Isaac Julien y la manzana de Newton
Playtime
23 enero, 2015 01:00Vista de la instalación en Helga de Alvear.
Capital es un vídeo que Isaac Julien (Londres, 1960) suele presentar, a modo de prólogo, junto a Playtime; no en esta ocasión, porque está "embargado" de cara a un importante evento artístico. En él, el geógrafo marxista David Harvey esclarece ante el público convocado por el artista en la Hayward Gallery cómo podría representarse el capital: sólo es posible intuir su existencia a través de sus efectos, al igual que constatamos la de la gravedad cuando vemos caer la manzana del árbol. El subastador suizo Simon de Pury confiesa en uno de los capítulos de Playtime que colecciona supersticiones, siendo cardinal la de comerse una manzana una hora antes de las grandes veladas en las que millonarios de todo el mundo se disputan las más caras obras de arte.Julien, por ahora, no está en ese mercado del arte especulativo que engulle capitales (debido a que el videoarte ha sido excluido de las subastas) pero sí forma parte del segmento más alto del mercado del arte global. Esta producción, que ha costado un millón de libras y ha implicado a unos 150 profesionales, se ha estrenado antes en galerías con mucho peso en la escena internacional, como Victoria Miro en Londres, Metro Pictures en Nueva York, Nara Roesler en São Paulo o Roslyn Oxley9 en Sidney, en sus distintas versiones: una, tres o siete pantallas. E incluso, en una versión muy reducida, de tres minutos, en diecisiete monitores gigantes de Times Square.
Julien muestra, por tanto, los efectos del capital "desde dentro", consciente de que su trabajo se integra en esa loca circulación planetaria de bienes e intangibles, y de que su financiación exige la aceptación de las reglas del juego. A lo largo de su carrera, ha abordado temas de gran calado social como la emigración, la esclavitud, la discriminación racial y sexual... con un creciente esteticismo que desactivaba parcialmente la intención crítica, más implícita que explícita en sus envolventes narrativas visuales.Sus imágenes son perfectas e impactantes. Cine galerístico de calidad al que le falta autocrítica
Playtime, que toma su título de la película de Jacques Tati, no posee su carácter burlesco; quiere ser un comentario crítico y por momentos irónico del capitalismo especulativo pero se empantana por su ambigüedad y su falta de autocrítica. Cabe preguntarse a quién dirige el artista su tibia reprobación, escenificada en localizaciones de lujo e interpretada por actores famosos vestidos de Prada, con cameos de personajes reales como el citado subastador o la hedge funder Diane Henry Lepart. Sabemos que el mercado del arte metaboliza sin ningún problema el cuestionamiento de su propio sistema, sobre todo si viene en envoltorio suntuoso.
¿Son estos que refleja Julien los efectos más destacados del capital en la sociedad y la cultura? Un fotógrafo que pierde la casa de sus sueños, una solitaria empleada doméstica que trabaja muy a su pesar en un exclusivo rascacielos de Dubai, un coleccionista cínico y un subastador que glosan la triste transformación del arte (una parte de él) en inversión... Sí, son expresivos, pero observamos cada día situaciones más dramáticas, y sin necesidad de desplazarnos a Reikiavik, Londres o Dubai.
Por primera vez, Julien utiliza filmación digital en super alta definición lo que, opina, es consonante con la desmaterialización de la economía bursátil, cuyo flujo electrónico atraviesa en diversos momentos las imágenes y cuyo ritmo nervioso queda subrayado por la música. También innova en cuanto al peso de los diálogos, mucho mayor que en otros proyectos, y en el aire pseudo-documental de algunos episodios. Las imágenes son, como es habitual en él, perfectas e impactantes. Cine galerístico de la mayor calidad, que se complementa comercialmente con fotografías; las correspondientes a esta película las vimos ya aquí, en la última edición de PHotoEspaña.
Vista de la instalación Playtime, 2014
A continuación, James Franco, cuyas propias ambiciones artísticas y poéticas le han convertido muchas veces en diana de las burlas del medio cultural, da voz a ese coleccionista y asesor que hace una descripción demasiado somera y sabida del negocio de las inversiones artísticas. Su monólogo tiene lugar en la galería Victoria Miro, entre las obras de la exposición Cinematic Visions: Painting on the Edge of Reality, que el actor comisarió junto a Julien. Vemos allí, por cierto, una obra de Secundino Hernández. Maggi Cheung (la protagonista de In the Mood for Love, de Wong Kar-Wai, y de Ten Thousand Waves, de Julien) hace de periodista que entrevista a Simon de Pury en el más cómico de los episodios. De Pury se caricaturiza, sin pretenderlo, dando pases de psicomagia, mazo en mano. Finalmente, Julien vuelve a uno de sus temas más personales con la historia apenas esbozada de una empleada de hogar filipina (Mercedes Cabral) que se ve obligada a emigrar a Dubai, foco de crecimiento económico disparatado e desigualitario, donde es una extranjera radical, una sombra.
Todos los personajes están basados en personas que ha conocido el artista y él considera que su tríptico sería un equivalente actual de las pinturas de historia de otra época. Se trataría de que tanto la sociedad como el mundo del arte se miren aquí en el espejo. Pero es un espejo bastante complaciente. Como lo es la mirada sobre el skyline de Dubai que se plasma en Enigma, un breve vídeo compuesto por 2.500 fotografías, todo nitidez y fulgor... y sin asomo de conflicto. Con todo, estas brillantes obras de Isaac Julien, sí consiguen provocar en el espectador la reflexión, aunque tal vez no exactamente en la dirección que él pretendía.