Raíces de la modernidad
Neoimpresionismo
26 abril, 2007 02:00Escarcha (1887-88)
El tránsito de la pintura de la tradición a la modernidad constituye una vieja historia, resuelta ya por los tratadistas, pero que todavía ha sido muy poco abordada expositivamente. De ahí el interés de una muestra como la que ofrece la Fundación Mapfre, en la que se repite la versión que Serge Lemoine, presidente del Musée d´Orsay, ofreció hace dos años en otra exposición parisién.Nadie -casi nadie- mantiene hoy la antigua opinión (más que una opinión, una "sensación") de que los impresionistas constituyen el origen del arte moderno. Al contrario, los historiadores piensan que en el impresionismo culminó el proyecto tradicional de un arte de estructura pictórica basada en la perspectiva lineal o atmosférica y en la representación mimética, y que el cambio a la modernidad se produjo de manera gradual y en forma de metamorfosis, durante la segunda mitad del siglo XIX en París, progresando a través de puentes simultáneos o calles mayores, que se pueden sintetizar en dos: La de "los cuatro grandes" del grupo que exponía con el marchante Goupil, a saber: Paul Cézanne (1839-1906), Paul Gauguin (1848-1903), Vincent Van Gogh (1853-1890) y Georges Seurat (1859-1891), cuyos ensayos respectivos, y más o menos aislados, son tenidos por fuentes inmediatas de la mayor parte de ideas y actitudes de la pintura del siglo XX. Y, de otra parte, resultó determinante la acción conjunta y programada del primer grupo vanguardista constituido como tal, el de los neoimpresionistas o Sociedad de Artistas Independientes, fundada en 1884, que celebró su primera exposición en una barraca de las Tullerías, grupo que encabezaba el citado Seurat, con cuyo "puntillismo" coincidían Paul Signac (1863-1935) y Henri-Edmond Cross (1856-1910). Los Independientes franceses extendieron su poética a Bélgica -grupo Los XX-, a Holanda, a Italia -los "divisionistas"- y a Alemania, además de influir ocasionalmente en artistas del relieve de Matisse, Picasso, Delaunay, André Derain, Regoyos… Aquella aventura neoimpresionista constituye el motivo de esta exposición, la primera que se hace en España sobre el tema.
La clave de esta muestra -medida y bella- reside en exponer cómo en las décadas de 1880 y 1890 los "artistas científicos" Seurat, Signac y Cross situaron su práctica innovadora absolutamente fuera de "la tiranía de la impresión", corrigiendo los efectismos del colorido impresionista con las leyes del contraste simultáneo del color que dictaba la ciencia -los estudios de Chevreul y de Charles Henry-, y adoptando la técnica meticulosa y contrastante del "puntillismo" o "divisionismo", que construye el cuadro -como si fuera un mosaico- con diminutos toques de pincel yuxtapuestos, aplicando colores complementarios (amarillo-violeta, azul-anaranjado, rojo-verde) y la luminosidad acusada del blanco. Ese sistema subraya la realidad plana del espacio pictórico, define la pintura como un código analítico del color y del resplandor, crea una atmósfera misteriosa, de cromatismo nuevo y mágicamente luminoso (que rememora los murales simbolistas de Puvis de Chavannes, y que anticipa la extrañeza ambiental del arte metafísico de De Chirico y del surrealismo de Magritte, al tiempo que abre las puertas de su geometría vibrante a la pintura abstracta). Sin renunciar por ello a una composición que, contrastando grandes planos de luz y de sombra, trata de recuperar de algún modo la perspectiva de los primitivos italianos.
ésa es la tesis vertebradora de esta exposición "diferente", cuyo recorrido va atendiendo, por separado, a cuestiones de espacio plano, ritmo, geometría, arabesco, pose, luz, color, símbolo, mosaico, abstracción…, a través de unos ochenta cuadros de cuarenta firmas históricas, remontando la poética puntillista hasta, entre otros, Van de Velde, Maurice Denis, Kandinsky, Severini, Klee, Picasso, Juan Gris y Bridget Riley.