En una ciudad regida por un esquema monocromático de líneas afiladas y sombras que se deslizan por las aceras, No-Man trata de pasar desapercibido con su gabardina y su sombrero de ala ancha mientras vende relojes de estraperlo en las inmediaciones del Hopper, el diner de referencia para los halcones de la noche. Al llegar a casa, en la torre del reloj, avista la servilleta donde la voluptuosa líder de la banda de jazz del momento inscribió su número de teléfono y, venciendo a la apatía, decide llamarla. Sin embargo, al otro lado de la línea, un estruendo interrumpe la comunicación tras unas breves palabras. Temiéndose lo peor, No-Man corre al apartamento y, tras tirar la puerta abajo, se enfrenta a una escena trágica. El celoso saxofonista de la banda, Golden Boy, revólver en mano, dispara a una Miss Mass desnuda, vulnerable, en la cama al otro lado de la habitación. Entre ellos, el Big Bang rezumando del cañón humeante y la subsiguiente expansión del universo. Para salvar a su amada, No-Man debe acometer un viaje poético entre quarks y mitos ancestrales tras la espiral áurea que le permita detener el estallido primordial.
Viaje en el tiempo
El abanico de influencias va de 'Las cosmicómicas' de Italo Calvino al noir retrofuturista de 'Alphaville' de Godard
Genesis Noir está dividido en diferentes fases conforme el protagonista explora la trayectoria de la bala, un planeta Tierra disparado al corazón de un dios que ejerce una inquebrantable atracción gravitacional. Estos episodios se expanden por el tiempo y el espacio, de un anfiteatro en la Grecia clásica a un paraje nevado en el Japón feudal, de las calles imbuidas de jazz del Harlem de entreguerras a un acelerador de partículas en la superficie de la luna. Cada uno de estos parajes están salpicados de puzles, pero en vez de sesudos rompecabezas muy elaborados el estudio ha optado por un acercamiento más instintivo, táctil y rítmico.
Las pistas son escasas. El progreso en el juego se fundamenta en la curiosidad, en el descubrimiento de patrones, en la realización de movimientos concretos con el puntero en los diferentes elementos que aparecen en pantalla. En cualquier otro videojuego, una mecánica tan limitada y repetitiva haría decaer el interés con rapidez. No es el caso de Genesis Noir, que evade toda comparación con otros títulos por su estimulante versatilidad formal, una animación que debe mucho al trabajo seminal que Saul Bass inmortalizó en los títulos de crédito de películas como El hombre del brazo de oro o Psicosis. Los cambios de perspectiva son una constante, sacando el máximo partido al esquema cromático en blanco y negro, con un uso muy puntual del dorado. Es un juego que se sumerge gozoso en lo abstracto, en la prosodia de la mecánica cuántica, en la danza de los cuerpos celestes y en la verdad intuida en los arquetipos universales. Una pieza con evidentes ambiciones artísticas que atrapa al usuario y transforma su contemplación abnegada en participación activa para volverlo cómplice del efecto hipnotizador que se desprende de la maravillosa conflagración de líneas y formas de una animación autoral.
Hacia la iconografía de Blake
El triángulo amoroso que Feral Cat Den utiliza como metáfora básica para explorar los fenómenos que dieron origen a la realidad observable establecen un vínculo genealógico claro con Las cosmicómicas de Italo Calvino, la colección de relatos cortos del escritor italiano que antropomorfiza fenómenos cosmológicos; la iconografía expansiva de William Blake, la filosofía de Sun Ra y el noir retrofuturista de Alphaville, la película de Jean-Luc Godard.
Sin embargo, partiendo de todo ese batiburrillo de influencias, los desarrolladores han conseguido pergeñar una obra con una identidad propia sobre todo gracias a un final donde las reglas que han ido estableciendo de manera subrepticia son desechadas sin rubor alguno para ofrecer un vibrante caleidoscopio con sensibilidad setentera, una brillante psicodelia que vuelve a traer a colación los encuentros de No-Man con los distintos personajes secundarios de la fábula (el músico, la científica, el ronin y la cazadora) para rearmar al dios del tiempo frente a la elección final que examina la soledad del hombre frente al universo. Genesis Noir es una obra interactiva que ensancha la definición de videojuego y cuya raigambre artística nadie puede cuestionar.
Un proyecto macerado durante años en la periferia de la escena independiente neoyorquina que ha incorporado la historiada atmósfera cultural de la Gran Manzana y ha terminado encontrando un encaje en Xbox Game Pass, el servicio de Microsoft que ejerce de adalid de títulos tan arriesgados como este, granjeándoles un alcance y una visibilidad que no podrían imaginar de otra manera. Aunque por momentos las metáforas pueden llegar a ser impenetrables, su virtuosismo formal nunca deja de fascinar. Absolutamente imprescindible.