
Exposición 'Caravaggio 2025' en Roma. Foto: Daniel Cáceres (EFE).
Caravaggio, el "macarra del Barroco", regresa a Roma siglos después con la mayor exposición sobre su obra
La muestra del Palacio Barberini cuenta con dos lienzos traídos de España: el famoso 'Ecce Homo' del Prado y la 'Santa Catalina' del Thyssen.
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Pasear por Roma significa toparse con algún Caravaggio. Basta con cruzar de la Iglesia de San Agostino (Madonna de Loreto) a la de San Luis de los Franceses (La vocación de San Mateo, El martirio de San Mateo, San Mateo y el ángel) y todo recto hasta la de Santa Maria del Popolo (La conversión de San Pablo, La crucifixión de San Pedro) para admirar algunas de las más de 20 obras que se encuentran en la capital italiana.
El artista milanés Michelangelo Merisi (1571-1610) es uno de los fantasmas recurrentes de la ciudad que lo encumbró y desterró en cuestión de una década. Llegó en 1593 como un joven pintor capaz de destronar a los grandes maestros y se marchó como un asesino.
Condenado por el absurdo crimen de Ranuccio Tomassoni de 1606, Caravaggio huyó de Roma y comenzó una vida errante por Nápoles, Malta —donde dejó su pintura de mayor tamaño La Decapitación de San Juan— y Sicilia hasta morir de sífilis e insolación a los 38 años en la Toscana, mientras intentaba conseguir el perdón papal y volver a la ciudad eterna. Cuatro siglos después, su tortuoso viaje parece haberse completado y redimido con la mayor exposición de su obra en Roma.
La muestra Caravaggio 2025, que se podrá ver hasta el 6 de julio de 2025 en el Palacio Barberini (sede de la Galería Nacional de Arte Antiguo), celebra el legado del genio que rechazó el manierismo y se erigió como el "macarra del Barroco", corriente de la que fue precursor. Barriobajero, delincuente, incluso algunos biógrafos dicen que proxeneta, sus aclamados claroscuros fueron un fiel reflejo de las luces y sombras de su tortuosa y violenta vida.
Esta ambiciosa exposición forma parte de las celebraciones del Jubileo, que han entorpecido de obras la ciudad durante más de un año para mostrarla en todo su esplendor —eso sí, todavía queda puesto algún andamio—. Por supuesto, no es la primera vez que Italia acoge una muestra dedicada al genio lombardo.

Galería Nacional de Arte Antiguo. Palazzo Barberini. Instalación 'Caravaggio 2025'. Foto: Alberto Novelli y Alessio Panunzi
El éxito de la primera, que tuvo lugar en 1951 en Milán y fue comisariada por el historiador Roberto Longhi (Caravaggio e dei Caravaggeschi), sentó precedente para las posteriores, como Dentro Caravaggio (2018) organizada también en la ciudad natal del artista.
En Roma, la más reseñable fue la muestra de 2010 acogida por las Escuderías del Quirinal que celebró el cuarto centenario de la muerte del pintor. Ocho años después, en 2018, tuvo lugar en el mismo lugar Da Caravaggio a Bernini, que contó con varias obras del artista y la colaboración de las Colecciones Reales de España.
Para esta nueva exposición, comisariada por Francesca Cappelletti, Maria Cristina Terzaghi (una de las grandes estudiosas del pintor barroco) y Thomas Clement Salomon, han vuelto a contar con participación española, esta vez del Museo del Prado, que ha delegado el famoso Ecce Homo redescubierto en 2021 y que hasta hace dos semanas, todavía descansaba en la sala contigua al David vencedor de Goliat, una de las obras que posee la pinacoteca.

'Ecce Homo' de Caravaggio.
El lienzo regresa a Italia después de cuatro siglos, pero solo podrá hacerlo de forma temporal, ya que aunque no fue comprado por el Ministerio de Cultura en su momento —Actualmente pertenece a un coleccionista británico con residencia en España— este se curó en salud al declararlo Bien de Interés Cultural en 2021. Al terminar la exposición, el cuadro deberá retornar a España pero no está claro que vuelva al Prado.
Otra de las obras "madrileñas" que se puede ver en la exposición romana es la Santa Catalina de Alejandría, del Museo Thyssen, obra adquirida en 1628 por el cardenal Antonio Barberini, perteneciente a la familia mecenas más rica de Roma en el siglo XVII.

Traslado de 'Santa Catalina de Alejandría' del Thyssen. Foto: EFE.
La exposición también acoge otras obras vinculadas a la historia del coleccionismo de la familia Barberini, como Los tramposos, del museo texano Kimbell Art Museum, que regresa al palacio romano donde estuvo conservada durante mucho tiempo, y el misterioso Retrato de Maffeo Barberini, el retrato inédito del Papa Urbano VIII, que se exhibió al público por primera vez el pasado mes de noviembre en el mismo Palacio Barberini tras más de 60 años en una colección privada.
En total, 24 lienzos, gracias a la colaboración de la Galería Nacional de Arte Antigua y la Galleria Borghese, que cuenta con seis caravaggios. De hecho, la exposición comienza con una de las pinturas más famosas de la galería, El Narciso, cuya autoría todavía es debatida.
Con una lúgubre escenografía y dividida en cuatro secciones, la muestra disecciona sus albores artísticos en Roma, sus dificultades económicas y sus primeras conexiones con mecenas clave como el cardenal Del Monte y el banquero Ottavio Costa, quien le encargó tres lienzos: Judith y Holofernes, San Juan Bautista en el desierto y San Francisco de Asís en éxtasis, todos ellos expuestos juntos por primera vez para la muestra.
Refleja también el éxito que tuvo Caravaggio con sus obras religiosas y su fetichismo hacia la figura de San Juan Bautista, al que retrató hasta en casi una decena de ocasiones. La exposición permite la posibilidad de visitar la Villa de la Aurora, antiguo palacio de una de las dinastías más importantes de Roma (habitualmente blindado al público), que cuenta con la única pintura mural atribuida a Caravaggio, una representación de Júpiter, Neptuno y Plutón.
No se olvida de una de sus etapas más convulsas y estimulantes, sus últimos años de vida dando tumbos por el Mediterráneo. Enfermo, paranoico y sin refugio, Caravaggio pintó algunos de sus mejores cuadros a la fuga, ambos presentes en la muestra romana: David con la cabeza de Goliat (1610), un autorretrato premonitorio en el que el lombardo se dibuja a sí mismo siendo decapitado —pena capital a la que había sido condenado—, y el Martirio de Santa Úrsula, considerada su último trabajo antes de morir.
Nunca dejó de pintar e intentó conseguir el perdón papal a través de algunas de sus obras. La pintura fue su única baza para conseguir la redención. Murió agarrado a tres cuadros, uno de ellos el San Juan Bautista de la Galería Borghese que se expone en esta muestra, los otros dos, todavía desconocidos. Como tantos otros. Según Noah Charney (Museum of Lost Art) es imposible saber cuántas obras de Caravaggio se han perdido con el tiempo, el historiador calcula entre 8 y 115. Quizá sea cuestión de tiempo para toparnos con un nuevo Ecce Homo.