Tomás Miñambres
T. Miñambres: Sin título, 2004
El asturiano Tomás Miñambres es uno de los jóvenes valores de la fotografía actual. Galardonado recientemente con el premio ABC de Fotografía y con menciones de honor en Generación 2004 y en los premios de Arte de Caja Madrid, presenta ahora, prácticamente al completo, dos de sus últimas series: las tituladas Uno y Ahí, además de un avance de sus inquietudes actuales en Nocturno. En ellas trabaja con un discurso muy coherente acerca del individuo y su conexión con el entorno. Dentro de la cotidianeidad de paisajes o interiores, sitúa -en cuidados escenarios- a personajes duplicados que no sólo ocupan el espacio o lo animan, sino que pasan a fusionarse en el lugar. No se trata de una disertación sobre el yo y el otro, ni tampoco una entelequia romántica acerca de la pulsión psíquica del hombre con el entorno. Creo que Miñambres aspira a retratar a los seres humanos acoplados al espacio, como objetos que lo tensionan, lo usan y lo cambian. Y lo hace al menos con dos genialidades: con una más que destacable calidad técnica que se materializa en la riqueza plástica y lumínica de sus fotografías y, por otra parte, explotando la ambigöedad narrativa de las imágenes. Porque en ciertas piezas opera con una vocación surrealista, comparable a la pintura de Magritte o Delvaux, buscando el misterio de lo cotidiano, con reflejos ilógicos en el espejo, presencias repetidas en el paisaje o continuas dislocaciones de los individuos dentro de los escenarios. Porque, como apuntaba André Bretón en Nadja, el alma surrealista atrapa las cosas comunes haciéndolas trascender de su mera presencia. Ciertamente, la fotografía de Miñambres trata de presencias transcendidas, de territorios ocupados, de la aleación entre lo cercano y lo universal, y del misterio de la vida.