Parecía que este momento no iba a llegar nunca. La galerista Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933) anunciaba esta mañana que cierra la galería. La sorpresa no se debe tanto a su edad, acaba de cumplir 90 años, sino a que es muy difícil imaginarse el panorama galerístico español sin ella y la feria de ARCO, de la que fue fundadora y directora en sus inicios, sin los 150 metros cuadrados que ocupaba su flamante stand, año tras año en el pasillo principal del pabellón 9.
La salud le ha obligado a echar el freno: “Un ruido extraño dentro de la cabeza que me tiene martirizada y una fuerte opresión en los oídos”. Y así, con la emoción a flor de piel, especialmente cuando habla de sus artistas, atiende por teléfono a El Cultural desde su despacho de la calle Barquillo, ese al que va todos los días avanzada la mañana.
“Estoy fastidiada y ya no tengo que seguir luchando para sacar la galería adelante -añade-. Antes pensaba que mi hija iba a heredarla y que yo cada vez vendría menos, pero Concha se prejubiló hace un año, después de trabajar conmigo 27 años, y vive ahora en Estepona. Ha sido una decisión muy difícil que he meditado mucho. Mis hijas también me han animado mucho. Siempre he dicho que nunca me iba a retirar, pero todo tiene su final”.
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La semana pasada empezó a contárselo a sus artistas, a otros compañeros galeristas y a la directora de ARCO. “Ha sido muy triste, algunos de ellos llevan 40 años trabajando conmigo. Jordi Colomer, por ejemplo, me dice que soy como su segunda madre y se vino a verme desde Barcelona nada más enterarse”.
A lo largo de la conversación son muchos los momentos en los que la veterana galerista se emociona, siempre cuando habla de alguno de sus artistas. “Rogelio López Cuenca y Dora García llevan más de 40 años conmigo. Soy su primera galería y ahora tendrán que buscar otra... Les he ofrecido que si quieren yo les manejo la obra hasta que eso pase”.
La colección y el archivo
Los siguientes pasos serán poco a poco y le llevarán uno o quizá dos años, “todavía me siento incapaz de ver salir mi mesa del despacho o las librerías por la puerta”. De momento, no habrá nuevas inauguraciones y la exposición actual del californiano Chase Wilson cerrará el ciclo el 1 de diciembre. La galería conservará el piso de Barquillo que ocupa el almacén y el local de la calle Tomás Redondo que tiene un espacio de showroom.
Queda pendiente la venta de la colección de Juana de Aizpuru, la mitad de artistas españoles, que la galerista tiene muy claro que quiere vender (y no donar). En ella están todos los nombres con los que ha trabajado todos estos años: “de Alberto García Alix tengo 130 fotografías, de Colomer treinta, la mejor colección del mundo. Siempre me ha apasionado la obra de los artistas con los que he trabajado y siempre les he comprado”.
"Estaba en conversaciones con la Getty Foundation para vender el archivo cuando Manuel Segade se enteró"
La otra gran pata de este proyecto de tantos años es el propio archivo de la galería, que ha comprado el Museo Reina Sofía por 96.800 euros, y las 100 cajas, que se entregan este miércoles, incluyen cartas con los artistas, folletos de todas las exposiciones desde los años setenta, las críticas de arte de las exposiciones, información sobre los proyectos que llevaba a las ferias... “Estaba en conversaciones con la Getty Foundation de Los Ángeles, que vinieron a verlo y me pidieron tres meses. Cuando el director del Museo Reina Sofía, Manuel Segade, se enteró, me dijo que mandaba inmediatamente a dos personas de su equipo a verlo e informarle para que no acabara en California y se dieron cuenta de la importancia”.
Recorrer los proyectos de Juana de Aizpuru desde que abrió la galería en 1970 es hablar de la historia del arte contemporáneo de nuestro país, con su galería en Sevilla, primero, y en Madrid después; la creación de ARCO en 1982; la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS)... nada se le ponía por delante.
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“Me encantó poner en marcha la BIACS -recuerda- en una ciudad, Sevilla, a la que quiero mucho. Se hablaba de que ahí no se podría hacer nada y me gustó demostrar que sí se podía, y eso que fue todavía más difícil que ARCO. En Basilea invité a Harald Szeemann a cenar y le dije le tenía que contar un proyecto. Guardamos en el archivo el presupuesto que hicimos a mano sobre un prospecto con su letra maravillosa. Siempre escribía a mano”.
Al CAAC de Sevilla precisamente le donó varias obras de artistas sevillanos de finales de los sesenta-setenta y una imponente instalación de Cristina Lucas, Alicia, aupada por la propia artista que es de lo primero que se ve al llegar al museo.
"Ha sido muy triste decírselo a los artistas. Algunos de ellos llevan cuarenta años trabajando conmigo"
“Siempre me ha gustado apoyar a Sevilla. Aunque me vine a Madrid, dejé la galería abierta pero era muy difícil estar en los dos sitios a la vez y opté por Madrid, donde ocurrían más cosas. Además, mi trabajo es internacional y desde aquí tenía mejores conexiones”. Recuerda, con emoción de nuevo, esa primera sede hispalense en una casa sevillana de tres pisos. “En el tercer piso hice un apartamento para invitar a los artistas. Heimo Zobernig fue uno de los que se alojó, en 1976, y este fin de semana me escribía diciéndome el buen recuerdo que tenía de aquello”
Con Juana se cierra un episodio fundamental de grandes galerías de una época compartida con Soledad Lorenzo, Elvira González o Helga de Alvear. ¿Algún consejo para las generaciones más jóvenes que siguen sus pasos? “Este es un trabajo muy personal y cada uno se tiene que inventar el camino, no se puede copiar a nadie. Les exigiría a todo que tengan vocación de galerista, que no vean esto como un negocio, como una forma de ganarse la vida”.