Ana Laura Aláez: "Estar en contacto con nuestra bestia interior es lo que me salva"
La Nueva Escultura Vasca se reinventa. La exposición que inaugura este viernes en Es Baluard de Palma es la última muestra de una artista fundamental.
25 abril, 2024 02:22Convirtió en discoteca el Espacio 1 del Reina Sofía en el 2000 y revolucionó el sector. Desde entonces se ha reinventado desarrollando un lenguaje que declina la tradición escultórica vasca con el punk y el underground. Ana Laura Aláez (Bilbao, 1964) después de vivir en Nueva York o representar a España en la 49ª Bienal de Venecia continúa respirando escultura con honesta intensidad.
Pregunta. ¿Qué podemos ver en Es Baluard?
Respuesta. La exposición consta de diferentes formas en red que reafirman el vacío como material. Son esculturas que no existen hasta que se montan, estructuras cuyos límites podrían prolongarse infinitamente en el espacio. Al principio hacía este tipo de esculturas con mallas textiles o metálicas con orificios y perforaciones que desvelaban tímidamente una actitud.
»No persigo extraordinarias metas o levantar pancartas. Cuando estudiaba abandoné esa definición de obra de arte como expresión de un sujeto seguro de sí mismo. Siempre he buscado otras maneras de abordar mi práctica en la que cupieran los miedos y la vulnerabilidad.
P. El título habla de identidad y cuerpo.
R. Los títulos son muy importantes y este lo es particularmente, porque contiene el deseo de una sofisticación absoluta y la más ínfima naturaleza animal. Esto segundo, estar en contacto con la bestia que llevamos dentro, es lo que me salva.
“Realicé mis estudios sin apoyo familiar. Mi intuición me decía que el arte podía combatir ese autoritarismo imperante”
P. ¿Qué es, para usted, un cuerpo?
R. Si pudiera definirlo abandonaría mi práctica. No busco definirlo, solamente cuestionarlo. En mi caso aún palpita el estigma que la sociedad vuelca sobre el cuerpo de la mujer proletaria. Aún late el eco de aquel contexto donde se asumía que el cuerpo de una mujer es un espacio de dolor. Mi pulso ha sido el deseo. Tuvo que pasar mucho tiempo para asumir que el cuerpo es político.
P. ¿Cómo le influyó su adolescencia en Bilbao?
R. He nacido y crecido en un barrio obrero. Un paisaje industrial es un sello en tu imaginario. Algunas palabras que definirían esa época: predominio ideológico viril, paro, terrorismo, muerte precoz por drogas duras, represión social etc. En cualquier gesto creativo latía una lucha interna que te ayudaba a no rendirte ante ese nihilismo imperante.
P. ¿Cómo ha cambiado el mundo del arte desde que empezó en los 80?
R. El mundo del arte ha cambiado mucho, pero no el arte. Son dos cosas distintas. Hay muchas cosas positivas: veo que mujeres más jóvenes ya no sufren ciertas cosas vergonzosas que las de mi generación hemos tenido que soportar. También negativas: desde hace tiempo se puesto de moda hablar desde el púlpito, afirmando cosas como si fueran verdades absolutas. Me espanta cuando se trata al arte como un mero ejercicio de poder.
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P. Al principio su obra encontró mucha resistencia ¿Fue un problema ser mujer en ese contexto patriarcal?
R. Realicé mis estudios sin apoyo familiar. Mi intuición me decía que el arte podía combatir ese autoritarismo e institucionalidad imperantes. Pero, sobre todo, me iba a permitir una posición como mujer diferente. Además de acudir a la facultad de Bellas Artes, lo que más me sirvió como fuente directa de expresión fue mi propio atuendo. Expresar el abandono del “atuendo de trabajador” que significa “austeridad y sacrificio” por aquel creado por ti. Expresarme con lo que tenía a mano cambió el rumbo de mi vida.
P. Su trabajo habla de vulnerabilidad, de miedo, de tabúes, pero también de libertad, de la creación de nuevos símbolos y de romper con los mitos dominantes. ¿El arte puede cambiar las cosas?
R. Puedo afirmar orgullosa que el arte ha cambiado un destino como mujer sometida y silente que de ninguna manera deseaba. A pesar de estos tiempos tan deshumanizados, sigo creyendo en el poder transformador del arte.
P. Uno de sus éxitos ha sido declinar la tradición escultórica vasca con el punk y la cultura underground ¿No le tiene miedo a nada?
R. Me veo como una gimnasta que está continuamente entrenando, que ha logrado ser independiente y que cuando le llaman para un proyecto está preparada para abordarlo porque ya ha estado cerca del infierno. Pero eso no significa no tener miedo a nada. Más bien lo contrario: cuanta más experiencia más vulnerable. Nos dedicamos a maquillar la muerte.
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P. Usted ha afirmado que una canción puede ser una escultura, ¿Qué es la escultura, entonces?
R. No puedo definirla. Pero sí te puedo hablar de cosas concretas. Por ejemplo, del vinilo que he realizado recientemente con la colaboración de Ascii.disko. Contiene 4 tracks hechos a partir de algunos de mis textos sobre mis procesos artísticos. La manera en que abordo este trabajo es la misma que cuando modelo una escultura.
P. ¿Qué le inspira o le motiva para trabajar?
R. Que sigo emocionándome con el arte. El año pasado en Roma, cuando llegaba a la Academia después de haber visitado algún museo, tenía que subir corriendo a mi estudio porque me palpitaba el corazón hasta el punto de no entender tanta exaltación. Me encontraba temblorosa, afectada con lo que había visto… y evitaba que me vieran así. Ciertas sensaciones no se pueden compartir. Pensé en las visiones de los místicos en el siglo XVI, y en qué hubiera sido de mí en aquella época. Con toda seguridad me hubiera disfrazado de hombre.