Image: Manuel Ángeles Ortiz

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Exposiciones

Manuel Ángeles Ortiz

23 enero, 2002 01:00

Cabeza, 1957

Guillermo de Osma. Claudio Coello,4. Madrid. Hasta el 28 de febrero. Desde 843 euros

El estilo de Manuel ángeles Ortiz (Jaén, 1895-París, 1984) es difícilmente encuadrable en un movimiento concreto, pues sus fuentes e influencias son de diverso calado, aunque la presencia picassiana y el paisaje andalucista de la Granada del agua oculta que llora son determinantes. Quizá podamos asegurar que su único rasgo permanente está basado en la geometrización plana de la forma, sin olvidar su proyección cubista, aunque cuenta con una pátina donde la fantasía poética la acerca al surrealismo. Sus pinturas -también realizó esculturas en piedra y madera desde 1940 a 1949- acusan una exquisita sensibilidad e inquieto temperamento que le hizo adscribir sus obras inicialmente a una figuración en la que el cromatismo es fundamental y está sometido al férreo mandato del dibujo, hasta que, en los años veinte de la pasada centuria, se vinculó al postcubismo que desembocará finalmente en un peculiar constructivismo lírico, si bien la etapa argentina tiene un componente figurativo indudable.

La exposición de la galería Guillermo de Osma, que proviene de la barcelonesa Sala Dalmau y finalizará la gira en el Anticuario Ruiz Linares de Granada en la próxima primavera, se articula en tres espacios temáticos, los dibujos, las formas surreales y sus cuadros de inspiración granadina. El primer apartado se inicia con un par de desnudos poderosísimos, pero destacan sobre todo el retrato del mendigo y un cuadro protagonizado por una celosía del Albaicín que recuerda a Tobey, o quizá a las telas metálicas del granadino Manolo Rivera, y que vincula esta transparencia con algunas de las más singulares composiciones del informalismo.

Los asuntos surrealistas nos hablan de sirenas, mujeres desnudas, pájaros y un sinfín de elementos de su alfabeto plástico, presididos estos cuadros por el blanco y el negro, la luz y la oscuridad, en una dicción en la que marida lo lúdico con lo maravilloso. No obstante, resultan especialmente interesantes sus trabajos de última época, cuando Manuel ángeles ha retornado a Granada: desde sus homenajes a El Greco, esencialmente a su análisis estructural de El entierro del Conde Orgaz, con una síntesis geométrica para la que utiliza círculos y líneas paralelas, pasando por sus cuadros de la serie Cabezas múltiples que también pueden entenderse como una glosa de Las Meninas velazqueñas, además del titulado Alegoría, hasta un par de obras, en las que la fértil delicadeza nos muestra el silencio que transmiten Tres perfiles y Sombra luminosa, donde hay más música callada que arte pictórico.