Alberto Campo Baeza: "La nueva generación de arquitectos ya está situada en el mapa internacional"
El arquitecto acaba de ser elegido académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
28 febrero, 2014 01:00Mientras asistía en Londres a la ceremonia del Royal Institute of British Architects (RIBA) que le reconocía como International Fellowship (algo así como miembro internacional de una de las instituciones de arquitectura más prestigiosas), Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946) recibía otra espera noticia: la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando le nombraba académico de número tras sopesar una candidatura avalada por Francisco Calvo Serraller, Tomás Marco y Alfredo Pérez de Armiñán que leyó la laudatio del arquitecto. Catedrático de proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) y uno de los arquitectos españoles más reconocidos de su generación, Campo Baeza, fiel a sus principios, aboga por la sobriedad en la vida y en la arquitectura.
Pregunta.- Hablábamos hace un año por otro premio, el de la Politécnica, los reconocimientos no paran de llegarle últimamente.
Respuesta.- Mi padre murió hace un año, ¡a los 104 años! Y creemos que allá dónde esté todo esto tiene mucho que ver con él...
P.- El último reconocimiento ha sido esta entrada en la Academia de San Fernando, ¿cómo ha recibido la noticia?
R.- Es curioso porque para entrar en la Academia debe de haber una vacante que sólo se produce cuando alguno de los miembros muere. Yo ocuparé la vacante que dejó José Luis Picardo, un estupendo arquitecto (autor de la sede de la Fundación Juan March en Madrid) que a su vez había sustituido a Fernández del Amo y éste a su vez a Luis Moya Blanco uno de los más reconocidos arquitectos madrileños que fue presidente del tribunal de mi tesis doctoral. De modo que con mi entrada se cierra un bonito círculo.
P.- Al margen de estos ejemplos, ¿ha estado la arquitectura bien representada en la Academia?
R.- Creo que sí, aunque es cierto que sorprende que los cuatro grandes maestros de la arquitectura española, Sáenz de Oiza, Alejandro de la Sota, Miguel Fisac y Javier Carvajal, por diversos motivos no estuvieron nunca en la Academia. Y una de las cosas que más ilusión me hace es precisamente reivindicar a estos arquitectos desde dentro. Hay otros muy importantes, está Rafael Moneo y Navarro Baldeweg, por ejemplo.
P.- ¿Qué puede un arquitecto hacer por la Academia de Bellas Artes?
R.- En mi caso hablaré despacio con el presidente, Antonio Bonet, y con el secretario, un gran arquitecto y urbanista, Fernando Terán, y ver juntos qué podemos hacer por la Arquitectura. Me gustaría poder establecer una relación más directa con Nueva York, estrechar lazos de modo similar a los que hay tendidos hacia la Academia de Roma. Me dejaré la piel por la Academia igual que me la dejo por la docencia.
P.- ¿Qué le falta y que le sobra a la arquitectura española?
R.- El nivel de arquitectura española es enorme, creo que estamos en los mejores niveles. Nuestros arquitectos están en las mejores instituciones: Iñaki Ábalos en Harvard, Juan Herreros en Columbia, Zaera Polo en Priceton, Antón García-Abril en el MIT de Boston... Tenemos una larga lista de arquitectos españoles jóvenes en puestos de prestigio y con obra construida buena y prestigiosa también. Le falta un mayor reparto del trabajo. Mi principal preocupación es la gente joven valiosa que después de tener la mejor formación (la Politécnica es una de las escuelas más valoradas internacionalmente) no consiguen trabajo aquí, en España. Cuando uno sale de las ciudades y ve los barrios de las afueras, esos edificios todos iguales y construidos por unos pocos arquitectos... Me parece una profunda injusticia y para eso deberían estar los colegios de arquitectos o el consejo superior, para implantar una política de construcción más social.
P.- Las bases han cambiado y la gente ya no percibe la arquitectura como antes, ¿cómo definiría el papel de la arquitectura hoy?
R.- La percepción ha cambiado entre otras cosas por el modo en que los medios tratan la arquitectura. Ahora interesa más que a Calatrava se le caiga una teja, que cualquier otra noticia. La gente cree que el arquitecto es un señor muy rico que gana mucho dinero y que sale en los medios a saludar. Y el arquitecto es en realidad un servidor de la sociedad a la que sirve haciendo la mejor arquitectura posible. Los cuatro maestros que he citado antes eran sobrios, no ganaron nunca mucho dinero, ni hicieron muchas obras, peo lo que han hecho ha sido capaz de resistir al tiempo, aunque la sociedad a veces no lo entiende. A veces triunfa lo estrambótico como icono de la nueva arquitectura cuando debe ser algo más serio, que no aburrido.
P.- En algunos aspectos parece que se ve la luz al final del túnel pero reactivar los grandes proyectos arquitectónicos llevará tiempo. ¿Nos estamos perdiendo algo?
R.- Yo creo que no. Un poema puede ser tan interesante como una epopeya. Ha habido un exceso en la construcción de edificios públicos y eso es un hecho. A mí me llegaron a proponer la construcción de la Ópera de Granada y dije que no porque realmente creo que Granada no necesita una ópera, que ya tienen un Palacio de Festivales. Pues al final se montó un concurso que ganó un arquitecto japonés al que conozco y admiro. Un proyecto más parado que no se hará jamás. Creo que se puede vivir de una manera más sobria.
P.- De hecho su trabajo se ha centrado más en la vivienda, en casas particulares donde cuidar todos los detalles es más importante. ¿En qué está trabajando ahora?
R.- Acabo de terminar quizá la casa más radical que haya hecho hasta ahora. En Cádiz, en la playa de Zahara, es un cajón donde la cubierta desparece y se queda fundida en la arena, muy sencilla pero radical. También he terminado hace poco la casa para unos americanos en Nueva York.