Anglada-Camarasa. La pintura como joya
El mundo de Anglada-Camarasa
21 diciembre, 2006 01:00La morfinómana, 1902
Comisariada por Francesc Fontbona -autor con Francesc Miralles del catálogo razonado del pintor-, El mundo de Anglada-Camarasa es una retrospectiva sobre el artista basada especialmente en los fondos que "la Caixa" adquirió de su legado. Una de las aportaciones de la exposición es la de contextualizar las referencias de Anglada-Camarasa (1871-1959), particularmente sus relaciones catalanas, sus maestros y sus discípulos. Siguiendo la tesis que defiende Fontbona en la muestra, Anglada-Camarasa fue un artista prevanguardista que gozó en un determinado momento de un gran prestigio internacional; no obstante, la irrupción de las vanguardias y el cambio de los signos de los tiempos lo ha sumido en una especie de olvido.¿Qué nos puede decir todavía hoy un artista como Anglada-Camarasa? Una de las series más extrañas del pintor es la dedicada a los peces y fondos del mar. éstos se han descrito como un paraíso submarino, una pedrería de brillos y colores. Ese mar con sus peces de orfebrería es, sin embargo, una de las expresiones más auténticas y significativas del pintor. El mundo bajo el agua encierra tesoros ocultos. Es la imagen de un edén artificial, de una belleza exótica y sobrenatural, ajena al fastidio de la vida cotidiana.
Anglada-Camarasa recrea un universo de brillante decorativismo, poblado de femmes fatales, de nocturnos… muy próximo o prolongación del esteticismo y decadentismo del fin de siglo. Una de las obras más emblemáticas de la exposición se titula La morfinómana (1902), que, además, corresponde a una temática muy recurrente entre los artistas simbolistas del traspaso de siglo. Pero la ensoñación a la que alude el título es paralela a la del último Anglada-Camarasa: la suya es una mirada alucinada. Los fondos submarinos, pero también los paisajes de Montserrat, el folclore, el sofisticado mundo cosmopolita de sus retratos femeninos son la expresión de un universo de ensoñaciones.
Anglada-Camarasa se dirige al folclore y la indumentaria popular -en particular, la valenciana- de la misma manera que los ballets rusos de principios de siglo: transforma la creación espontánea en un decorativismo sensual y rutilante. Puro esteticismo, pura sensualidad o ensoñación. Es la idea de pintura como joya.
La exposición presenta una sección dedicada a la colección de Anglada-Camarasa, formada por estampas japonesas, muebles, indumentaria… Su presencia no es gratuita. No sólo porque -según parece- le servía de inspiración para su pintura, sino porque además revela su voluntad de crear un entorno propio, un paraíso artificial, como también lo era la idea de fundar su museo en Port de Pollença, localizado precisamente en el aislamiento de una isla, Mallorca. Si Ruskin o Fortuny hijo recrearon un entorno, Venecia, como expresión de un ideal, Anglada-Camarasa también fabula o construye un universo virtual, la puesta en escena de un imaginario "fin de siglo" que con el paso del tiempo se transformará en decorativismo y sensualidad.
Cierto es que Anglada-Camarasa no se desvincula -por momentos- de sus raíces: el realismo y la descripción. ¿Contradicción? Acaso la modernidad y el interés de Anglada-Camarasa se sitúe en esta ambigöedad, en esta zona fronteriza entre una pintura alucinada y su límite, entre un ideal esteticista, el arte como maravilla o como paraíso artificial, y la necesidad de apego a las cosas que nos rodean.