El universo hermoso y melancólico de tres artistas jóvenes y centroeuropeas en tres galerías de Madrid
Las nuevas Venus de Magda Kirk, los retratos ensimismados de Clara-Lane Lens y la pulcritud minimalista de Jelena Bulajic evocan, emocionan y sorprenden.
30 junio, 2024 01:21Desde este verso de Piedad Bonnett: "No hay cicatriz que no encierre belleza", nos acercamos al universo hermoso y melancólico de tres artistas jóvenes, mujeres y centroeuropeas que, a partir de tres galerías madrileñas, retratan un zeitgeist generacional; resiliente, lleno de ausencias y decepciones, pero también de creatividad y belleza.
Las venus de Willendorf tatuadas de Magda Kirk (Polonia, 1990) en Yusto/Giner son monumentales y preciosas. Sus cuerpos se exploran a sí mismos y se confrontan con su vulnerabilidad. Se crecen en un ejercicio de empoderamiento y fortaleza rodeadas de nubes de algodón.
Kirk centra nuestra atención en la carne distorsionada que abigarra el lienzo en un horror vacui que abraza su disforia. La asombrosa técnica de su aerógrafo y el impecable control de la pintura le da un acabado fotográfico fascinante, como si hubieran sido impresas digitalmente.
Una suavidad táctil que se opone a la rudeza del palimpsesto de sus tatuajes que, pintados unos sobre otros, redibujan sus pieles en diferentes capas de trazos y figuras. “Mi suavidad es mi fuerza”, dice Kirk en la hoja de sala, y es que ambos términos definen su trabajo. Con una vitalidad deslumbrante y una sencillez abrumadora representa el sentir de una generación femenina frágil y empoderada.
Clara-Lane Lens (Bruselas, 1999. Vive y trabaja en Berlín) trae a la galería Silvestre los retratos andróginos e introvertidos de unos protagonistas ausentes, ensimismados en sus pensamientos. Sus dibujos utilizan la metáfora del cactus para evocar la fuerza y la resistencia. Los cactus tienen espinas de varias formas y tamaños para protegerse de los depredadores.
Lens combina sus dibujos en un trazo rápido, realizado de una vez, sin usar la goma de borrar, integrando los errores. Mientras que Kirk era cuerpo, Lens es rostro, unos rostros sin cuerpo que nos interpelan desde algún extraño lugar, quizá la soledad o la derrota, también la esperanza y la vida que se abre paso, en un retrato psicológico de la emoción humana.
La ausencia del color, tan solo el blanco y el negro es la gramática que declina Jelena Bulajic (Serbia, 1990) en su tercera exposición individual en la galería Carlier | Gebauer. En ella presenta dos series de trabajo After Sugimoto y White on Black. La primera está inspirada en los Dioramas de Hiroshi Sugimoto, en los que este fotografía sets de los museos de historia natural.
Los animales taxidermizados en los entornos ficcionales construidos por el hombre son dibujados únicamente a lápiz, poco a poco, con una veracidad asombrosa, fotográfica, hiperrealista. La técnica pictórica de Bulajic es casi quirúrgica.
Capaz de aplicar hasta cuatrocientas capas de pintura o barniz sobre plexiglás para conseguir una increíble gama de matices, incluso colores, en acabados brillantísimos. Si Kirk es cuerpo y Lens, rostro, Bulajic es tiempo. Una técnica lenta que se resiste a la velocidad del momento histórico que vivimos.