Vista de una de las instalaciones de la artista. Foto: Joaquín Cortés / Román Lores
Hito Steyerl (Múnich, 1966) forma parte de la ortodoxia del arte institucional y globalizado. Sus escritos, difundidos en buena parte por la revista online e-flux, y sus obras, exhibidas en importantes museos y bienales -la última, la de Venecia, donde ocupó parte del Pabellón de Alemania- cautivan a comisarios y ejercen gran influencia sobre artistas jóvenes. Es por ello muy pertinente esta exposición en el Reina Sofía, que nos permite evaluar buena parte de su catálogo, relativamente breve, con una selección de piezas que amplía un poco la realizada por el Artists Space de Nueva York este mismo año: son trece vídeos o videoinstalaciones que exigen casi cinco horas de visionado. Están datadas entre 2004 y 2015, incluyendo una producción, The Tower, realizada por encargo del museo.Steyerl, con formación fílmica y filosófica, fue asistente durante un par de años (1990-1991) de Wim Wenders y dirigió a partir de 1994 un conjunto de documentales y ensayos fílmicos que no suele incluir en sus retrospectivas. Su entrada en el circuito artístico tiene lugar precisamente en 2004, a través de la Bienal de Berlín, cuando, bajo el influjo de Harun Farocki, centra sus reflexiones de manera más perfilada sobre la imagen y su circulación en el contexto económico y tecnológico actual.
Se aprecian dos etapas en esa década larga. En la primera, la mejor, aborda distintas "biografías" de objetos o imágenes que son capaces de expandirse, a través del montaje y la narración oral, desde lo personal hacia lo político en relación con lo cultural. Son el cartel con la foto de una amiga radicalizada y convertida en mártir de la lucha kurda; unas perdidas fotografías pornográficas, en el género del bondage, de la propia artista; un avión de azarosa historia cinematográfica y militar, y las paredes del aula de la Goethe-Universität de Frankfurt en la que Adorno impartió sus últimas clases. Pero quizá la obra más contundente de este período sea Guardias (2012), con la que abre sus cavilaciones sobre el museo como campo de batalla, gracias a la delirante actuación de uno de los vigilantes del Art Institute of Chicago, que escenifica cómo se enfrentaría a una potencial amenaza (¿el espectador?) de acuerdo con las tácticas militares que aprendió.
Uno de los rasgos más interesantes de estas obras es que Steyerl asume que no es posible deslindar la realidad de la ficción y no disimula su manipulación de los datos y los hechos para llevarlos a su terreno. A partir de 2013 se abren dos vías en su producción: las conferencias trasladadas a vídeo y los vídeo-ensayos digitales, ambas envueltas por instalaciones cada vez más aparatosas. Steyerl se adhiere al género de la conferencia performativa, que arranca de los 60 -Smithson, Morris, Beuys, Burden- y ha alcanzado gran auge de la mano de artistas como Andrea Fraser, Walid Raad, Rabih Mroué... o, en España, Valcárcel Medina. Es una práctica que se basa en la enseñanza como forma de arte y que suele cuestionar la propia institución artística. En las de Steyerl, que es profesora, ese componente performativo es tímido -se comprobó en su actuación inaugural- y la "artistización" de las charlas se refuerza en su presentación física en forma de vídeo, con pantallas paralelas en las que es difícil seguir los "adjuntos", en imágenes y otros textos, a lo que está narrando.
En su empeño por desgranar y poner en solfa -mucha música popular en sus piezas- la incidencia de la avalancha de imágenes digitales sobre la comprensión de la realidad, el "circulacionismo" y la "liquidez" de las finanzas y de la experiencia contemporánea, la artista ha renunciado a un método eficaz de creación documental por medio de la asociación y la deriva para arrojarse al vacío del videojuego y la realidad virtual -nada engañosa, en realidad-, pasando además de la "imagen pobre" -uno de los conceptos que ha estudiado- al montaje caro de espacios "temáticos": una barricada de sacos, una cabina de avión, una sala futurista, un gimnasio-ola, un ambiente digital (en Venecia) a lo Tron… Irónico pero, al fin, un poco adolescente.
@ElenaVozmediano