. Elden Ring (From Software, Banda Namco): el mejor mundo abierto jamás diseñado, simple y llanamente.
3. God of War Ragnarök (Santa Monica Studios, Sony): una epopeya de dimensiones míticas que se juega como si fuera un sueño.
4. Xenoblade Chronicles 3 (Monolith Soft, Nintendo): personajes fantásticos y un control magistral de los tiempos para generar increíbles escenas dramáticas.
5. Immortality (Half Mermaid Productions, Netflix): un misterio apasionante que juega con las fronteras entre medios y eleva los estándares en cuanto a diálogos e interpretación actorales.
6. A Plague Tale: Requiem (Asobo Studio, Focus Home): una maravillosa historia de supervivencia con una sensibilidad pictórica y un final demoledor.
7. Steelrising (Spiders, Nacon): autómatas en la Revolución francesa en un juego imperfecto pero muy inspirado.
8. Syberia: The World Before (Microids): una sensible historia de amor durante el auge del fascismo.
9. Norco (Geography of Robots, Raw Fury): elegía del sur americano entre visiones místicas y humo de refinería.
10. Pentiment (Obsidian Entertainment, Xbox): homenaje a la callada labor monástica de la creación de códices iluminados en un murder mystery repleto de diálogos maravillosos.
Y para terminar, un par de decepciones sonadas. La primera, Horizon: Forbidden West: un juego que parece haber sido diseñado por una inteligencia artificial implementando todo lo que se supone que tiene que traer una secuela, pero dejándose todo el corazón de Zero Dawn por el camino. Aloy se convierte en un personaje plano e insoportable con su complejo mesiánico y nada de este mundo ha conseguido trasladarme ese espíritu de aventura y maravilla pretérita (muy del estilo Robert E. Howard) que la capital de los Carja, Meridian, evocó la primera vez que llegué a ella. Aunque salió en un momento inoportuno (quedó totalmente eclipsado por Elden Ring), el paso de los meses no ha hecho más que asentar la sensación de oportunidad perdida. Veremos si la expansión prevista para abril cambia las cosas.
La segunda, Return to Monkey Island: explotación nostálgica por el creador original de la saga que parece incapaz de elucubrar una razón de peso que explique esta necesidad imperiosa por sacar otro capítulo. No aporta nada al canon establecido y ni siquiera se las ingenia para contar nada de interés. Ha sido una engañifa en toda regla que simplemente ha funcionado por la manipulación de todos los que guardaban cariño a los juegos de los noventa. Es un juego muy normal que se aprovecha de unos personajes muy queridos por el público para elaborar una propuesta inane.