Paul Celan: fuga de la vida
Este 23 de noviembre se cumplen 100 años del nacimiento de Paul Celan, un poeta abstracto y desencarnado cuyos versos son esclarecedoras notas a pie de página del libro de la historia
¿Qué pretendía decir Theodor W. Adorno cuando afirmó que “no se podía escribir poesía después de Auschwitz"? ¿Pretendía afirmar que ya no había espacio para la belleza en el mundo? Ciertamente no. Adorno quería apuntar que la poesía ya solo podía ser el eco de una herida, el reflejo de una catástrofe moral y política que había escarnecido el sueño de progreso y paz perpetua de la Ilustración. A partir de ahora, la poesía debía ser la casa de la memoria y el testimonio. Auschwitz no era un pogromo más, sino una sima en el corazón del continente que había engendrado a Kant, Beethoven, Mozart, Goethe y Rembrandt. Se había cumplido la profecía de Walter Benjamin: “No hay documento de cultura que no lo sea al tiempo de barbarie”. La poesía no podía ignorar este hecho. Debía prestar su voz a las víctimas, lo cual no significaba adoptar consignas simplificadoras. No hacía falta una poesía didáctica, sino una poesía que escarbara en el dolor hasta hallar la palabra capaz de expresar el horror irrepresentable de la Shoah. Profundo, oscuro, esencial, Paul Celan asumió ese reto como algo inevitable, pues no era un simple testigo, sino un superviviente. La industria de la Muerte había usurpado la lengua de Heine, Hölderlin y Rilke para destruir al pueblo del Libro. Ahora correspondía a los poetas recuperar esa lengua, liberándola de la costra de odio que la había desfigurado.
Paul Pésaj Antschel, más conocido como Paul Celan, nació el 23 de noviembre de 1920 en la actual Chernivtsi (en alemán, Czernowitz, y en rumano, Cernăuți), en la región de Bucovina. Ubicada en una zona de Europa que producía más historia de la que podía digerir, la ciudad perteneció sucesivamente al Imperio austrohúngaro, Rumanía y la Unión Soviética. Hoy en día, está situada en el suroeste de Ucrania. Judío asquenazi, Paul era hijo de Leo Antschel-Teitler, un sionista que le hizo estudiar la lengua hebrea, y Friederike Schrager, Fritzi, que le inculcó el amor a la literatura alemana. Se conserva una fotografía de Fritzi con la cabeza cubierta por un sombrero de ala ancha y una mano enguantada reposando sobre un libro. Sus facciones suaves y redondeadas coinciden con las del poeta. Ambos tienen rostros melancólicos y atractivos. Madre e hijo leyeron juntos a los clásicos alemanes, rivalizando a la hora de recitar sus textos de memoria. La infancia de Paul se desenvolvió en un entorno políglota, donde se hablaba ucraniano, rumano, alemán, suavo y yiddish. La mitad de la población de Czernowitz era judía y muchos se referían a la ciudad como “la pequeña Viena”. En la escuela estatal, donde se respiraba un feroz antisemitismo, Paul se enfrentó a un profesor que pertenecía a la Guardia de Hierro, una organización fascista, tras escucharle hablar con desprecio del yiddish. El futuro poeta le recordó que hasta Shakespeare había sido traducido a esa lengua. Sin embargo, la lengua materna de Celan fue el alemán y no el yiddish. A los seis años ya era capaz de recitar 'La canción de la campana', de Schiller.
Paul mantuvo una relación muy estrecha con su madre, que se preocupó de que hablara un alemán culto y lleno de referencias literarias. La relación con el padre no fue tan cordial y cercana. Envió a Paul a un colegio hebreo de orientación sionista para fortalecer su identidad judía. Cuando pasó a un colegio estatal, siguió estudiando hebrero con un profesor particular. El carácter autoritario del padre dejó un recuerdo amargo en Celan, que años más tarde comentaría a menudo que la Carta al padre de Kafka era un fiel retrato del ambiente de las familias judías. Después de su bar mitsvah (confirmación judía) en 1933, Paul abandonó el estudio del hebreo y se acercó a una organización antifascista que publicaba una revista titulada Alumno rojo. En 1936, participó en la recogida de fondos para apoyar a la República española y se inventó que una inexistente hermana mayor se había unido a las Brigadas Internacionales. El lema de “No pasarán”, símbolo de la resistencia antifascista, aparece en dos ocasiones en su poesía. Paul se distanció muy pronto del comunismo, pero nunca desapareció su simpatía por el socialismo y el anarquismo. Lector precoz de poesía, sentía predilección por Rilke. Alrededor de los quince años, escribió sus primeros poemas: composiciones influidas por el simbolismo y el romanticismo. El primer poema que se conoce es un soneto dedicado a su madre que finaliza con el verso: “pues tu eres calma, madre, trémula luz de fondo”. Corría el año 38. Ese mismo año se marcha a Tours para estudiar medicina. Su tren pasa por Berlín la Noche de los Cristales Rotos, punto de partida de la Shoah. Celan evocará ese trágico día mucho después, escribiendo: “fluyó a tu mirada un humo / que era ya de mañana”. Durante su estancia en París, asistió a la primera representación teatral de obras de Shakespeare interpretada en inglés y se familiarizó con las vanguardias artísticas, interesándose especialmente por el surrealismo. Durante el verano del 39, regresa a casa y comienza estudios de filología románica. Escribe un poema titulado 'Balada del mundo extinto'. Se ha dicho que Celan es un poeta abstracto, desencarnado, pero desde sus primeras creaciones sus versos son esclarecedoras notas a pie de página del libro de la historia. A pesar de su oscuridad, su palabra es inseparable del baile trágico de su tiempo.
Tras el pacto de no agresión entre Hitler y Stalin, Rumania tuvo que ceder el norte de Bucovina a la Unión Soviética. Enseguida, comenzaron las deportaciones y la prohibición de ciertos autores, como Osip Mandelstam, al que se calificó de “enemigo del pueblo”. Celan tuvo que estudiar ucraniano por imperativo legal. El clima de opresión e intransigencia le alejó definitivamente del comunismo. “Ahora soy trotskista”, comentó. La invasión alemana de Rusia acabó con el dominio soviético. Entre el 5 y el 6 de junio, el Einsatzgruppe D al mando del sádico Otto Ohlendorf llegó a Bucovina, con órdenes de borrar seiscientos años de presencia judía. De inmediato, se confinó a los judíos en un gueto y se les obligó a identificarse con una estrella amarilla. Paul permaneció seis o siete semanas en el gueto. Durante ese tiempo, tradujo sonetos de Shakespeare y compuso un poema titulado 'Oscuridad': “En las ramas / se congestiona negro / el bochorno de canciones sin habla. / […] La muerte amanece en el corazón / a las lechuzas. / La traición se derrumba en tus ojos”. Celan fue expulsado de la universidad y obligado a retirar escombros. En sus ratos libres, siguió escribiendo poemas: “los estanques son todos tu sangre”, “Dios es tu berrido. Yo / siento miedo y frío”. La noche del 27 de junio de 1941 los padres de Paul le animaron a pernoctar en otro lugar, pues dos tercios de los judíos de Transnistria ya habían sido deportados. Cuando a la mañana siguiente volvió a casa, descubrió que la puerta principal estaba precintada y sus padres desaparecidos.
Durante diecinueve meses, Paul pasó por distintos campos de trabajos forzosos. No dejó de escribir poesía y realizar traducciones del francés y el inglés. Han sobrevivido setenta y cinco poemas de esa época. Celan expresa su desolación: “La oscuridad emigra. ¿Es un grito de la noche? / ¡Lo oscuro lucha! ¡Se libra de sus cadenas!”. Tardará en saber que su padre muere de tifus durante el otoño de 1942 y que algo después su madre será asesinada de un tiro en la nuca. Sobrecogido por la noticia, escribe varios cuartetos que agrupa bajo el título 'Invierno': “Está cayendo, madre, nieve sobre Ucrania: / mil granos de aflicción al Salvador coronan. / De las lágrimas que vierto, ninguna hasta ti llega. / […] ¿Qué sería, madre: crecimiento o herida - / si yo también me hundiera en las nieves de Ucrania?”. Esta vez Celan identifica la nieve con la muerte e introduce una ironía, aludiendo a la corona de espinas de Jesús. No puede olvidar que el antisemitismo es un prejuicio de origen cristiano. Jesús, el Salvador, ha sido utilizado como martillo para golpear sin piedad al pueblo judío. En otro poema, alude a la cultura alemana, que ha inmolado a su madre en el altar del delirio racial: “¿Y soportas tú, madre, como antaño en casa, / ay, la rima, suave, dolorosa, alemana?”. Paul no concibe otra patria que la lengua alemana, pero esa es la lengua de los verdugos. El poeta se siente como un nuevo Jacob, que lucha toda la noche contra un ángel. Su dolor psíquico inspira 'Fuga de la muerte' ('Todesfuge'), su poema más célebre. Así como el aria 'Erbarme dich, mein Gott', de la Pasión según san Mateo de Bach, expresa la esencia del espíritu europeo, su anhelo de trascendencia y fraternidad, 'Todesfuge' refleja la caída en la barbarie, el desmoronamiento de una civilización que se rinde ante el asalto de Tánatos.
Paul Celan emplea la estructura de la fuga musical para escenificar la lucha entre la Margarita del Fausto de Goethe y la doncella Sulamita del Cantar de los Cantares. Publicado en Bucarest, inicialmente el poema se llamó 'Tango de la muerte', pues un teniente de las SS había ordenado a un grupo de violinistas judíos que tocaran un tango mientras los deportados marchaban hacia las cámaras de gas. Traducido a otros idiomas, 'Todesfuge' pierde su simetría acentual, pero nada puede borrar sus poderosas imágenes: “negra leche del alba”, “una fosa en los aires”, “tu pelo de oro Margarita”, “tu pelo de ceniza Sulamita”, “la muerte es un Maestro Alemán”, “el oscuro tañido de los violines” que suben “como humo en el aire”, mastines, serpientes, una tumba estrecha en los cielos. Celan evoca el trágico fin de su madre, asesinada de un tiro en la nuca: “la muerte es un Maestro Alemán su ojo es azul / él te alcanza con bala de plomo su blanco eres tú”. Sin signos de puntuación, el poema repite una y otra vez “bebemos y bebemos”, una expresión que evoca el espanto helado del eterno retorno de Nietzsche. 'Todesfuge' escarnece la doctrina del amor fati. Después de Auschwitz, es imposible amar el pasado, santificar todo lo que acontece, querer hacia atrás. También cuestiona el poder clarificador de la música. Las fugas de Bach sonaban en la casa del comandante de Auschwitz. En verano, con las ventanas abiertas, se oían el exterior. La “negra leche” fluía de la ubre germánica, renovando la vieja alianza entre la música y la muerte (Schubert, Wagner, Brahms, Wagner). La doncella volvía a desposarse con las Moiras, que tejían el destino de los hombres con hilo negro. En Oświęcim, Margarita reinaba sobre Sulamita. El roble de Goethe se alimentaba de las ilusiones del pueblo de Israel, abocado a ser ceniza y olvido. Algunos exégetas han comparado al Maestro Alemán del poema con Cristo. No sé si esa era la intención de Celan, pero si es así, no se trataría del Jesús real, un profeta judío, sino del Jesús ario que inventó el nazismo para apropiarse de la tradición cristiana.
En 1945, Celan inicia la peregrinación que le llevará hasta París, realizando escalas en Bucarest y Viena. Sabe que su destino es transmigrar y, por tanto, traducir, buscar equivalencias entre lo diferente, sin perder su identidad, siempre sostenida por el alemán, su lengua materna. En 1947, adopta otro nombre. Ya no será más Paul Antschel. Invirtiendo las sílabas de su apellido se convierte en Paul Celan. Celan es más moderno que Antschel, un apellido que evoca el Viejo Mundo. Cuando le preguntan cómo puede seguir escribiendo en alemán, contesta: “Solo en la lengua alemana se puede expresar la verdad de uno; en una lengua extranjera, el poeta miente”. Celan aún no ha encontrado su voz, pero su tardorromanticismo inicial se despeña por un surrealismo con pinceladas expresionistas. “¿Dónde está el cielo? ¿Dónde?”, se pregunta, evidenciando el desgarro de una pérdida insondable. “Mi dulce madre llora por todos”, añade. Europa se ha convertido en “la casa del olvido”, intentando borrar el recuerdo de las víctimas de la Shoah. Por eso, la poesía debe ser la casa de la memoria. Su misión es rescatar las vidas destruidas.
Se ha dicho que la obra de Celan es “el único equivalente lírico a la obra de Kafka”. Es difícil no estar de acuerdo. Su poesía es una fuga de la vida, una huida interminable. Al igual que Gregorio Samsa, Celan siente que está condenado a vivir en lo fronterizo e incierto. Mitad humano, mitad fantasma, los otros no le reconocen como un semejante. En su viaje hacia el oeste, hace un alto para depositar unas flores y una rama de sauce sobre la tumba de Georg Trakl. “Yo canto entre extraños”, escribe. Ya en París visita a Yvan Goll, un poeta cercano al surrealismo que había traducido el Ulises al alemán. Más delante, Claire, su viuda, le perseguirá sin descanso, acusándole de plagiar a su marido. Celan sigue escribiendo versos inspirados por recuerdos de la madre asesinada. Se refiere a ella como “sombra delgada de ojos almendrados”. En 1952, viaja al Tirol para visitar a sus amigos y el viaje le inspira un poema que testimonia su sensación de soledad: “Están separados en el mundo, / cada uno en su noche, / cada uno en su muerte”. Ese año contrae matrimonio con Gisèle de Lestrange, una artista gráfica procedente de una familia de la nobleza. No será una relación tranquila y convencional. En 1948, Celan había conocido en Viena a Ingeborg Bachmann. Se enamoraron y se hicieron amantes. Años más tarde, la pasión seguía viva: “Cuando te conocí fuiste para mí lo sensual y lo espiritual, inseparables para siempre”. Los sentimientos de Paul hacia Gisèle no eran menos intensos. Al poco de conocerla, le escribe: “Maïa, amor mío, querría saber decirte cuánto deseo que todo esto permanezca, nos permanezca, nos permanezca siempre”. Sin embargo, Celan sigue enredado con Bachmann, pero el matrimonio no se romperá. En 1952 publica Amapola y memoria, su primer libro. Traductor y profesor de alemán en la Escuela Normal Superior, empiezan los reconocimientos. Al mismo tiempo, Claire Goll recrudece sus acusaciones de plagio. Nadie le da mucho crédito, pero Celan se obsesiona con el tema y desarrolla sentimientos paranoicos. Su estabilidad psíquica se tambalea. En 1962, golpea a un transeúnte, acusándole de ser cómplice de Goll. Poco después, ataca a Gisèle por llevar un pañuelo amarillo, pues le recuerda la estrella que los nazis impusieron a los judíos. Ingresa en una clínica psiquiátrica. Será su primer internamiento. En los años posteriores, los accesos violentos y los ingresos hospitalarios se repiten. Le suplica por carta a su mujer que no le sometan a curas de sueño ni a sesiones de electrochoque. Durante un período de relativa estabilidad, viaja a la Universidad de Friburgo para leer sus poemas. Acuden mil doscientas personas, entre ellas Heidegger, que se acerca para invitarlo a su cabaña de la Selva Negra. Celan acepta, esperando que el filósofo se disculpe por su apoyo al partido nazi, algo que no sucede. En los meses posteriores, escribe, da recitales, viaja y se echa una nueva amante, Ilana Schmueli. Se identifica con una frase de 'Un médico rural', un cuento de Kafka: “No es más que un judío”. Como el protagonista, se siente “desnudo y expuesto a las heladas”. Escribe su último poema: “Viñadores excavan / el reloj de horas oscuras, / de hondura en hondura, / tú lees, / saca / el Invisible / el viento / a la estacada; / tú lees, / los Abiertos llevan / la piedra detrás del ojo, / ella te reconoce, / el día del Sabat”. ¿Qué quiso decirnos en esa hora postrera? En esas fechas, vive solo en el número seis de la avenida Zola, cerca del puente Mirabeu. En un poema de 1962 titulado 'Todos los poetas son judíos', había escrito: “Del sillar / del puente, del que / él rebotó / Hacia la vida, en vuelo / de heridas, -del / puente Mirabeu”. La noche del diecinueve al veinte de abril de 1970, no muy lejos de la Pascua judía, se lanza desde el puente al río Sena. Es buen nadador, pero se ahoga sin que nadie lo presencie. Presintiendo su muerte, Giséle, anota en su diario esa misma noche: “Marcha de Paul”. El cuerpo de Celan será recuperado días más tarde en uno de los filtros del Sena. Ingeborg Bachmann escribe: “Puente Mirabeau… Waterloobridge / ¿Cómo soportar los nombres / soportar a los sin nombre? / Solos están todos los puentes. / Pues él alcanza las tijeras del sol en la niebla y al deslumbrarlo / lo abraza la niebla en su caída”.
Gisèle Celan-Lestrange sobrevive a su marido hasta el 9 de diciembre de 1991. En esa fecha, muere de cáncer. El hijo de ambos, Eric, asumirá la publicación de los diarios, las cartas, los poemas y los documentos de sus padres. ¿Qué acabó con la vida de Celan? El historiador Erich Kahler, uno de sus amigos, lo explicó con inapelable clarividencia: “ser un gran poeta alemán y un judío centroeuropeo crecido a la sombra de los campos de concentración”. “Verdad dice quien sombra dice”, observa Celan. En la poesía, nunca buscó lo bello, sino esa verdad que nos hiere como una cuchilla helada. Su itinerario creador finalizó con una conclusión terrible: siempre estaría fuera de todo, siempre sería un apátrida. No lo soportó y decidió suicidarse. En cambio, Heidegger –al que tanto admiraba- aguardó tranquilamente a la muerte desde la confortable penumbra de la Selva Negra. ¿Triunfó el Maestro Alemán una vez más? No lo creo. La poesía de Celan es la voz vibrante de Sulamita, convocando a los hijos de Israel para transformar las toneladas de ceniza vomitadas por Auschwitz en un jardín donde la Palabra reine sobre la muerte. Y la Palabra, como dijo José Ángel Valente, “es Dios y está junto a Dios”.
CELAN AL COMPLETO
La Editorial Trotta ha puesto a disposición del lector español las Obras completas de Paul Celan en una excelente traducción de José Luis Reina Palazón, basada en la edición alemana de Beda Allemann y Stefan Reichert. En la poesía, la traducción nunca es una equivalencia, sino una recreación del original que exige creatividad e ingenio. Un imperativo que se cumple en la traducción de Reina Palazón. Trotta también ha rescatado los textos en prosa y los aforismos de Celan en Microlitos, mostrando la inspiración inagotable de un autor que convivió con deslumbrantes iluminaciones y terroríficos demonios. Poemas y prosas de juventud y Poemas póstumos nos llevan a la matriz de la obra de Celan y a su trastienda, rescatando piezas que el poeta consideraba “impublicables” pero que poseen la inconfundible tensión de su estilo, siempre en lucha con lo indecible y bordeando “la dicha de la mudez”. La Correspondencia con Nelly Sachs nos revela el lado más íntimo y atormentado de Celan. “La vida tiene la misericordia de rompernos”, escribe a Sachs, que le contesta: “Nosotros queremos seguir aportándonos la verdad el uno al otro. Entre París y Estocolmo se extiende el meridiano del dolor y del consuelo”. Por último, la biografía de John Felstiner, Paul Celan. Poeta, Superviviente, Judío, nos proporciona las claves esenciales de una poesía que siempre concibió la exégesis como un ejercicio complementario de la creación.