Joan Ponç el artista brujo
Lluita interior, 1970
Joan Ponç (1927-1984) merecía una exposición como esta. Curiosamente, aunque se ha escrito y existen monografías sobre el artista, Joan Ponç es un artista mal estudiado y, por otra parte, mal tratado por problemas de herencias. Esta documentada exposición, la primera auténticamente antológica desde la muerte del artista, viene a cubrir un vacío y a recuperarlo. Comisariada por Arnau Puig, amigo personal y testigo privilegiado del proceso del artista y también, como Joan Ponç, miembro fundador del grupo Dau al Set nos hace redescubrir un Joan Ponç inédito. A Arnau Puig debemos los textos más penetrantes y el esfuerzo de una lectura documentada y personal sobre el artista más allá de intuiciones improvisadas.Una exposición como la presente desborda un comentario desde estas páginas, pero para introducirse en el mundo de Joan Ponç existe un documento muy particular, escrito por el mismo artista, su autobiografía, que ha sido reelaborada con el paso del tiempo. En este texto, de una gran intensidad y violencia, se expresan las claves estéticas del pintor o, mejor, la manera en que Joan Ponç quería ser interpretado. En este sentido, cuenta una anécdota que expresa su ideal de arte: una de sus obras esta dotada de un poder maravilloso, como un talismán que protege a su poseedor. El artista explica, con autodelectación y multitud de detalles, cómo se disputan esta obra con efectos milagrosos. El arte como magia, como poder extraordinario, como conjuro, como algo sobrenatural... éste es el mundo de Joan Ponç: el artista como brujo.
Pero hay más. En esta misma autobiografía afirma: "Nunca he temido lo terrible, pues siempre me ha enriquecido". Joan Ponç es la exploración de lo negativo, la atracción por lo perverso y lo diabólico. Su universo está lleno de seres monstruosos y malignos, de espíritus satánicos y pérfidos. Fascinado por el mal, Joan Ponç es el pacto con el diablo. Me pregunto, sin embargo, si alguien sale indemne de este viaje a los infiernos, si el mal no acaba por infectarlo y destruirlo. Quien no se detiene ante lo terrible, termina por confundirse y disolverse en el mal, esto es su propia destrucción. Yo me imagino a Joan Ponç como un funámbulo sobre el abismo en un equilibrio precario, con náuseas y vómitos, entre la contradicción, por un lado, por la seducción de sus propias criaturas y monstruos y a ser devorado por ellos y, por otro, por el deseo de iluminar su espíritu con riquezas interiores y subterráneas. Arnau Puig apunta una idea interesante: para los espectadores este universo dramático de Joan Ponç es una metáfora, para el artista era su mundo real; sus monstruos no eran simple fantasía, tenían una vida auténtica y dialogaban con el pintor. No sé si alguna vez Joan Ponç pudo distanciarse de sus personajes y obsesiones. Yo quiero pensar que fue alguien que abrió por un instante la caja de pandora y se envenenó. Por esta razón me atrae. Algo nos empuja al abismo.