Gregory Crewdson, en pausa
Sanctuary
9 septiembre, 2011 02:00Untitled (22), de la serie Sanctuary, 2009
Crewdson fotografía los antiguos estudios cinematográficos de Cinecittà en Roma, actualmente abandonados y en desuso sin una sola presencia humana.
Dos rasgos destacan en esas obras que componían aquella primera exposición en la galería. Por un lado, la sensación de que la imagen recogía un instante determinado, concreto y exacto de la existencia de unos personajes, escenarios construidos con la precisión y exigencia propia de un rodaje. Por otro, que sobre aquella escena detenida sobrevolaba la inminencia de un acontecimiento que jamás tendría lugar en la fotografía, sólo en la imaginación del espectador. Se diría que todos los actores de Crewdson habían sido inmortalizados en una pausa cargada de suspense, de una vida sin narración; su relato se escribía en la pausa misma y sólo en ella.
Un serie de película
Ahora, en Sanctuary, su última serie y la primera realizada fuera de Estados Unidos, Crewdson fotografía los antiguos estudios cinematográficos de Cinecittà en Roma, actualmente abandonados y en desuso, sin una sola presencia humana -siquiera silenciosa o intuida-, y lo hace en los minutos inmediatos al amanecer o cuando ya atardece, sin que podamos distinguir muy bien unas horas de otras. El fotógrafo ha utilizado un extraordinario y a la vez matizado blanco y negro, que explora y disfruta la más delicada secuencia de los grises. Destaca, además, la sensible textura de la copia, suave, como aterciopelada, que dota sus tomas de atmósfera y clima.
La docena de fotografías expuestas, de las cuarenta y una que componen la serie Sanctuary, incluidas en un libro del mismo título, presentan algunos atractivos singulares. El primero es la luz, no sólo por los momentos del día elegidos, sino porque se presenta desde un punto, una dirección, que parece iluminar el conjunto y los detalles como si se fuera a filmar una película que nunca será realizada. En segundo lugar, el juego reiterado de un primer plano, ya sea un arco, una puerta u otro tipo de acceso, que enmarca la escena de la toma, que es siempre un lugar deshabitado. Espacios donde la exuberancia de las malas hierbas y los matojos crecen traspasando las piedras, cubriendo las estructuras metálicas o los falsos muros de las casas, como si la obra del hombre quedase engullida por la voracidad de las plantas. Por último, en algunas de las fotografías más hermosas, destacan los sentimientos que despierta el agua -días de lluvia que hacen más melancólico el lugar-, en cuyos reflejos emerge el tembloroso latido de la pérdida irremediable.
Curiosamente, ese instante detenido de sus obras y la irrupción del acontecimiento narrado, se convierte aquí en pausa del tiempo, como si los estudios Cinnecittà interrumpiesen el proceso de ruina. Mientras, paradójicamente, estas nuevas imágenes de Crewdson certifican que la destrucción, suya y nuestra, es absolutamente inevitable.