Amanecer sobre Zuhaitz VI, 1999, en Chillida Leku. Foto: Mikel Chillida

Han pasado ocho años desde que cerrara sus puertas. Un acuerdo entre sus herederos y la galería suiza Hauser & Wirth vuelve a hacer posible el viejo sueño de Chillida de albergar su legado. Chillida Leku se reinventa y reabre el 17 de abril con Ecos, una muestra de más de 90 obras.

Eduardo Chillida (1924 - 2002) y Pilar Belzunce hicieron realidad en el año 2000 un proyecto gestado, de modo pasional y acucioso, desde 1983: Chillida Leku, un espacio prodigioso destinado a difundir, custodiar e investigar la larga y fértil trayectoria de este artista vasco de reconocimiento universal. Dirigido por los hijos del artista Ignacio y Luis Chillida, el museo clausuró sus visitas públicas, salvo para algunos eventos específicos, el 1 de enero de 2011. Hasta entonces llegó a ser visitado por más de 800.000 personas; pero en los últimos años una caída drástica de los visitantes locales generó una situación insostenible. Tras el cierre, se sucedieron diversas tentativas de negociación para su apertura mediante la compra por parte del Gobierno Vasco y la Diputación Foral de Guipúzcoa, gestiones que no llegaron a fructificar.



Está prevista la rehabilitación de la villa para acoger un centro de documentación y una residencia de artistas

Afortunadamente, esa posibilidad de apertura llega ahora a través de la unión de los herederos de Chillida con la galería suiza Hauser & Wirth que se hizo cargo, en diciembre de 2017, de la representación mundial de las obras de Chillida y del asesoramiento de la nueva etapa. Las instituciones vascas respaldan la nueva iniciativa con inversiones destinadas principalmente a mejorar los accesos a Chillida Leku. Y esta ilusionante y renovadora etapa contará con la dirección de Mireia Massagué, que fue responsable del Gaudí Exhibition Center de Barcelona.



Elogio al hierro (1991) frente al caserío Zabalaga. Foto: Iñigo Santiago

En el entorno paisajístico y arquitectónico de Zabalaga se han acometido unas intervenciones mínimas para el desarrollo de nuevas funciones. Así, por ejemplo, los edificios de acceso y las oficinas, proyectados por Joaquín Montero (autor también de la rehabilitación del caserío del siglo XVI), han sido intervenidos de modo respetuoso por Luis Laplace y Jon Essery Chillida, nieto del escultor. El traslado de las oficinas a otro espacio más discreto de las campas permite habilitar un espacio polivalente que acogerá muestras de obras en papel y diversos eventos, una cafetería con una terraza orientada a un paisaje fascinante, y una librería. Además, en una fase posterior está prevista la rehabilitación de la villa para acoger un centro de documentación, una residencia de artistas y otros usos. Chillida Leku, como el paisaje, la memoria y los horizontes, no deja de transformarse. Si ya las experiencias paisajísticas de ese entorno eran un complemento estupendo a las gratificaciones estéticas y cognitivas que procuraban las obras de Chillida, un nuevo paseo diseñado por el arquitecto holandés Piet Oudolf vendrá a favorecer otras experiencias inéditas. Se trata de un hermoso camino colindado por un muro vegetal que lo separará de la zona de parking que perturbaba la percepción del entorno natural. Este célebre paisajista, pionero del movimiento New Perennial, es autor de reconocidos proyectos como el Jardín Lurie de Chicago o la High Line de Nueva York.



Preguntas hechas escultura

Con el título Ecos (que parte de una pieza en hierro de 1954), la exposición que reinaugura el museo ha sido comisariada por Ignacio Chillida y un equipo de investigación. Reúne más de 90 piezas, la mitad de las cuales están diseminadas por las campas y bosques. Varias piezas vienen de otras colecciones y se presentan por primera vez en Chillida Leku. Es el caso de las poderosas Buscando a la luz III (2000) y Elogio al hierro (1991), que estuvo expuesta durante años en la Gran Vía de Bilbao. Muchos son los ecos evocados, así como las reminiscencias de signo sonoro, espacial, temporal y poético. Todo un universo constructivo y material se ofrece en diálogo con nuestro hacer imaginativo, afectivo y crítico. "Yo no represento, pregunto", dejó reflejado en Escritos (2005), una compilación de aforismos y breves iluminaciones poéticas y discursivas que va a ser reeditada en una edición bilingüe (español e inglés) con motivo de la reapertura del museo.



Buscando la luz III (2000). Foto: Iñigo Santiago

El recorrido de la exposición se inicia con piezas de la década de los cuarenta -donde prima la figuración de un expresionismo atemperado-, hasta el año 2000. Entre las primeras esculturas en yeso destaca Torso; a partir de la cual realizaría versiones en piedra y en bronce. Desde su regreso a San Sebastián en 1951, tras una estancia de tres años en París, comienza a forjar sus primeras piezas en hierro en una fragua de Hernani. Ilarik (1951) es la primera de una prolongada constelación de obras que conformarán, en palabras de Bachelard, un "cosmos metálico". En concreto la serie Yunques de sueños, también de hierro, decantará un periodo de madurez en los años sesenta.



Un paseo entre los árboles y laderas de Chillida Leku activa siempre un haz de experiencias estéticas que invitan a volver
Uno de su primeros hierros es el que dedica a Bachelard: Sueño articulado (1958). La tensión por dar forma a obras que dibujan en el espacio evocaciones poéticas, simbólicas o conmemorativas estará siempre presente en su práctica escultórica. Otras piezas en hierro o en acero corten en varios formatos, como Lotura XXXII (1998) o Buscando la luz I (1997) se alzan por las colinas como hitos o tótems protectores. El duro litigio con la forja, su rotunda expresión y consistencia matérica presente también en sus bloques de piedra tallada vendrían a producir un efecto paradójico de cercanía y encantamiento.



Vista de la exposición. Foto: Gonzalo Machado

Las esculturas de alabastro, luz y arquitectura se exponen en compañía de varias obras de su serie Gravitaciones, varios fieltros de finales de los años ochenta. Otras de menor formato y en papel acogen su última vía de investigación sobre el vacío y la ingravidez, como reconociera el propio Chillida. También se exponen Lurrak (tierras) y Óxidos fruto de sus investigaciones desde 1973 en una serie de obras compactadas en bloques geométricos grafiados con dibujos, manchas e incisiones laberínticas. Un conjunto de obras en papel (dibujos, grabados), además de las Gravitaciones mencionadas, se incluyen en el interior de Zabalaga, junto a una sección de proyectos públicos. El más célebre, el Peine del Viento (1977) situado en un enclave donostiarra diseñado por el arquitecto Luis Peña Ganchegui, ocupa un espacio propio. Once esculturas de la serie de veintitrés variaciones, que lleva ese título, se complementan con documentos y dibujos que dan cuenta de su génesis y desarrollo. Iniciar esta sección específica es una idea muy oportuna y más con esa serie emblemática.



Un paseo entre los árboles y laderas de Chillida Leku activa siempre un haz de experiencias estéticas que invitan a volver, a una visita abierta a novedades. Este es el reto de la nueva etapa de este proyecto que se reinaugura el 17 de abril. Un acontecimiento, la apertura de este museo, que recrea el viejo sueño de Chillida para albergar su legado.