Roberto Ruiz Ortega
Sin título, 2004
Estas obras últimas de Roberto Ruiz Ortega (1967) sitúan, de nuevo, al artista vizcaíno, en el centro mismo de la herencia expresionista norteamericana. Compuesta por media docena de lienzos de formato medio, la exposición, su tercera en este espacio, revela una actitud directa e inmediata ante el plano pictórico. Ruiz Ortega parece, en principio, en clara deuda con la tradición gestual pero en su obra ese gesto se configura en recorridos de otra índole, más cortos y concretos. De esta forma, la pincelada se despliega en trayectos limitados que generan diferentes planos cromáticos, campos que se unen en actitud constructiva, como hilvanados. Porque lejos de la dramática y violenta gestualidad de muchos de los artistas norteamericanos -la pincelada de Ruiz Ortega es afín a la de Willem de Kooning, de todos ellos el pintor menos abstracto- la suya es una actividad contenida que sólo en algunos casos otorga concesiones al azar. Y es que Ruiz Ortega, intercala otro tipo de acción entre esos planos que se entrelazan, a través de esgrafiados libres y azarosos, abriendo heridas que nos descubren las sucesivas capas, los tiempos de la pintura. Dos acciones que se solapan, una rotunda y otra más ligera, casi imperceptible, entrelazadas a lo ancho y largo del plano. Estos últimos cuadros se alejan de aquellos ya vistos anteriormente en este espacio, cuadros que parecían querer ocultar las tramas y planos de color por medio de gruesas capas de pintura que negaban cualquier anhelo de representación. Si aquellos negaban, ahora estos, a través de la acción del esgrafiado nos revelan una realidad desconocida.